Capítulo I

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Saranac Lake 13 de enero del 2018.

Clarie arrastró su maleta por las húmedas calles de ese que alguna vez fue su pueblo. Cada paso que daba observaba en todas direcciones casi sin poder creer los que sus ojos estaban viendo. Habían pasado siete años desde que abandonó Saranac Lake junto a su madre. Ese lugar lleno de vida que alguna vez había sido su hogar ahora se veía diferente, aterrador. La oscuridad reinaba en cada rincón a pesar de que apenas eran las dos de la tarde. Las casas que alguna vez fueron pintorescas ahora parecían caerse a pedazos, y el bosque, ese bosque donde antes solía jugar junto a su hermano y amigos, le causaba escalofríos. Saranac Lake se había convertido en sombras y oscuridad.

Sólo había una razón por la que Clarie Stuart había regresado y esa era terminar su último año en una escuela fija, ya que su madre se había casado con un hombre de negocios quien viajaba de país en país gracias a su trabajo. Se hartó de cambiarse de escuela y de la gente nueva. Aunque le dolía el hecho de abandonar a su madre, tenía muy en claro de que Peter la cuidaría muy bien. Sólo tenía que seguir su propio camino, después de todo solo le faltaba un año para cumplir la mayoría de edad.

Caminó una cuadra más hasta que visualizó a Sharpey Willians apoyada en el capó de su coche negro. Cuando esta la vio se apresuró a Clarie recibiéndola con un abrazo no tan efusivo como para haber sido mejores amigas en el pasado. A Clarie no le sorprendió, estaba segura que en ese lugar nada era como antes y su amiga era el vivo ejemplo de que la inocencia ya no existía en el pueblo.

Entornó los ojos y la miró disimuladamente, sacar un cigarrillo y llevarlo a su boca. —Nick ha estado como loco desde que se enteró que venias— manifestó la chica de pelo rosa sin apartar la vista de la calle.

—Me imagino —respondió Clarie con una débil sonrisa. No es que ella no lo haya extrañado, sino que durante los últimos años la noticias llegaron a sus oídos, Nicolás dirigía una pandilla de delincuentes, y al ver a Sharpey con su pinta rebelde, su chaqueta de cuero con el logo de un búfalo y las escrituras "Búfalos del Norte" grabado en su espalda; confirmaban los rumores.

No es que no supiera nada acerca de los búfalos, estaba al tanto de que cuando a su padre lo encerraron, Nick heredó su puesto como líder. Sólo le costaba creer que su hermano fuera capaz de realizar las cosas de que se le acusaban, como, por ejemplo: casi matar a golpes a Carter Jason.

La hija del fundador de una pandilla de delincuentes, en su mayoría juveniles y rebeldes, había llegado a Saranac Lake y ahora se encontraba de pie mirando la que alguna vez fue su casa. Sintió un poco de enojo al ver el estado de esa propiedad, muros que se caían a pedazos, vidrios rotos remplazados por bolsas de nailon negras, maderas podridas y basura en el césped. Esta no era su casa, sino más bien un nido de rata, o, mejor dicho, de búfalos.

Sus pies hicieron crujir el césped seco cuando lo pisó, un escalofrío le recorrió el cuerpo. A medida que se acercaba a la entrada le daban unas terribles ganas de correr, y estuvo a punto de hacerlo, pero la voz de Sharpey la detuvo. —Él es Julio Peabody, le decimos JP, es uno de los miembros más recientes de los búfalos —le presento la peli rosa. Ni siquiera se había dado cuenta del sujeto sentado en el porche, este la miraba como si fuera un bicho raro.

El tipo extendió su puño en seña de saludo al cual Clarie correspondió con algo de temor.

Si el frente de la casa estaba hecha pedazos, imagínense por dentro. Parecía un chiquero de chanchos cosa que le dio algo de repulsión. La oscuridad habitaba en cada pasillo y de no ser por la luz de neón color rojo no se vería ni a sí misma. La casa estaba repleta de hombres y mujeres, todos vestidos con sus respectivas chaquetas. A medida que iba adentrándose podía sentir la mirada de todos sobre ella. Respiró hondo cuando logró reconocer a su hermano al final del pasillo, ese chico de ojos verdes se veía fatal. 

Todos sabían que desde que encerraron a su padre Nicolás no había corrido con la mejor de las suertes, se había convertido en un chico de 15 años que tuvo que madurar a la fuerza. Él se esforzaba día a día por sostener su pandilla, para que cada miembro tuviera algo que comer, aunque eso significara mancharse las manos. Es por eso que los búfalos lo veneraban como su rey, porque el daba la vida por los suyos y los suyos por él.

La llegada de su hermana lo tenía incómodo, él sabía que si sus enemigos se enteraban de ella lo tomarían como un punto de quiebre. Su mayor prioridad justo ahora era mantener a salvo a su hermana. 

Sharpey lo rodeó con sus delgados brazos y lo atrajo hacia ella besándolo con euforia, pero Nick solo la apartó. En lo último que podía pensar en ese momento era en acostarse con su novia, sabiendo que faltaban horas para la llegada de su hermana. 

Nicolás Stuart era un chico rebelde al cual le gusta que todo salga según lo planeado. Pero pese a las horas que pasaban se ponía más nervioso ya que no tenía un plan, no sabía qué hacer con su hermanita, solo sabía que no podía estar cerca suyo ya que sería un blanco fácil para cualquiera de sus enemigos.

— ¿Estás así por Clarie? —preguntó de mala gana la chica a su lado. Nick suspiró con pesar.

—No sé qué voy a hacer Sharpey, con mi hermana en el pueblo todo se complica —se levantó de la cama y comenzó a caminar de un lado a otro por la habitación —Si los lobos se llegaran a enterar... —paso una mano por su frente secando los rastros de sudor. Ni siquiera quería imaginar lo que pasaría.

—Le hubieras dicho que no viniera —rodó los ojos, en realidad poco le importaba.

—Esa no fue una opción. Mi hermana es la persona más cabeza dura del planeta, deberías saberlo —le dio una mirada rápido a Shar, su rostro no reflejaba nada como si le importará poco que estuviera como loco — ¿Qué no es tu mejor amiga? —la mujer de pelo rosa giró su cabeza desviando por completo cualquier contacto visual.

—Era...mi mejor amiga —se levantó de la cama y comenzó a vestirse —Pasaron siete años Nick, ¿Qué esperabas? ¿Que nos hagamos peinados como a los cinco años? —soltó una risa sarcástica. 

—Solo quiero que estés cerca de ella y que la cuides —suplicó el castaño, aunque ambos sabían que no era una súplica sino una orden. La chica solo asintió. Para nada le agradaba la idea de ser niñera de una chiquilla cabezona. Pero también sabía que se trataba de su novio, del rey Búfalo, no estaba dispuesta a desobedecerlo, no faltando poco tiempo para su coronación. 

Como cualquier rey, desea tener su Reina. Ese sostén para los malos ratos, los consejos para las decisiones más difíciles y el apoyo emocional en las situaciones de quiebre. Eso había sido Sharpey en los últimos dos años, una fiel e irreemplazable compañera para Nick. Y aunque muchos la criticarán diciendo que solo lo hacía para que él le cediera un cargo junto a él, era lo que menos le importaba.

La chica había crecido en la zona más bajas de Saranac Lake, junto a su padre alcohólico y violento. A los 15 años se unió a los búfalos escapando de su oscuro y perturbador pasado. Nick fue su apoyo y contención en las noches de pesadillas, le había enseñado a controlar su ira y sus miedos.

Sharpey Williams no quería admitir que se sentía amenazada con el regreso de Clarie Stuart, con esa chica cerca sabía que de alguna forma su reinado corría peligro ya que Clarie era una búfala de sangre. En cambio, ella solo era la novia de Nick. Aunque, Shar no era cualquier chica, y se aseguraría de defender su puesto con uñas y dientes, aunque eso significara ir contra la que alguna vez fue su mejor amiga.  


Clarie Stuart

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Clarie Stuart

Falling In Your LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora