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Isabella:

—¿Ben?

Ben pone los ojos en mi al oírme, su nariz está mejor de lo que lo recuerdo, aunque intuyo que si esta en el hospital es por eso.

—Hola..

El recoge sus pastillas y se acerca mi, lo encontrado justo en la cola, se detiene a mi lado por un momento.

—¿Sigues mal de la nariz?

Creo que papá se pasó literalmente por el golpe.

Ben se coge la nariz. —No, no es eso.

Me muestra la bolsa traslúcida, logro notar los medicamento, los mismo que use y me recetaron para la clamidia.

Abro mucho los ojos. —¿No te has sanado aún..

—No, si lo hice. —Me responde. —Pero creo que no tengo mucha suerte con las mujeres desde que terminamos.

¿Ah?

—¿Volviste a contagiarte de...

—Sifilis.

Abro mucho más los ojos.

—Pero, Ben..

—Lo sé, puedes decirme lo que quieras.

—Siguiente. —Me indica la señorita de la caja.

Me vuelvo hacia Ben.

—¿Me esperas un minuto?

Ben me sonríe. —Si, claro.








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—Así que tu estás embarazada y yo tengo sífilis. —Ben intenta bromear, aunque su rostro es preocupante.

—No te sientas mal, que no estoy en una buena situación tampoco.

—¿Por Adán o..

—Por los dos, cometimos muchos errores. —Comento mientras lleno mi jugo de naranja de la maquinita.

Desde hoy le digo adiós al café, aunque no a mi grano de café.

—En conclusión estas solas.

—Si y no. —Me llevo una mano a mi vientre y bebo de mi te.

Ben me acompaña hasta la salida y me detengo frente a su coche.

—Lo que dije, todo y lo que hice, lo lamento. —Ben extiende las manos. —Como verás, lo estoy pagando.

—Jamás te desearía estas cosas, Ben. —Pronuncio. —Pero creo que no hace daño usar condón.

Ben señala mi vientre, sacándonos a ambos una risa.

—¿Te llevo a casa?

Miro a ambos lados y mordisqueo mi labio.

Solo sonrio. —Si, me encantaría.






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—Quiero que le digas a tu padre que no le guardo rencor alguno. —Me dice Ben mientras sus pasos me siguen hasta el pórtico de mi casa.

Me vuelvo hacia el luego de abrir la puerta con mi llave.

—Y tu dile a tu pene que use preservativo.

Ben sonríe despacio.

—Espero que te recuperes pronto.

—Esta vez la detecte a tiempo así que...—Ben hace una pausa. —Yo también espero sanar rápido y le enviaré tu mensaje a mi polla.

Me río.

—¿Qué demonios haces tu aquí?

Mierda...

Aparto la mirada de Ben y la pongo en el padre de mi hijo.

—Adán..

Supongo que viene por sus cosas.

Rápidamente se acerca a mi.

—Espera... —Lo detengo colocando mi mano sobre su pecho. —Gracias por traerme, Ben.

—¿El te trajo?

Ignoro la pregunta.

—¿Estarás bien?

—Si, puedo manejarlo, gracias.

Sostengo a Adán del brazo y espero a que Ben se marche, como un perro rabioso, los ojos de Adán siguen el coche de Ben hasta que abandona mi propiedad.

Adán se vuelve hacia mi.

—¿Qué hace el aquí..?

—Vienes por tus cosas ¿No?

—Bella...

Me doy la vuelta y camino hacia adentro de la casa, escucho sus pasos seguirme y luego la puerta cerrarse.

Me giro.—Adán, tus cosas están..

Me besa.

Sus labios se apoderan de los míos atrapándolos en un beso largo y sus manos van directo a mis mejillas, apenas y he reaccionado, pero no para aparto, solo dejo que mis labios se entreabran y aunque no estoy devolviendo le el beso por el impacto, dejo que lo siga haciendo.

Adán finaliza y agitado, pone los ojos en mi.

—En primer lugar, te amo y no voy a dejarlos ir.

No sé si estoy más impactada por el beso.

Por el "Te amo" 

O el "que haya hablado en plural refiriéndose a mi y al pequeño grano de café que llevo en mi vientre.

En la piel de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora