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Isabella:

Ni siquiera me han trasladado a una habitación de hospital, estoy en las salas normales donde van y llegan, se ubican los pacientes.

No me molesta el echo de que yo necesite una, sino porque todos van a ser testigos de lo que tengo que decirle a Adán.

—Isabella...

—En cuanto llegue el, yo voy a hablar, papá.

Me limpio las lágrimas.

—Manzanita, no creo.

Es en ese instante lo veo llegar agitado, como si no hubiera encontrado un coche y hubiera venido directo hacia acá corriendo una maratón, Adán busca entre los pacientes de la sala, grita mi nombre y gira el rostro desesperado, puedo ver sus pupilas dilatadas, lo que hace que mis ojos se llenen de lágrimas.

—Adán.

Su espalda se endereza, se gira hacia mi voz y veo el rastro de lágrimas acumulado, junto a la desesperación volviéndose calma en sus ojos.

Con pasos cortos se acerca a nosotros, papá me da una mirada.

—Danos un minuto, papá —Le pido sosteniendo su brazo.

Papá me da un beso en la sien y se marcha, luego de pasar por el lado de Adán y darle un par de palmadas de apoyo en el hombro.

Mis ojos vuelven a humedecerse.

—Bella, lo lamento... yo estaba grabando y..

—No importa, no podrías haberlo adivinado.

Adán se me acerca y yo acomodo mi espalda.

—¿Qué sucedió?. —Pasa a mirar el estado en el que me encuentro. —Bella..

Sonrio despacio. —Que parece que si tengo una obsesión con el trabajo.

Me observa en silencio.

—Me caí. Entre a un espacio que estaba prohibido entrar y al que quise pasar para tener mayor visibilidad.

—¿Cómo estás?

El me examina, su mano va a mi rostro.

—Yo estoy bien.

Automáticamente, la mirada de Adán baja a mi vientre.

—¿Y el bebé?

—Lo perdí.

No hay nada en su rostro, ni alivio, ni preocupación.

No sé lo que piensa y es preocupante.

Lo observo tragar. —¿Y ya te dieron de alta? ¿Podemos irnos?

—Podemos irnos. —Repito sus palabras, con completa decepción.

Acabo de decirle que perdí un bebé.

—Yo regresaré con papá... tu puedes volver a tu trabajo.

—¿Qué estas diciendo, Isabella?

Ya ni puedo mirarlo.

—Digo que perdí el bebé, ya puedes estar feliz.

Su boca se abre.

—¡¿Cómo puedes pensar que estoy feliz si estás en un puto hospital?!

Su voz se alza y llamamos la atención de más de un paciente.

—¿Vas a decirme ahora que lo querías?

Lo observo tragar, Adán aparta la mirada.

—Lo supuse.

—¿Por qué me dices eso ahora cuando el ya no está?. —Pregunta confundido. —¿No podemos seguir adelante solo..?

En la piel de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora