Novia a la fuga

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-¡Me voy!.-Gritó la rubia desde la puerta de su apartamento, con las llaves en su mano.

Rápidamente un pelinegro apareció detrás de ella, este llevaba puesto un delantal azul y blanco, y en sus manos unas manoplas.

-¿Cómo qué te vas? Estaba cocinando tu plato favorito.-William simplemente se cruzó de brazos, molesto.-Además, no debes hacer esfuerzos, apenas has salido del hospital y estas más en la calle que en casa reposando.-

-Traaanquilo, me cuidarán Gustabo, Horacio y Segismundo.-Contestó Anya, con una gran sonrisa mientras habría la puerta.

-Más razón me das para preocuparme...-Dijo el contrario suspirando pesadamente.

-¡Guardame lasaña para mañana!.-Fue lo último que dijo la ojiazul antes de salir del apartamento.

La chica bajó poco a poco las escaleras, aunque debería utilizar el ascensor no quería, sentía que ya había reposado lo suficiente estando en cama un mes entero en el hospital. 

Aunque su estancia allí no fue muy aburrida, siempre la visitaba gente que por su estado, no reconocía, sin embargo se le hacía curioso ver como actuaban aquellas personas con ella.

Fue visitada por su jefe, Jack Conway, un hombre mayor, atractivo y muy, muy malhablado. Este le explicó básicamente que hasta que no se recuperara tanto física como mentalmente, ni se le ocurriera pisar la comisaría.

También estaban sus 3 grandes amigos: Gustabo, Horacio y Segismundo, este peculiar trío la visitaban muy seguidamente, y le ayudaban explicandole (por encima) su vida en la ciudad desde su primer día. 

La verdad no se esperaba que el gallego le robara nada más llegar, lejos de enfadarse, Anya utilizaba esa baza para chantajear un poco a su amigo y conseguir que le trajera hamburguesas y pizzas al hospital, ya que esta odiaba la comida que preparaban allí.

-Veeeenga, ¡Qué llevamos 15 minutos esperandote!.-Exclamó Gustabo nada más verla.

-Perdón perdón, es que me he entretenido leyendo.-Dijo esta reuniendose con sus amigos.

-¿Leyendo libros otakus?.-Preguntó el de la cresta con curiosidad.

-Ay mi niño chikito...se llaman "mangas".-Contestó la rubia, dándole más enfásis a la última palabra.

-De chikito no tiene un pelo, el cabrón es el más alto de los tres.-Comentó el gallego dandole un codazo a Horacio.

-¡No tanto como el comisario bombón!.-Exclamó el de la cresta, suspirando y poniendo su mano en su pecho.-Mi amor platónico innalcanzable.-

"¡Viene mi comisario bombón!"

Otro pinchazo sacudió la cabeza de la joven, esta paró un momento, dejando a sus amigos caminando hacia el coche. Siempre que recordaba algo, aunque sea un solo pequeño recuerdo, iba acompañado de ese característico dolor.

La voz que había recordado esta vez provenía de su amigo Horacio. Intento centrarse en esa frase para ver si recordaba algo, sentía que era algo importante... pero fue vano.

Pero algo la mantenía inquieta, escuchar eso la había puesto tremendamente nerviosa y sonrojada.

-Hey...¿Estas bien?.-La voz de Segismundo la sacó de sus pensamientos.

A estas alturas ya había conseguido recuperar la mayoría de sus recuerdos, sin embargo, sus memorias relacionadas con Los Santos y la gente que habitaba allí, aún no volvían. Para Anya era muy frustrante, ansiaba recuperarlos para volver al trabajo, odiaba sentirse inútil.

Mi señor comisario VolkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora