Capírulo 7: Defensa contra los Hombres Lobos

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El profesor Ernie Macmillan era conocido por convertir las aburridas clases en unas clases entretenidas y deseadas, pero estaba claro que el profesor está vez estaba muy nervioso y que no era muy bueno en el ámbito de la mentira.

—Y esa es la tercera propiedad de diferenciar un lobo a un lobo normal... digo... un hombre lobo a un lobo normal —explicaba el profesor—. ¿Os queda alguna duda? Ya veo que no... pasemos a lo siguiente.

El profesor borró la pizarra con un rápido hechizo mientras algunos alumnos se quejaban.

—Vale, vale —aceptó Macmillan—. Esto... van dos y se cae el del medio...

Los chicos se miraron confundidos sin acabar de entender el gratuito chiste de su inquieto profesor y sin entender tampoco la avanzada lección que debían dar a finales de tercer curso.

—¿Va todo bien, Macmillan? —preguntó una chica atrevida de Slytherin que se encontraba a finales de la clase con la cabeza apoyada sobre su mano y con aire soñoliento.

—¿Qué? —El profesor comenzó a rascarse la cabeza. Se sentó en la mesa y dejó escapar un largo suspiro—. Bueno, queridos alumnos, ¿nunca os ha pasado que creéis que lo correcto es algo que está prohibido?

Rose levantó la cabeza al lado de Albus con especial interés, algo que Albus le inquietó un poco.

Macmillan se levantó de su mesa y comenzó a pasearse por su zona de la habitación.

—Pues ahora mismo es lo que siento yo —suspiró—. No suelo contar mi vida a mis alumnos... Y menos a los de primer año, pero es que creo que he empezado como un inútil.

Hubo algunos comentarios, algunos buenos y otros malos, pero el profesor Macmillan siguió con su discurso ignorando ambos tipos de comentarios.

—Y bueno, deberíamos empezar de nuevo —dijo Macmillan—. Pero no tiene sentido empezar de nuevo una clase que queda ya un cuarto de hora por ver... Así que...

El profesor Macmillan acercó su silla a la primera fila de los alumnos.

—¿Olvidamos a los hombres lobos y nos conocemos? —propuso.

La gente aceptó al momento. Dar clase era lo último que querían después de tanta información de golpe sobre los licántropos.

—Me llamo Ernie Macmillan —repitió el profesor Macmillan—. Soy de los profes más guays y aunque sea casi ilegal, podéis llamarme "profe". Soy la persona que tiene en sus manos todo vuestro futuro... Os conviene quererme. —El profesor hizo una pausa—. ¡Qué es broma! A ver es verdad que vuestro futuro depende de la nota que tengáis en Hogwarts, pero yo soy un profe justo. ¡Justo y divertido! ¡Fui a Hufflepuff cuando era estudiante! Era del año de Harry Potter y fue un privilegio y, bueno, creo que ya es demasiado. —El profesor se inclinó al primer estudiante de la fila—. Dime, ¿cómo te llamas?

—Marc —contestó el chico.

—Marc —repitió el profesor—. ¿Y tú? —preguntó a la chica de su lado, así hasta llegar al final y haberse presentado todos.

Una vez acabada la ronda de presentación, la hora dio a su fin y los alumnos se apresuraron a salir a disfrutar del descanso que procedía.

—Vale, Rose —murmuró Scorpius mientras salían—. Puede que tengas razón y que hayan sido licántropos los que hayan escrito en la armadura. Pero lo digo porque ésta es la clase más rara que he dado en mi vida.

—Coincido en eso —dijo Albus—. Pero si los profesores lo saben no tenemos que preocuparnos.

—¿Pero por qué lo habrán hecho? —inquirió Rose confusa—. Es algo extraño, ¿no? Si han hecho esto, no dudo que continúen...

—¿Y qué? —preguntó Albus después de un inconsciente escalofrío—. Esto no es asunto nuestro. Si te enteras de algo, Rose, que no lo dudo. Informa de inmediato al profesorado. Prométemelo.

Rose bufó con el ceño fruncido y dio la mano a su primo sellando la promesa.

—Gracias, Rose —dijo Albus—. Pero sigo sin confiar en ti.

—¿Y si jugamos al ajedrez mágico? —propuso Scorpius—. Meh, odio ese juego, en verdad solo quería cortar la tensión...

Pero la tensión no continuó, la normalidad de Hogwarts provocó que septiembre acabara con dudas, pero octubre con olvidos.

Aullidos de Venganza (Una historia de la Tercera Generación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora