Capítulo 4: Intento de golpe de Estado

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Los aurores acabaron de escoltar al hombre lobo hasta la presencia del ministro de magia que se había quedado esa noche por si los licántropos atacaban.

—Buenos días, señor Greyback —saludó el ministro con tranquilidad a su invitado.

Shacklebolt se levantó de su mesa de trabajo y anduvo hasta estar al frente de su enemigo.

—¿A qué se le debe su visita?

Algunos aurores mantenían las varitas en alto, pero otros ya la habían bajado el arma al ver la tranquilidad de su superior.

—Solucionemos esto rápido, Shacklebolt —dijo Greyback con una sonrisa traviesa—. Quiero tu puesto.

—Ya veo —fue la respuesta del ministro, Greyback soltó una risita nerviosa.

—Creo que no me he explicado bien —dijo—. O dimites y me das tu puesto o mucha gente inocente sufrirá las consecuencias.

—No me diga...

—¿Y bien? —Greyback se impacientaba, pero debía relajarse, si perdía la paciencia y se lanzaba a Shacklebolt tendría un problema.

—Hay algo aún que no he entendido, señor Greyback, ¿por qué quiere ser ministro? —cuestionó Shacklebolt.

—Creo que es lógico —respondió Greyback impaciente—. Los derechos de los licántropos nunca se han tenido muy en cuenta.

—Quizás le conlleve menos trabajo colocar su idea en el buzón de sugerencias —propuso Shacklebolt.

Greyback perdió la paciencia, apretó los dientes y sacó la varita. Los aurores las levantaron también, él único que permanecía tranquilo era Shacklebolt.

—Relájese, señor Greyback —suplicó él—. Creo que no es necesario llegar a este punto. Analicemos. ¿Por qué piensa usted que los hombres lobos no lleváis los mismos derechos que un mago normal?

—¿Es suficiente con decir que tenéis literalmente un grupo de cuidado llamado Unidad de Captura de Hombres lobo? —preguntó Greyback de mala gana.

—Los hombres lobo pueden llegar a ser peligrosos —explicó Shacklebolt.

—¿Y por ese motivo nos discriminan? —escupió Greyback con rencor.

—Debería probar a hablar más a menudo, señor Greyback —propuso Shacklebolt.

—No voy a perder más mi tiempo. —Greyback se levantó—. No he venido a hablar con el ex ministro de magia.

—¿Ex? —repitió Shacklebolt.

Greyback sostenía su varita apretándola con fuerza. Shacklebolt se limitaba a mirarle.

—Yo no lo haría —dijo.

Greyback miró a su alrededor con enfado.

—Acabemos con esto, señor Shacklebolt —soltó Greyback y una luz verde iluminó la sala.

Todos quedaron en silencio mientras Greyback caía al suelo. Las miradas se clavaron en Matthew Watson que sostenía la varita que había desprendido la luz verdosa, dando a entender que fue el asesino.

Nadie fue capaz de decir nada hasta que del cuerpo inerte de Greyback se formó una luz plateada que empezó en su mecha y acabó por todo su cuerpo.

"Lo arrepentiréis" se escuchó la voz de Greyback y después de eso su cuerpo se hizo cenizas.

Los aurores se echaron miradas. Shacklebolt tenía la boca medio abierta y su mandíbula temblaba levemente.

—Los licántropos... —susurró Harry—. Van a atacar a todas esas personas inocentes...

—Pues ya tenéis una misión que hacer —informó Shacklebolt—. Y Watson... quédese aquí.

Matthew miró a sus compañeros que abandonaban la sala.

—Buena suerte —le deseó Harry antes de salir, mientras Ron que estaba a su lado le apoyaba levantando los pulgares.

Aullidos de Venganza (Una historia de la Tercera Generación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora