Capítulo 8: La Cita

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Estaba en la gloria por haber recibido el simple beso de un hombre que me encantaba. Y que estaba a pasos de caer dormido.

Roger se puso de pie, me tomo de la mano, y me llevó directo a su habitación. Esperaba que nadie nos viera.

Al cerrar la puerta, Roger me abrazó y puso su barbilla en mi hombro. Yo lo abracé como por inercia. En realidad nunca había estado en esa situación.

— No haré nada, que tú no quieras hacer... — murmuró.

— Si quiero. — me sentí completamente avergonzada luego de decir eso. ¿Qué pensaría de mi en la mañana?

Caminamos sin separarnos hasta llegar a la cama. Ahí, Roger cayó de espaldas, y yo sobre él. Comencé a besarlo con menos timidez. Al carajo lo que pasara mañana y los días siguientes.

Acabé por desabrochar su camisa mientras él hacía lo mismo con mi blusa. Pero antes bajarle los pantalones, me detuvo.

— Espera, ¿Podrías echarle un vistazo a Alex? Lo siento. — no tenía opción.

— Claro, no tardo. — volví a ponerme la blusa y salí de la habitación corriendo de puntillas.

Me asomé al interior de la habitación de Alex para ver cómo iba todo y luego volver con Roger.

Todo se veía en orden. Alex estaba dormido en su pequeña cama con su perrito a su lado.

Comencé a cerrar la puerta lentamente; pero antes de cerrarla por completo, recordé algo relativamente importante.

— Roger no tiene animales... — acabé entrando sin hacer ruido hasta llegar junto a Alex. Agarré al perro del pellejo, y salí de la habitación. — ¿Qué mierda crees que estás haciendo? — discutí murmurando.

— Alex me hizo un espacio para que durmiera con él ¿ya viste el tamaño de su cama? Es diminuta. Obviamente no iba a caer en mi forma humana.

— Harás que descubran que eres un demonio y me harás quedar mal frente a Roger... — Niko me miró con su cara de perro.

— Oooooohh... Así que de eso se trata ¿no? — rió en voz baja — descuida, Alex no se lo dirá a nadie... Es un secreto entre nosotros.

— ¡¿Qué?! ¿Acabas de decir que sabe lo que eres?

— No exactamente... — desvió la mirada.

Miré el reloj. Habían pasado cerca de 10 minutos desde que salí de la habitación. Lo estaba haciendo esperar mucho.

— ¿Me bajas? — dijo Niko — o Alex se despertará y ya no podrás coger con su padre.

No tenía opción, Niko tenía razón en eso. Resignada, lo dejé caer al suelo y lo deslicé con el pie hacia el interior de la habitación.

— Los de protección animal no estarían felices contigo...

— Cierra la boca. Los perros no hablan. — Cerré la puerta.

Al volver a la habitación, cerré la puerta despacio y caminé de puntillas hasta él.

— Está bien... ¿En dónde nos habíamos...? — Roger se había quedado dormido en el mismo lugar en el que estaba cuando me fui. — ¿Roger?

Debo decir que fue bastante decepcionante pasar por esa situación. Supongo que no podía enojarme con nadie por eso. Ni siquiera con Niko.

— Roger... — murmuré — te vas a enfermar si no te cubres...

Roger se sentó en la cama como un sonámbulo. Parecía estar en modo automático, porque se terminó de quitar la camisa, los zapatos, y los pantalones. Luego se recostó, y se cubrió con las sabanas.

Habría sido un completo disparate de mi parte si solo me acostaba junto a él sin haber hecho nada. Así que solo arranqué el cubrecamas, y me fui a dormir al sofá.

A la mañana siguiente me desperté por un molesto toque en mi cara. Cuando abrí los ojos, vi a Niko y a Alex acuclillados frente a a mí. Era Niko el que picaba mi cara.

— ¿Cómo estuvo tu cita de anoche...? — preguntó inocentemente.

— Cierra la boca... — me cubrí hasta la cabeza.

Nadie dijo nada durante el desayuno. Niko y Alex habían comenzado a jugar con la comida.

— Alex, basta. — dijo Roger.

— Niko, basta. — le dije.

— Sí, papá — dijo Alex.

— Sí, mamá — dijo Niko.

— No me digas así... — reclamé.

— Sí, Kary... — dijo Niko

Al terminar, Alex y Niko fueron a jugar al patio trasero. Era tan incómodo el silencio que había entre Roger y yo.

— Kary... En verdad lamento lo de anoche. Yo...

— Roger... Tranquilo. No hay problema — había un infierno dentro de mí. — de verdad no pasa nada... — sonreí. Niko entró de repente.

— Oye Roger ¿podemos Alex y yo ir al parque de aquí junto?

— No veo por qué no... — me miró.

— Gracias, volveremos en un par de horas — le dio unas palmaditas en el hombro y se acercó a su oído — no lo arruines ahora, amigo... — murmuró en un tono audible para ambos. Roger se puso colorado mirándome — ¡Vamos Alex, el tiempo es oro! — salieron rápido y cerraron la puerta de golpe.

— Yo... Lamento eso... — ¡Niko eres un idiota!

— En realidad... Yo no. — dijo algo nervioso. Me sorprendí mucho al oír eso. Aunque ¿era sorpresa lo que sentía realmente?

— ¿En cuanto vuelven? — Preguntó.

— 2 horas — respondí rápido.

— Entonces no perdamos el tiempo.

Roger y yo aprovechamos cada minuto de esas 2 horas. Debo decir que fue uno de los mejores momentos de mi vida. No pensé que Roger fuera a ponerse así de prendido. Era muy diferente al Roger de anoche. Demasiado diría yo...

— ¡Volvimos! — Avisó Niko. Ambos reímos por lo que hacíamos.

— ¡Ahora vamos! — dijo Roger sin dejar de mirarme — Eso fue...

—....Completamente maravilloso... — completé su oración, y luego lo besé.

— ¡Karyyyyy tengo hambre! — gritó Niko.

— ¡¡QUE YA VOY!! — le grité.

Mi endemoniada vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora