Capítulo 33: Arranque De Ira

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Dejé a los 4 demonios en la sala mientras me encerraba en mi habitación con mi teléfono.

No podía creer lo que estaba viendo. Rebeca me había enviado por medio del teléfono de Roger unas fotografía en las que salía ella y él, desnudos, en lo que parecía una cama de motel.

No creo poder describir lo mal que me sentía en ese momento. Y me sentí peor cuando me llegó un video.

— ¡¿Kary?! — Niko golpeó a la puerta. — ¡¿Estás bien?!

— Déjame... — lancé mi teléfono a la cesta  de ropa sucia.

— ¿Kary? — insistió.

— ¡Déjame en paz! ¡Todo esto es tu culpa! — le grité a la puerta — ¡Si no te hubieras aparecido nada de esto estaría pasando!

— Pero tú me llamaste...

— ¡No esperaba que... aparecieras! ¡¿De verdad creíste que quería un demonio dentro de mi hogar?! — abrí la puerta y los vi a los tres parados frente a mí.

— No estarás hablando enserio... Solo lo dices porque Roger te...

— Nunca había dicho algo tan enserio en toda mi vida... — Realmente estaba furiosa. Y los chicos eran los únicos que estaban ahí para desquitarme.

— ¡Pues bien! — Niko alzó la voz — ¡Si eso es lo que quieres...! ¡Cumpliré tu deseo! No es necesario pagarme...

Niko me dio la espalda, chasqueó los dedos y desapareció. Evee salió detrás de él. Anthony me miró en silencio.

— Es una orden... — le dije fríamente. Anthony obedeció y desapareció igual que los demás.

Me quedé un largo rato en mi habitación intentando calmarme. Pero era imposible lograrlo si lo único que hacía era ver el video una y otra vez. Escuchar a Rebeca me hacía odiar a todos, incluso a mi misma.

"¿De verdad creíste que me iba a asustar tan fácilmente...? Ni creas que me apartarás de Roger o de Mi hijo, niña estúpida...".

Todo eso lo decía mientras se acomodaba junto a Roger y lo besaba en los labios para luego montarse sobre él.

"...Este hombre es demasiado bueno para ti, querida. Un hombre como él necesita una mujer de verdad".

Curioso que ese hombre no se mueva. Cualquiera diría que está muerto... — Mox estaba mirando sobre mi hombro con una taza de té de hierbas en sus manos.

— ¡¿Ay dios que espanto! ¡¿Por qué aún estás aquí?! — me había dado un susto de muerte.

— Decidí quedarme luego de lo ocurrido. Supuse que como humana que es usted, podía estar exagerando las cosas. Y como yo no soy un demonio de su propiedad, no tenía por qué obedecer a su arranque de ira. — dijo mientras revolvía el té y bebía un sorbo.

— No creo estar exagerando. No con unas pruebas como estas... — mis ojos se llenaron de lágrimas.

— Humanos... — dijo Mox — son tan exagerados y sentimentales. Realmente no me sorprende que la mayoría acabe allá abajo por eventos como este.

— ¿De qué carajo hablas ahora...?

— ¿Me permite? — estiró su mano y le entregué el teléfono mientras él me entregaba la taza de té — Verá, señorita Kary. Es obvio que hay algo oscuro detrás de todo esto ¿o me dirá que no le parece raro el que ese hombre no reaccione ante los estímulos de esa mujer? Cualquiera lo haría, ciertamente.

— ¿Dices que esta tipa lo drogó o algo así? — le pregunté, ahora poniendo más atención al video.

— Digo... Exactamente eso. — me devolvió el teléfono y tomó la taza de té.

— Pero... ¿Qué hacía Roger con Rebeca? — Miré a Mox.

— Solo hay una forma de averiguarlo. — me ofreció su mano.

— ¿De verdad vas a ayudarme?

— El amo me envió para servirle. Definitivamente me colgaría de las patas si se entera que no lo hice. Además, un poco de acción en mi vida no es malo de vez en cuando.

— ¿Sabes en dónde están?

— Señorita Kary, yo sé mucho del mundo humano. Y puedo asegurarle que sé hacia dónde llevó esa mujer al hombre.

— Bueno... Vamos... — Tomé su mano — ¡Ay no, espera!

Ambos aparecimos fuera de un cuarto de motel en un abrir y cerrar de ojos. Sentí ganas de vomitar.

— ¿Estás bien? — me sobó la espalda.

— Estoy bien... Es solo que...

— Debió ponerse un poco más de ropa ¿no cree? — miró mi pijama, que solo era unos shorts y una polera de tirantes que no dejaba mucho a la imaginación. — ¿Piensa tocar o quiere que lo haga yo?

— ¿Dejarás que te vea? — estaba un poco nerviosa.

— Nuestro trabajo es castigar a los pecadores. Y para esa mujer, no hay mejor castigo que un buen susto como este. Además... Mi presencia no será tan importante como la suya.

Mox estuvo a punto de tocar la puerta cuando esta se abrió, dejándonos a Rebeca y a mí frente a frente.

— Miren nada más... La zorrita que... — no la dejé terminar y la abofeteé con fuerza.

— ¿Qué le hiciste a Roger, maldita enferma?

— ¡Eres una...! — estuvo a punto de ponerme las manos encima.

— Si me permite... — Rebeca se quedó sin habla — me presento, soy Mox — sus ojos se tornaron rojos — y he venido a castigarte... — su voz se distorsionó al decir eso. Debo decir que hasta yo me sentí intimidada por ese cambio de actitud.

Rebeca terminó por apegarse a un rincón y caer sentada mientras yo iba hacia Roger para ver su estado. Estaba dormido; pero no reaccionaba.

— Roger. Roger, cariño. — Comencé a moverlo hasta que al fin reaccionó. — Ay que bueno.

— Suerte para ella que el sujeto sigue con vida. — guardó una libreta — De otro modo me habría divertido un poco... — parecía decepcionado.

Roger tardó un poco en volver en sí mismo. Parecía muy desconcertado al verme a mí, el lugar, a Rebeca, y a Mox. En especial a Mox.

— ¡¿Qué está...?! ¡¿Y eso qué es?! — se sentó de golpe — ¡¿Rebeca?! — la vio sentada mirando a Mox.

— Roger... Puedo...

— Señorita Kary, yo puedo explicarlo. Pero por favor, les pido a todos que se sienten en silencio y que No me interrumpan, por favor... Ya bastante tuve con esos tres como para que humanos adultos no me dejen hablar ahora.

— ¿Por qué esa cabra está hablando...? — preguntó Roger.

— ¡No soy...! Una cabra... — parecía irritado; Pero intentó calmarse de inmediato — soy un Sátiro. Es algo MUY diferente. — hizo aparecer una taza de té y bebió un sorbo. — Ahora bien. Les explicaré la situación lo más básicamente posible para que sus mentes humanas no exploten de una vez. — Hizo aparecer un libro y nos entregó a cada uno lo que parecía un panfleto.

Mox se veía muy emocionado por hacer lo que hacía. Conocía perfectamente esa expresión en su rostro. Como la de un niño a punto de hacer algo que siempre quiso hacer.

Mi endemoniada vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora