Miro a mi alrededor. Hay un pizarrón con muchas fórmulas escritas en él. Hay un estante con varios tubos con líquidos de distintos colores. El suelo y el escritorio están plagados de papeles. Veo algunos de los libros que están abiertos y muestran dibujos del flujo de la sangre y de distintas partes del cuerpo humano. Vuelvo mi vista hacia el padre de Ayelén.
- Qué pasó en Madrid - le digo con seriedad. El hombre suspira y se apoya en el respaldo de la silla.
- Mira chico, esto es algo confidencial. Puede que no lo entiendas, pero así es la lógica del mundo actual. Hace varios años, me pidieron trabajar en un proyecto secreto para crear una cura a todas las enfermedades. Pero fuimos mucho más ambiciosos. Quisimos crear una cura para la muerte.
Abro mucho los ojos sin dejar de fruncir el ceño. Hostias, una cura para la muerte, eso realmente hubiese molado.
- Estudiamos mucho y creamos un suero que podría hacer funcionar nuevamente nuestro organismo. Lo probamos en ratas y funcionaba. Les parábamos el corazón y con el suero volvía a latirles, aunque quedaban algo tontas. Pero un día, hubo un accidente. Mi esposa tenía una jeringa con el suero y sin querer, tropezó y se lo inyectó a ella misma. No sabíamos qué efectos tendría en los humanos, así que decidí llevarla a casa y estudiar su progreso. Los primeros días estuvo bien, pero luego comenzó a debilitarse. Finalmente, luego de cuatro o cino días, no lo recuerdo, mi esposa murió.
Lo que me contó Ayelén en casa de Alexby. Ya me sé lo que ocurrirá después...
- Ayelén lo vio todo, estaba conmigo. Y para nuestra sorpresa, su madre despertó. Pero no era la misma y atacó a nuestra hija. No tuve más remedio que dispararle. La llevamos inmediatamente al laboratorio para estudiarla. El suero había hecho una mutación extraña. Ahora era un virus. Mi esposa no revivió, solo... como decirlo... solo su cuerpo reaccionaba, pero no estaba ella...
- Era solo una cáscara - murmuré.
- Exacto. Solo el cuerpo. Bueno, tú debes saberlo mejor que yo. Habrás visto muchos de ellos en tu ciudad.
Asiento con la cabeza. Cheeto, Máximus y tantas personas anónimas muertas que caminaban por las calles. Lucía y Francisco que desaparecieron en ese mar de zombies. Se me aprieta el pecho.
- El gobierno español se enteró de todo. Ellos nos financiaban. Yo quería abandonar el proyecto, pero ellos insistieron en que debíamos seguir investigando el virus, mejorarlo y hacer una cura. Trabajé incansablemente, con temor a las consecuencias. Cuando mi hija cumplió quince años, le dije la verdad de mi trabajo, y temiendo que algo saliese mal, le enseñé a usar armas y a defenderse. No quería que nada le pasara...
El hombre baja la vista y se frota los ojos antes de continuar hablando.
- Estuve años convenciendo al gobierno para una transferencia a Estados Unidos. Les decía que acá habría mejores recursos y más tecnología para avanzar en la investigación. Finalmente aceptaron y me mmudé aquí, pensando que Ayelén estaría a salvo en el otro continente. No pude estar más equivocado. El virus lo mejoramos, ahora no era necesario inyectarlo para que los muertos volviesen a la vida, solo había que esparcirlo en forma líquida. Y teníamos una cura, pero un prototipo. En secreto, yo seguí mejorando esa cura... lo que le inyecté a Ayelén es mi creación propia, y espero que sea efectiva...
- ¿Pero quién atacó Madrid? ¿O era una prueba para ver si su maravilloso virus funcionaba? - volví a preguntar sarcástico.
- No, niño. Nadie los atacó. Fue una medida desesperada por parte de su gobierno. Yo lo supe hace un año. El presidente de España estaba hasta el cuello con la crisis, ¿y qué mejor para obtener ayuda extranjera que un virus mortal asolando el centro del país? Así podría pedir ayuda a los otros países de la Unión Europea, salir de la crisis y de paso quedar como un héroe.
- ¡El presidente de España ideó todo esto! Joder, sabía que era un cabrón, pero no me imaginaba que cayese tan bajo - exclamo furioso. Me cago en él y todos sus ministros. Maldito.
- Y funcionó, ¿sabes? Ahora España tiene ayuda de todo el mundo, y están saliendo de la crisis.
- ¿Pero y las bombas? ¿Nadie se pregunta por qué hay tanta destrucción?
- Nadie ha ido a Madrid. No se sabe qué pasó, solo que no se puede entrar porque hay un virus peor que el ébola matándolos a todos. Luego de las bombas, que en realidad son dispositivos de dispersión del virus, todos los sobrevivientes fueron reasignados a otra ciudad, y cerraron los límites de Madrid. Enviaron a algunos helicópteros para ver la real magnitud de la destrucción...
- Y gracias a eso nos salvamos - lo interrumpo.
- No lo sabía.
- Sí, vinieron unos helicópteros y les pedimos ayuda. Y volvieron a las afueras de la ciudad para salvarnos - le digo.
- No lo supe. Desde que tiraron el virus, me aislé de todos. No podía creerlo. Supuse que mi hija estaba muerta, y por mi culpa. Me encerré en este despacho y lloré. Tantas muertes por mi culpa.
Ahora entiendo su aspecto. Dejó de preocuparse por su aspecto, por sí mismo por la tristeza. Joder. Ya no puedo odiarlo. Digo, es su culpa, pero él no quería nada de esto. El verdadero culpable es nuestro jodido presidente.
- Pero tú la trajiste, chico. Gracias nuevamente. Estoy en deuda contigo.
- Pero si Ayelén no se salva... - murmuro - no podré perdonarlo.
El hombre baja la mirada.
- Tengo fe en que se salvará. Ya no puedo hacer nada por Madrid, pero sí por mi hija. Y por todos los que se salvaron - me mira fijamente - hay que ponerte la cura a ti también.
¿Qué? ¿La cura? Se pone de pie, camina hacia la puerta y me indica que lo siga. Vamos hacia otra puerta blanca. Joder, ya estoy hasta los cojones de las puertas blancas. La abre y es igual a la sala donde está Ayelén.
- Sácate la chaqueta y despeja tu brazo - me dice. Yo le obedezco. Él saca una jeringa, la inserta en un frasco y succiona un líquido parecido al que le inyectó a Ayelén, pero un poco más claro. Me toma el brazo y me clava la aguja en el hombro. Hostia puta, me cago en todo ¡Joder! Es como si me inyectara vidrio molido por las venas. Saca la aguja y me coloca un algodón. Coño, siento el brazo entumecido.
- ¿Qué cojones era eso? - le pregunto adolorido.
- Es la cura preventiva. Le inyectaremos lo mismo a todos los supervivientes.
Pobre Mangel, él odia las inyecciones. La puerta se abre y una mujer con bata entra rápidamente.
- Míster Maynart, your daughter... - dice la mujer.
- What happen with her? - pregunta el doctor.
La mujer no responde, solo lo mira con angustia. Mierda, qué le pasó a Ayelén. El doctor me mira y sale por la puerta casi corriendo. Yo lo sigo pero algo más lento. La inyección me entumece todo el lado derecho y no puedo caminar bien. Joder Ayelén, no estés muerta, por favor. No estés muerta.
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Youtubers en Zombie Land [Finalizada]
FanfictionRubius, Mangel y Alexby se darán cuenta de la peor manera que todas las horas que gastaron jugando y viendo películas no serán suficientes a la hora de sobrevivir en una ciudad llena de muertos vivientes. Con la ayuda de Ayelén, una chica que vende...