Capítulo 1: La desesperación de Hermione

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La familia Weasley-Granger había vuelto del andén algo preocupada. Hugo no había dejado de hacer preguntas a las que Ron tuvo que responderle diciendo que no pasaría nada malo, aunque imaginara lo peor.

Hugo subió a su cuarto cuando llegaron a la casa, tras pasar la Navidad con la familia Weasley y el año nuevo con la familia Granger y variadas reuniones, Ron y Hermione, como cualquier otra pareja no habían tenido tiempo para estar solos.

—Hermione, tengo trabajo que hacer si me necesitas estaré... —Ron frunció el ceño. Hermione no le miraba, sino observaba un punto fijo con las cejas levantadas y haciendo algún otro gesto como si estuviera indignada por algo. Ron desgraciadamente conocía esa expresión, así pues, tuvo que hacerlo: Preguntar—. ¿Todo bien, Hermione?

Hermione dejó de mirar al infinito y clavó sus ojos en los de Ron. Definitivamente quería hablarlo y esta vez parecía bien gorda.

—Llevo semanas —empezó Hermione dejando su bolso y otras cosas en una silla y andando a paso rápido por la casa, Ron suspiró mientras la seguía—. ¡Semanas! —prosiguió Hermione—. Investigando sobre esos ataques. Llega ese hombre... ¡Ese viejo! Y se pone a contarnos su vida. Será... —Hermione miró a Ron a los ojos mientras se dejaba caer en el sofá—. Me siento tan inútil.

—Es la primera vez que escucho eso de ti —comentó Ron tomando asiento a su lado—. ¿Y sabes? —Ron apartó unos mechones rebeldes de la cara de su mujer y los dejó detrás de la oreja—. No creo que sea un trabajo perdido, pero no tienes que hacerlo todo sola. Harry, tú y yo siempre fuimos un equipo y no te importaba... Porque... no te importaba, ¿no?

Hermione sonrió.

—No, no me importaba —respondió con una sonrisa—. Gracias, Ron, pero es que siempre he estado acostumbrada a saberlo todo yo primera y me molesta que Lyall sea más listo que yo ahora y me deje de tonta.

—Puede que Lyall no haya dicho las cosas como se debe —dijo Ron frunciendo el ceño—. Pero, Hermione, no puedes dejar que eso te afecte, ¿vale?

—Pero...

—Además si alguien va a descubrir que traman los licántropos, serás tú —prometió Ron—. Pero tal vez necesites ayuda de Lyall o de cualquiera de nosotros y no quiero que eso afecte a tu autoestima porque eres la bruja más inteligente y no solo lo digo yo. Es algo que dicen todos. Harry, yo, nuestros profesores lo decían... —Hermione asintió—. No te sientas mal, ¿vale? —suplicó Ron antes de besar la frente de su mujer—. Te quiero.

—Y yo a ti —respondió la chica.

Ron sonrió y se levantó para irse a trabajar a la mesa, Hermione se alejó para ir a la habitación y Ron aprovechó para pensar.

No podía dejar de pensar en Rose. Ella estaba en Hogwarts y aunque había heredado la inteligencia de Hermione sabía con certeza que corría peligro, pero el ser auror significa anteponer la seguridad del mundo mágico y muggle antes de sus temas personales, aunque sus temas personales pudieran significar su querida hija Rose.

Los licántropos buscaban algo. Algo importante. Pero si eran suficientes para atacar Hogwarts y conseguir esa cosa a la vez, ellos también podrían ser suficientes, ¿no?

Ron se llevó las manos a la cabeza. No podía dejar de imaginar la imagen de Rose y de sus sobrinos siendo atacados por hombres lobo.

—Céntrate, Ron —se dijo.

El mago buscó alguna información de licántropos entre libros que ya había examinado con Harry, pero aún así sabía que no sacaría la información de los libros. Los licántropos no se lo pondrían tan fácil.

La otra opción era ponerse en la piel de los hombres lobo, es decir, pensar como ellos con la intención de entender sus posibilidades, pero lo único que sabía Ron es que los licántropos amaban atacar humanos y sobre todo niños, pero los niños se encontraban en Hogwarts y no era eso lo que buscaban. Ron no podía evitar echar de menos a Remus Lupin, su profesor licántropo de tercer año, probablemente él sabría pensar mejor desde la posición de estos seres.

—¡Eso es! —exclamó Ron.

No podía hablar con Remus Lupin, pero él era auror. Tenía a su disponibilidad la lista de hombres lobo con bastante información, solo debía encontrar alguno de ellos y preguntar.

Ron se levantó al momento y subió las escaleras para explicarle su idea a Hermione, pero de pronto recordó que ella estaba disgustada por no tener las mejores ocurrencias así que prefirió marcharse sin decirle nada a Hermione.

Aullidos de Venganza (Una historia de la Tercera Generación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora