47. The last heartbreaker.

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Tres días atrás.

NARRA QUINN.



Sabía que era demasiado bueno para ser verdad.

Soy consciente de que la vida está llena de altas y de bajas, de momentos buenos y malos. Que hay momentos malos para que podamos apreciar aún más los buenos. Rick una vez me explicó los significados de yin y yang. Tenía ocho y mi hermano acababa de ver una película. Nate no estaba en casa, y me explicó por más que le haya dicho que no quería escucharlo. En realidad, sí estaba escuchando. Me dijo que el yin y el yang expresan dos cosas: la luz y la oscuridad, son energías opuestas y necesarias para el equilibrio del universo. Ambas fuerzas se complementan, hay yin dentro del yang, del mismo modo que hay yang dentro del yin.


—No entiendo —bufo.

Rick me lo explica de nuevo, de una manera más sencilla.

—Las cosas buenas y las cosas malas de la vida se necesitan, Quinn. Son interdependientes.

Me cruzo de brazos.

—¿Y qué es inter...dependiente?

—Que lo bueno necesita de lo malo para existir y viceversa.

Me alzo de hombros. ¿Para qué me dice todo esto? ¿Esto es de lo que habla con Nate? Qué aburrido.


Ahora no me parece tan simple. Tan blanco y negro.

¿Qué si las cosas malas son mayoría? Por mucho tiempo. ¿Y si las buenas no son suficientes para justificar lo malo? Lo bueno no es tan bueno, y lo malo no es solo malo, sino terrible.

Cierro mis ojos.

¿Cuándo se va a terminar?

El taxi se detiene frente a la casa en la que estuve tantas veces que me gusta referirme a ella como un segundo hogar. Es el lugar en que sé que si necesito, papá y Lauren van a recibirme con los brazos abiertos sin importar qué.

Pago lo que debo sin decir una palabra. Cuelgo en mi hombro el bolso que logré armar en poco tiempo. Ni siquiera recuerdo que traje, ni si es suficiente. Desde que salí de la oficina de mamá, todo es un borrón. Los pasajes, el aeropuerto, irme sin despedirme.

Cierro la puerta del taxi, este acelera por la calle hasta desaparecer por una esquina, pero apenas le presto atención. Mis pies están fijos en el primer escalón de la entrada. La luz de la cocina está encendida. Son casi las nueve de la noche, seguro están terminando de cenar.

Escucho una vez mi celular sonar en mi bolsillo. No lo he revisado en todo el día, pero imagino que debo tener mensajes de mis hermanos, de Zack, Marine, Jason y de Key. ¿Honestamente? No quiero hablar con nadie. Con nadie, excepto con papá. Después de todo, por eso estoy aquí, con el corazón cargado de sentimientos encontrados y sin saber cómo lidiar con ellos.

Respiro una vez más, intentando calmar los frenéticos latidos de mi corazón.

Puedo hacer esto.

Siento que pasé por el infierno ida y vuelta, puedo pasar por una cosa más.

Termino de subir los escalones. Me tiemblan las piernas. Detesto este sentimiento de miedo y de nervios que tanto pensé haber dejado atrás. Conseguí calmar mis problemas de ansiedad hace años. Nunca se fueron, pero no pensé que volvería a ser tan grave.

Estiro un brazo y toco el timbre. Lo escucho resonar por la casa.

Apenas segundos después, la puerta se abre y subo la mirada. Es papá quien me recibe. Sin la expresión de sorpresa, porque sabe que por más que no le haya avisado, eventualmente iba a presentarme aquí. Tal vez no esperaba que sea tan rápido.

The Last Heartbreaker (3) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora