26. Promesa

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Vamos lento, casi a paso de hombre para no hacer tanto ruido y no atraer más zombies. Ayelén, a mi lado, tiene las palmas de sus manos hacia abajo, escondiendo las manchadas de la sangre de la mujer. Está mirando por la ventana, por lo que su mejilla izquierda, que también está llena de sangre, no quede a la vista de los demás. 

- ¿Y qué pasó con la mujer? - pregunta Francisco.

- No pudimoh salvarla - responde Mangel desde el asiento del piloto.

- No mereció la pena que se arriesgaran. pringaos - dice Francisco negando con la cabeza.

- Claro que sí - dice Ayelén girándose para mirarlo. El chico, al ver su cara manchada de rojo, se sorprende - ha merecido toda la pena estar con ella al final.

- Solo la vieron morir, ¿de qué sirvió? - insiste Francisco.

- Que no murió sola - dice Alexby desde adelante, sin girarse.

Veo que Ayelén sonríe y volvemos a quedar todos en silencio, salvo por algunos maullidos de Raspy que me mira desde las rodillas de Lucía, como llamándome para que la tome, pero estoy tan incómodo que prefiero que se quede con la chica. 

Avanzamos una media hora, son casi las cinco de la tarde y decidimos buscar un refugio para evitar que los zombies que recorren las calles nos ataquen en la oscuridad. Tal vez lo alto de algún edificio, pero el frío que empieza a caer borra esa idea. Avanzamos y avanzamos sin saber dónde quedarnos.

- ¿Qué tal allí? - dice Lucía apuntando una iglesia - es grande y podemos estar muy cómodos. 

- Sí, creo que es nuestra mejor opción  - dice Álvaro - podemos subir al campanario y ver qué tan lejos estamos de los límites de la ciudad. 

Todos asentimos con la cabeza. Mangel estaciona el jeep junto a la puerta principal, que está cerrada y bajamos con cuidado. Al ponerme de pie, siento mis piernas algo acalambradas, pero luego de unos pocos segundos puedo moverme con normalidad. Nos dirigimos a la puerta principal, pero está cerrada por dentro, probablemente con candado. Joder. Miro hacia la derecha y empiezo a recorrer la iglesia por fuera. Camino mirando cada detalle de su pared que está llena de arabescos. Entonces encuentro un vitral que no está muy alto. Busco algo para romperlo y veo un tronco muy grande. Lo tomo y rompo el vidrio. Lo siento, Dios, pero tenemos que entrar a tu casa para no morir, supongo que no te importará.

Vuelvo donde los demás para guiarlos a la entrada que improvisé. 

- Pues, yo no alcanzo... - dice Alexby al estirar los brazos hacia el vitral roto y apenas rozarlo con los dedos.

- Nosotros te ayudamos - le contesté colocándome bajo el vitral con las manos entrelazadas para que apoyara su pie. Lo ayudé a subir y pudo pasarse sin problemas. Luego, hice lo mismo con Álvaro, Lucía, que primero pasó a Raspy, y Ayelén. Francisco y Mangel, que son casi tan altos como yo, no necesitaron ayuda. Finalmente pasé yo.

Al entrar, me dio un escalofrío. Las iglesias son muy heladas. 

- Rubius, ven, estamos preparando la merienda - me dice Lucía guiándome hacia un costado. Miro hacia atrás, y veo que Ayelén está con Alexby en la entrada de la iglesia, en la pileta que da agua bendita. Ella se está lavando las manos y la cara mientras Alexby le ayuda.

Empieza a anochecer. Comemos parte de lo que traemos en las mochilas, racionándolo muy bien para que mañana todos podamos comer al menos dos veces antes que se acabe la comida y el agua. 

Cuando terminamos, Mangel se pone de pie y se dirige hacia el altar, como buscando algo, y luego se acerca nuevamente hacia nosotros con una caja en las manos. 

- Mirad lo que he encontra'o - dice mostrándonos la caja. Son fósforos. Estupendo. Acercamos varias velas hacia el rincón en el que estamos y las encendemos. 

- Creo que deberíamos descansar - dice Álvaro. Todos asentimos. Mientras todos se acuestan, me acerco a Mangel.

- ¿Cómo sabías que habría fósforos? - le pregunté. 

- En mi pueblo, acompañaba a mi abuela a las misah, y siempre veía que loh dejaban adelante. Fue una corazonada - me responde.

- Pues que bueno que hayas ido a misa - le digo y ambos sonreímos. 

- Rubiúh, estoy cansado de ver gente morir - me dice Mangel bajando la cabeza - ehtoy cansado de todo ehto, ¿cómo haceh tú para que no te afecte?

Abrazo a mi mejor amigo. Puede verse muy gay... probablemente Lucía creerá que Rubelangel es real, pero no me importa. A veces un abrazo es lo mejor para calmarnos.

- Me afecta, Mangel. Estoy peor de lo que pareciese. Odio todo esto, odio que muera gente a mi lado, y odio pensar que alguno de ustedes también pueda morir. Pero ya me conoces, puedo finjir estar bien incluso cuando por dentro esté llorando. 

Suelto a Mangel y le doy mi mejor sonrisa, que él me devuelve. Sé lo que duele, sé que él es más sensible de lo que parece, pero no estoy para juzgarlo. Además perdió a Cheeto, y eso debe tenerlo destrozado. Mangel se va a acostar junto a los demás, apoyando la cabeza en su bolso. Están casi todos acostados, a la única que no veo es a Ayelén. Miro alrededor de la iglesia y la encuentro frente a una imagen, al otro costado de donde estamos todos, y voy hacia ella.

- ¿Estás bien? - le pregunto cuando estoy a su lado. Ya está muy oscuro, y solo nos iluminan las velas. 

- Siempre me pregunté por qué la gente necesitaba venir a la iglesia, creer en algo. Creo que ahora lo comprendo un poco. Veo nuestra pequeñez, cómo podemos morir de un momento a otro, y solo la esperanza de que algo bueno hay más allá nos permite no volvernos locos, y sonreír ante la muerte. 

Ayelén suspira y continúa mirando la imagen. Yo me quedo junto a ella, en silencio, mirando también. No se distingue bien, pero creo que es una imagen de María extendiendo sus brazos hacia nosotros... ofreciéndonos protección...

- Rubius... tengo frío - dice Ayelén y me abraza, escondiéndo su rostro en mi pecho. Yo la abrazo de vuelta. Como le dio la chaqueta a la mujer, solo lleva puesto un chaleco. 

- No te preocupes... - le digo y ella comienza a llorar en silencio, pero siento esos espasmos que dan cuando alguien intenta aguantar los sollozos. Me abraza más fuerte. Yo le acaricio el cabello y apoyo mi cabeza en la suya. 

- Si yo muero, ¿estarás a mi lado? - me pregunta sin levantar la mirada.

- No dejaré que mueras - le respondo. 

Ella se suelta del abrazo y levanta el rostro, empapado de lágrimas y niega con la cabeza.

- No podrás evitarlo, al igual que la mujer de hoy. Solo quiero saber que no me dejarás.

- Ayelén, te prometo que no dejaré que mueras, te prometo que no me alejaré de ti, te prometo que, pase lo que pase, estaremos juntos.

Ayelén asiente y sonríe de lado. Nos conocemos hace muy poco, pero con todo lo que hemos vivido, no puedo evitar sentir un doloroso vacío al pensar en que puede morir, o que yo pueda morir. No quiero dejarla sola, no quiero que me deje. 

- Tú tampoco puedes abandonarme - le digo tomándola de las manos - no puedes.

- No lo haré - me responde - te lo prometo. 

Junto mi frente con la de ella y cierro los ojos.Ella se acerca un poco más, juntando la punta de su nariz con la mía. Siento su respiración. Sin abrir los ojos, me acerco más y junto mis labios con los suyos. Está fría y tiembla, me aprieta las manos con suavidad. Olvido todo lo demás. No quiero que esto termine. Quiero que este momento sea eterno. 

Separamos nuestros rostros al mismo tiempo y yo abro los ojos. Ayelén me mira y me sonríe. Parece mentira que entre todo el dolor y la muerte, ella esté junto a mí y me haga sentir de esta forma. Le paso mi chaqueta y vamos a descansar con los demás. Ayelén se acuesta junto a mí y yo la abrazo de manera que apoye su cabeza en mi brazo. En un par de días, por fin saldremos de Madrid. La pesadilla casi acaba. 

Youtubers en Zombie Land [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora