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Isabella:

Amanecer con dolor después de la cogida que tuve anoche nunca había formado una sonrisa tan amplia en mi rostro.

Y la mantuve en cuanto lo vi acostado a mi lado, Adán estaba dormido y en cuanto más visualizaba su rostro, más se me venía a la menta las imágenes, esta vez claras, del grandioso sexo que habíamos compartido.

Mi cabeza parecía una película erótica, rebobinando todos los acontecimientos que nos llevaron hasta este momento.

Sonreí feliz una vez más y Adán abrio los ojos.

—Buenos días.

—¿Sabes lo que haría mi día bueno?

Adán me coge de la cintura y me sube en su regazo.

—¿Sexo mañanero?

—Sexo mañanero con mi novia.—Me corrige.

Alzo una ceja y una sonrisa de burla cruza mis labios.—¿Dirás esa palabra hasta gastarla?

—¿Qué te digo? Estoy emocionado.

Me rio.

—Hagamos que sientas más que eso.—Digo levantando el trasero.

En todo momento observo su rostro, veo el momento en el que su expresión cambia cuando me acomodo y hago entrar su longitud, me muerdo los labios ante la sensación y las manos de Adán van directo a sostenerme la cadera.

Empiezo a mecerme, de adelante hacia atrás, me sujeto con una mano detrás de mí y la otra la ubico sobre su abdomen firme.

—Mierda...

—¿Te gusta...?

—Me encanta..—Adán cierra los ojos y los vuelve a abrir.—Que bonita forma de despertar, Bella.

Le sonrio y después de darme un poco de control, el termina derribándome.





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—Ahora que terminaste con Ben ¿A quién llevaras al aniversario del noticiero?.—Hay mucha curiosidad en el rostro de Jahayra.

—Yo también quiero saber.—Me dice Natasha.

Soplo dentro de mi taza de café y le doy pequeños golpes con mis dedos.

—¿Ustedes ya tienen pareja?

Jahayra se muerde el labio y se gira, justo donde se encuentra Carlos con Miriam.

—No..—Le digo.

Jahayra encoge los hombros.—¿Por qué no? Nadie se atreve a invitarlo y solo míralo, es atractivo, caballero y huele bien, pocos hombres aquí huelen bien. Además todas son demasiado cobardes para hacerlo, pero creo que ya es tiempo que una se adelante ¿No?

—¿Y esa una vas a ser tu?.—Le suelta Natasha con una sonrisa.

Me rio.

—Repito, ¿Por qué no?

—¿Tu con quien iras?.—Me vuelvo hacia Natasha.

—No se requiere ir con pareja, iré sola.

—Pero ya dinos con quien iras.—Insisten ambas.

Bebo de mi café, vuelvo a soplar cuando siento mi lengua caliente.

Con una sonrisa, digo.—Ya lo conocerán.






Adán:

Llegar a casa de Isabella por la noche y encontrarla con una lencería diminuta, es todo lo que necesita mi polla para despertar de su descanso y a pesar de que estuvo rodando dos horas, con solo unos cortos descansos de 18 minutos.

Me acerco a mi novia y ella me muestra las esposas.

Abro los ojos y termino riéndome.

Camino hacia Bella y le rodeo la cintura con los brazos.

—¿Ya quieres jugar?.—Le pregunto robándole un beso.

—Solo si accedes ponerte las esposas.

Permanezco en silencio.

—Prometo ser dulce.

—Tu y unas esposas no me suenan nada dulce.—Pronuncio.

—Pero...

La levanto y hago que rodee mi cintura con sus muslos, no la llevo a la habitación, la traslado hacia la cocina mientras nos repartimos besos y la dejo justamente sobre la encimera.

—¿Vas a cogerme aquí?.—Pregunta en cuanto rompo ese beso.

No respondo, solo le sonrio.

Saco un preservativo antes de bajarme los pantalones, hago que suelte las esposas y ella se ríe.

—Guardemos eso para otro momento.

No me niega mi elección de sexo, porque ambos lo necesitamos, esta vez no le bajo las bragas, arranco tirando de la tela y me acomodo entre sus muslos.

Ella se sujeta de mí.—Un día esto te haré usarlas, Adán.

Más que una promesa a sonado una amenaza y su sonrisa confiada es aun peor.

No tengo el problema en usarlas, pero ahora mismo. Me gusta en la posición que estamos.

No pierdo más tiempo y bajo ambas manos a su trasero, con el preservativo puesto, me hundo en su interior, apretando su culo.

Isabella da un respingo y se deja llevar, los dos lo hacemos.

Le doy una estocada y luego otra.

Y una más.

No es suficiente para nosotros y llego a la conclusión de que jamás tendré suficiente de ella.

Y también.

De lo fácilmente que podría dejarme enamorar por esta mujer.

¿Es algo malo?

Claro que no, es todo lo contrario.






En la piel de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora