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Isabella:

Que rico sueño he tenido.

Despierto feliz y con una sonrisa en mis labios, no abro por completo los ojos y permanezco acostada contra la almohada.

He tenido un perfecto sueño húmedo, en mi vida he tenido muchos, incluso cuando estaba de novia con Ben, recuerdo que lo despertaba y hacia real mi fantasía con él, pero aunque ya no lo tengo calentando su lado de la cama, creo ni teniéndolo presente hubiera interrumpido mi sueño.

Porque el hombre de mi sueños me estaba dando una increíble follada.

Vuelvo a sonreír teniendo imágenes muy reales de mi sueño, yo arriba, el arriba.

El detrás...

Creo que hice muchas poses de Kamasutra que no conocía... pero.. ¿Esos son sueños, no?

Y ahora, después de despertar, siempre es igual, termino sonriendo y empezando bien mi día.

Pero esta vez... esta vez creo que empezare bien toda la semana.

¡He tenido la follada de mis sueños, en mi sueño!

Vaya irónica.

Abro los ojos y manteniendo esa emoción, estiro mis brazos, los levanto y los dejo caer a ambos lado.

¿Desde cuanto mi cama es tan tersa?

Con mi palma doy pequeños toques y con lentitud levanto la cabeza, luego de girarla al lado contrario.

Mis ojos se abren de golpe, levanto mi cuerpo, más no salgo de la cama, estoy en completo shock mientras observo al hombre con el torso descubierto, acostado sobre mi cama.

Rápidamente busco mis gafas, miro a ambos lados y lo encuentro sobre la mesita de noche, a mi lado, las cojo y me las pongo, si mis ojos ya estaban muy abiertos, ahora están a nada de salirse de sus órbitas.

Adán...

¡Me acosté con Adán!

Bajo la mirada a mi cuerpo, una sensación me revuelca el estómago.

Estoy desnuda. Como un bebé que acaba de llegar al mundo, pero sin sangre y soy más grande.

Mierda.

Pongo la mirada sobre el y con mucho cuidado, luego de pasar la pesada saliva, estiro la mano hacia la sabana.

Trato de ser cuidadosa cuando veo lo que se esconde y si, es un pene.

Esta desnudo, estoy desnuda.

Y me duele la zona baja.

No hay nada que decir, me cogí anoche al hombre que entreviste, a Adán.

Dios mío.

Quiero escapar, pero luego recuerdo que esta es mi casa.

Adán despierta y mis ojos se abren mucho, me cubro el pecho con las sabanas mientras él se levanta sentándose.

—Buenos días.

No respondo, mis labios ni se separan.

El comienza a vestirse.

—Ya es muy tarde ¿No? Debería estar en el sed ahora mismo.—Sigue, coge su teléfono y maldice.—Tengo 18 llamadas perdidas.

Trago saliva y mantengo mis ojos en su pecho desnudo, sin darme cuenta me he mordido el labio mientras he admirado su torso tatuado.

El cuerpo de Adán es...

—¿Bella?

Parpadeo al oírlo.

En la piel de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora