Capítulo II

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Domingo 08, Marzo


Cat

Desperté muy tarde, me extraña que Anto no me haya pasado la voz para desayunar. Horas más tarde luego de bañarme, caigo en la cuenta que todas mis cosas siguen dentro de varias cajas apiladas pegadas al armario, todo por la condenada mudanza. Comienzo a ordenar mientras se me viene el recuerdo de lo sucedido ayer con la señora que ahora tenemos de vecina. No me sorprende para nada que la madre de Jesse haya reaccionado así. Cuando vino a reclamarnos era toda una bruja, pero cuando apareció su comadre de la iglesia, repentinamente se volvió todo un "pan de Dios" ¡Ni qué decir! Apenas empezaron a parlotear y la señora Sandra parecía muy dulce. Personas así, no son las primeras que se me han cruzado, porque en mi experiencia, he vivido cómo la persona más dulce del mundo puede ser también la más cruel. Recuerdo que a mi madre le gustaba acompañarnos hasta tarde cada vez que no terminábamos a tiempo una tarea, a pesar de que ella tenía trabajo muy temprano, por no decir antes que aparezca la luz del día. Aún así no le costó nada desaparecer de nuestras vidas de un día para otro, a eso le llamo hipocresía. Todas las veces que nos decía "te amo" antes de dormir fueron falsas, tanto como ella. Es imposible decir a estas alturas que no le guardo rencor, pero su abandono fue la mejor lección de vida -acerca de las personas- que pudo darme a mí y a mi familia.

En todo este desorden de cajas, libros y ropa, encuentro mi anuario de sexto grado de primaria ¿Por qué no pudo haberse perdido en la mudanza? No pensaba conservarlo de todas formas, pero antes le doy una ojeada para amenizar este momento tan agotador. Paso un par de páginas con los agradecimientos del tutor y unas palabras del director, puros buenos deseos que seguramente también se los escribieron a todas las generaciones habidas y por haber. No es por nada, pero ese texto también está bastante trucado, porque aquí el tutor dice "Hemos tenido el honor de haber forjado durante seis años, mentes de niños tan brillantes" sin embargo en clase, implícitamente nos llamaba "brutos" a todos, ahí hay otro claro ejemplo de hipocresía. Sigo pasando, solo veo fotografías individuales de una sarta de imbéciles, junto con un montón de números, correos y palabras de aliento que -estoy segura- jamás sintieron. Dudo encontrar algo interesante en este anuario que estoy a punto de llevar a la bolsa en la que se reciclará todo el papel. A punto de cerrarlo, encuentro la seccion de fotos grupales en las que cada niño tiene una foto con sus mejores amigos ¡Maldita sea! De todas las fotos que pude haberme encontrado justo tuve que ver la de estas basuras que se hacían llamar "amigas". Entonces recordé cómo fue que llegamos a capturar aquel valioso momento...

—¡Cat, apresúrate que ya nos toca a nosotras! - grita Paula desde el otro lado del parque.

—¡Voy! -empiezo a correr hasta llegar donde me espera también Anto, Fabiola y un hombre alto que tiene una cámara profesional colgada en el cuello.

De la emoción, corro cada vez más rápido, pero pierdo el equilibrio y caigo en el pasto, lo que terminó por manchar mi uniforme. Fabi y Paula se rieron, pero al instante me subieron el ánimo.

—De todas formas seguirás siendo la más bonita de la foto, ven... -me levanto y el resto del recorrido lo hago caminando. Tengo miedo a caer nuevamente y hacer el ridículo.

—A ver chicas, ahora me van a mostrar su mejor sonrisa porque esto quedará eternamente grabado en sus anuarios -El señor de la cámara se agacha y le da unos giros a la lente, supongo que enfocándonos- A ver si se pegan un poquito más...

La profesora de historia -que nos estaba acompañando- puso un gesto de desaprobación al ver mi uniforme con restos de césped y tierra.

— ¡Aún no tome la foto señor! -grita la maestra con voz chillona y alzando los brazos. ¿Qué quiere ahora? ¿No le basta con molestarnos los martes y jueves a primera hora?

Solo un Juego de NiñasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora