Capitulo XXXVII

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—Tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan puede y será usado en su contra. Tienen derecho a un abogado, si no tienen uno el estado se lo concederá. — dijo Keller mientras metía a ambos chicos en la patrulla.

Sharpey comenzó a llorar como si lo que estuviera viviendo era la cosa más humillante que le habían hecho en la vida. Por otro lado, León solo miraba a su chica, enojado porque en ese estado podría hacerle mal a su bebé y si eso llegaba a pasar se encargaría de matar a Keller con sus propias manos.

Keller encendió las sirenas y las luces de la patrulla mientras llevaba a los detenidos detrás, a la peli rosa le parecía aún más humillante. Las personas del pueblo se quedaban mirando el automóvil policial como si nunca hubieran visto uno, el viaje se hizo muy largo para los detenidos que ni siquiera podían hablar.

Al llegar a la comisaría Sharpey se negaba a bajar de la patria y exponerse de esa manera, cualquiera la podía ver e ir con el cuento a Nicolás y eso era lo que menos le convenía en este momento.

Maldijo el no haber tirado el arma en arroyo para que la arrastrará la corriente y maldijo que León sea un fracasado y odio el hecho de que la estúpida de Mara haya metido su nariz, por qué si de algo estaba segura era que la idea de arrestarla no era de Keller sino de esa rubia mal teñida.

Una policía tuvo que ayudar a Keller a sacar a Sharpey de la patrulla, la chica peli rosa dijo que no se sentía bien, así que la derivaron a enfermería mientras interrogaban a León.

Lo llevaron por el pasillo de la comisaría hasta el final, lo metieron en una habitación oscura en la que sobre la mesa había una lámpara que apenas alumbraba, la tenue luz blanca apenas alcanzaba para verse las caras los unos a los otros, pero no más allá de la habitación.

— ¿Por qué dijiste que fuiste tú? Las huellas en el arma homicida no eran tuyas. —dijo el oficial en la sala de interrogatorio.

—Porque fui yo. —habló con la mirada perdida en las esposas en sus muñecas. No era nada nuevo para él, no se sentía presionado y mosquitera se inmutaba ante la mirada pesada de ese oficial de policía. —Yo obligue a Sharpey a matar a Trevor.

Cuando terminó esas palabras, su compañera se hizo presente en la sala. Sólo le dio una mirada fugaz a León y se acercó a Keller para quedar a la altura de su oído.

—La chica está embarazada. — susurro para que solo él pudiera escucharla. Eso tomo por sorpresa a Erick.

Le dio una mirada a la chica que salió con entró, casi sin hacer ruido y desapareció por los pasillos de la comisaria dejando a Keller con la duda en su cabeza «¿Estará encubriendo a la chica embarazada?»

—Continua con tu relato, — Se dirigió al pelinegro mientras anotaba lo que este decía en la computadora. — ¿Qué pasó con Trevor? ¿Qué motivos tenías para terminar con su vida? —Preguntó el oficial intentando acabar con la coartada del muchacho.

León suspiro. Por un momento cerró sus ojos como si viajará en el tiempo justo a ese momento cuando sacaba Trevor de la cajuela de ese auto que habían arrebatado a las afuera del pueblo. Le hecho una mirada a la bolsa de arpillera que le habían puesto en la cabeza para que no pudiera ver nada en el camino.

La peli rosa acomodo la silla de madera en medio de esa horrible cabaña, donde antes vivía el padre de Sharpey. De mala manera lo sentó mientras la chica se encargaba de atarlo.

—Quédate quieto. — la peli rosa amenazó con el arma en su mano. La misma que había comprado por pocos dólares a un tipo que no conocía.

León la miró asustado, parecía que las cosas se estaban saliendo de la mano. La chica le había dicho que tenían que darle un susto, no que iba a salir lastimado.

— ¿No crees que te estás pasando un poco? —preguntó el pelinegro mirando a su cómplice.

—No, se merece esto y mucho más. —dijo pateando al chico que se encontraba atado en la silla.

Cuando el chico Jones logró aclarar su visión las voces que había escuchado desde que lo sacaron de su casa ahora tenían rostro. Y no es que no se los haya puesto antes ya que sabía a la perfección de quienes se trataba.

— ¿León que mierda haces? —preguntó el chico pelirrojo sin poder creer lo que sus ojos veían. Era León, el mismo que le había prometido amistad eterna.

En ese punto sentía como si le hubieran clavado una cuchilla en el medio de su corazón. Habían sido mejores amigos desde que todo lo de la pandilla empezó, siempre apoyándose el uno en el otro en los peores momentos. Y ahora ¿Qué había pasado?

—Perdóname amigo. —susurró León mientras Sharpey había ido a buscar algunos elementos al automóvil rentado. —tranquilo que no voy a dejar que nada te pase. —prometió el pelinegro.

—Desátame León, no tienes que hacer esto, no te dejes manipular por esa arpía. —suplicó el chico amarrado a la silla.

—No puedo, te hubieras quedado callado como te dije y te hubieras ahorrado todo este problema. —contestó León un poco cansado de la situación.

— ¿De qué mierda hablas? piensas que soy tan hijo de puta de contarle a Charlie que te estas cogiendo a la novia de Nicolás, te mataría con sus propias manos. —escupió con rabia. Era frustrante toda la situación teniendo en cuenta que él no había abierto la boca con respecto a lo que había visto ese día en la sala de música. El sí tenía códigos.

—No, pero Sharpey desconfía y quería darte un susto nada más. —dijo el pelinegro tratando de calmar a su amigo.

— ¿Y después qué? —preguntó irónico. —No voy a salir de esta mugre vivo, ambos lo sabemos. — negó con la cabeza.

León sintió una punzada en el estómago al ver el dolor en la mirada de Trevor -No digas eso, no vas a salir lastimado- contestó el chico parado tratando de calmarse más a sí mismo que a su amigo, aún no sabía de lo que Sharpey era capaz.

—Si piensas que después de todo esto me voy a quedar callado estás equivocado. — lo miro con odio. —Y si crees que ella me va a dejar ir... te estás equivocando feo. — desvió la mirada. Ya no era capaz de mirar a ese tipo, en ese punto lo odiaba

—Tienes razón. — dijo Sharpey entrando nuevamente a la cabaña y con el arma apuntando a la cabeza del chico atado.

A Trevor Jones le temblaban las piernas, nunca en su vida había vivido una situación así. Y que sea en manos de su mejor amigo lo hacía aún peor. Sólo quería despertar de esa pesadilla y escaparse con Mara a un lugar donde nadie los encontrará.

No era estúpido, sabía que ese era su fin y no podía hacer nada para cambiarlo.

— ¡Espera! podemos llegar a un acuerdo. —exclamó León con la intención de hacer cambiar de idea la peli rosa.

—No hay nada que pensar, ya escuchaste sus últimas palabras. —dijo Sharpey sacando el seguro del arma, casi lista para disparar.

Sharpey apuntó el arma a su cabeza y lo miró fijamente con una pequeña sonrisa en sus labios. Lo estaba disfrutando de eso no había dudas, esa chica amaba tener el control y en ese punto lo tenía.

—Vamos, perra dispara. —provocó Trevor sonriendo con malicia. —Demuéstrale a León la clase de basura que eres, la clase de basura que quiere matar a su propia sangre, a su hermano. Espero que esto te abra los ojos. — dijo mirando fijamente al pelinegro. Logrando con esas palabras que Sharpey se enfureciera aún más. 

Falling In Your LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora