Capítulo 9: Cartas de padres

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Un triste desayuno reinaba el 1 de noviembre en el Gran Comedor. Las charlas entre alumnos eran mucho más escasas y los amantes del Quidditch se habían reunido para luchar por el derecho a realizar el deporte a pesar de las señales.

Entre tanta amargura las lechuzas dieron lugar trayendo cartas como de costumbre. Una de las lechuzas dejó una carta sobre el plato de Scorpius él la recogió confuso, pero luego observó cómo sus dos amigos también habían recibido cartas.

Scorpius abrió la carta al momento y retiró el papel de ella.

Querido Scorpius:

Nos hemos enterado de todo lo que está ocurriendo en Hogwarts, y tu padre y yo estamos preocupados y no esperamos que pases la Navidad allí. Queremos mandarte muchas fuerzas y muchos besitos.

Te queremos, mamá y papá

Scorpius dobló la carta y la volvió a meter en el sobre, luego esperó a que sus amigos terminaran de leer sus cartas.

—No paso la Navidad aquí —informó Scorpius una vez sus amigos hubieran guardado sus cartas.

—Nosotros tampoco —respondió Albus—. Nuestros padres están preocupados.

—Los míos también —informó Scorpius—. Ya nos escribiremos.

—Sí... —aceptó Albus.

—Y nos mandaremos regalos —añadió Rose—. Ya tengo el tuyo pensado, Malfoy.

—¿Y el mío no? —preguntó Albus haciéndose el ofendido.

Rose y Scorpius rieron, mientras Albus fruncía el ceño.

—Es increíble que vayáis en mi contra cuando yo os uní —murmuró Albus mientras Rose y Scorpius seguían riendo.

—¿Esperas que te lo agradezcamos? —inquirió Scorpius arqueando las cejas.

—Por ejemplo —murmuró Albus.

Rose y Scorpius se miraron y luego rodaron los ojos.

—Gracias, Albus —dijeron a dúo y acto seguido el Potter emitió algunas carcajadas.

—No teníais que hacerlo —dijo Albus aún riendo—. Solo era broma.

Rose y Scorpius se pararon para rechistar, pero justo en ese momento, dieron fin al desayuno y les ordenaron ir a sus salas comunes para reunirse con sus prefectos.

—Más vale que vaya —urgió Rose—. Nuestro prefecto puede ser todo lo guapo que tú quieras, pero es una furia cuando llegamos tarde. —Rose se levantó—. A veces pienso que tiene familia veela.

Rose se levantó al momento echándose en un hombro su mochila bandolera y despidiéndose con una sonrisa.

—Nosotros también deberíamos irnos, Scorpius —dijo Albus levantándose también—. Aún no conozco mucho a los prefectos de nuestra casa, pero ya sabes que siempre son muy perfeccionistas.

Scorpius se limpió la boca con la servilleta y se levantó también. Se colocaron las mochilas y se fueron junto a su casa a la reunión de la sala común.

—¿Por qué tu prima está obsesionada con saber que significa esas X? —preguntó Scorpius por el camino.

—Ni idea —contestó Albus—. Pero me preocupa.

—¿Crees que sospecha algo? —cuestionó Scorpius.

—Lo que creo es que os obsesionáis con cosas que no tienen sentido —finalizó Albus rodando los ojos.

Después de eso ambos chicos llegaron a la sala común. Tomaron asiento y el prefecto comenzó a explicar algunas advertencias y hechizos sencillos que podrían salvarlos de los licántropos.

—En fin, eso es todo, chicos —concluyó el prefecto—. Ahora quiero que os dividáis entre los que se quedarán aquí en Navidad y lo que no y que me digáis vuestro curso y nombre.

Los Slytherins se dividieron tal como les había ordenado su superior y se presentaron a sus prefectos especificando en qué lugar pasarían las vacaciones navideñas. Una vez finalizado, les dejaron disfrutar de ese día de fiesta a los estudiantes.

—Bueno, ¿y qué quieres hacer? —preguntó Albus a Scorpius.

Scorpius se mordió el labio. Tenía una idea.

—Me apetece leer —respondió—. Vayamos a la biblioteca.

Albus hizo una mueca de decepción.

—Bueno, vale...

Aullidos de Venganza (Una historia de la Tercera Generación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora