CAPITULO XVII

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Mara caminaba por el pueblo mientras recordaba algunos momentos que había pasado con Trevor.

Se quedó mirando una esquina recordando aquel día en el que lo vio por primera vez, se habían chocado y siguieron su camino, pero en ambos quedó grabado el momento en su mente.

Cada vez que viajaba a esos recuerdos tan felices que habían pasado juntos se le rompía el corazón, jamás iba a volver a estar con él y no iba parar hasta encontrar quién le había hecho eso a un chico tan bueno, le habían arrebatado sus sueños e ilusiones y no era capaz de entender el por qué.

Iba tan encarnada en sus recuerdos que ni siquiera prestó atención a la gente que pasaba junto a ella, al menos hasta que una masa muscular impacto contra su cuerpo flacucho, haciendo caer su libreta de anotaciones. Levantó la mirada para insultar a ese sujeto, pero las palabras no salieron de su boca. Aquel muchacho alto con ojos claros y apariencia peligrosa la había dejado sin palabras. Sabía que era el, ese hombre de mirada salvaje, con historial delincuente.

Nick miró la libreta roja tirada en el suelo, tenía varias anotaciones en ella y algunas hojas sueltas, pero lo que más le sorprendió fue ver el nombre de Sharpey escrito en ella. Tomó aquel cuaderno con una de sus manos y se lo devolvió a su dueña - Disculpa, no estaba prestando atención- se disculpó el chico de ojos verdes.

—Está bien, yo tampoco estaba prestando atención —contestó la rubia mientras tomaba la libreta. El contacto de las manos frías de él la estremeció.

Nick siguió con su camino, pero antes de doblar en la esquina se dio vuelta para mirar a la rubia, quien se había quedado parada en el mismo lugar.

Luego de reordenar todas las hojas sueltas que tenía en la libreta Mara siguió su camino, se dirigía justamente a la casa de Nick a buscar a su hermana, necesitaba hablar con ella para organizar un plan, la castaña tenía que encontrar la forma de ir a la casa de Sharpey y así buscar pruebas de que la pulsera le pertenecía a la peli rosa.

—Al fin —suspiró aliviada cuando vio la desarreglada casa de los hermanos Stuart. Tocó timbre en espera de ver a su amiga, pero quien abrió la puerta fue JP.

—Buenas —dijo el chico tratando de ser amable.

— ¿Está Clarie? —preguntó la rubia sin rodeos, no iba a fingir ser amable con ese tipo.

—Si, pasa —le dio una mirada fría mientras hacía un ademán para que entre, la guio hasta la habitación de Clarie y la dejó allí.

—Al fin, un lugar limpio —suspiró la rubia exasperada ya que había estado esquivando toda la basura que había en el suelo de la casa— ¿Cómo puede haber tanto contraste entre tu habitación y ese chiquero?

—Mi hermano es un desastre, para limpiar toda la casa necesito que me ayuden cien personas— río la castaña.

—No lo dudo —arrugó la nariz. —No vine en son de paz —manifestó la hija del policía sin titubeos. —Necesitamos armar un plan para que vayas a la casa de Sharpey y revises sus cosas - hizo una pausa mirando hacia la puerta — ¿No está tu guardaespaldas detrás de la puerta escuchando esto verdad? — preguntó preocupada, nadie podía enterarse de eso.

—Yo creo que sí, siempre está ahí —dijo la castaña con sinceridad

—Efectivamente, aquí estoy —dijo JP abriendo la puerta — ¿Qué es lo que tienen que revisar? No puedo dejarte ir sin el permiso de Nicolás- sentenció.

—Por favor, tienes que ayudarnos, es algo muy importante —suplicó Clarie.

—Primero me cuentan de qué se trata —suspiró.

—Está bien —comentó la rubia —creemos que Sharpey tiene algo que ver con el asesinato de Trevor —confesó.

— ¿Y por qué carajos piensan eso? —el chico de cabello largo miraba a ambas chicas como si se les hubieran caído un par de tornillos.

—Encontramos una pulsera roja en la escena del crimen y ella entró al vestuario donde estaban mis cosas a buscarla —contestó la castaña esta vez.

—Siempre supe que Sharpey estaba media loca, pero de ahí a cometer un asesinato... —confesó el pelinegro, aunque pensaba que esas dos estaban exagerando. —Espera ¿Tú estuviste en la escena del crimen? —JP observo a Mara cómo si fuera la locura en persona.

—Es una larga historia —la rubia sólo hizo un ademán con la mano queriendo restarle importancia.

—Si, pero mi hermano no puede saber nada de esto hasta que no tengamos pruebas, sabes que confía ciegamente en Sharpey —advirtió Clarie.

—Las ayudare solo porque si te dejo ir sola tu hermano me mata y si no te dejo me vas romper las pelotas —manifestó JP de mala gana.

Y entonces el chico de cabello largo, la rubia y la chica castaña, emprendieron viaje a la casa de la principal sospechosa de la muerte de Trevor Jones con un plan armado y un objetivo en mente, encontrar la pulsera de hilo rojo que había sido hallada en la escena del crimen.

El plan era que Clarie le dijera a sharpey que iba por unas fotos de cuando eran pequeñas, lo más lógico era que la peli rosa la dejara entrar. La castaña tenía en cuenta que su ex mejor amiga guardaba todas esas cosas en el ático y como la casa de la chica era tan grande como una caja de zapatos, no se le haría difícil buscar.

Cuando vio a Sharpey subir se apresuró a revisar, siempre con cuidado de no dejar rastros. Sabía que la chica de cabello rosa se daría cuenta del más mínimo detalle, siempre había sido muy ordenada y observadora.

Vio un cajón lleno de pulseras de todos los colores, pero por mucho que buscó no pudo localizar la de color rojo, eso era lo más raro ya que habiendo tantos colores el rojo era el único que faltaba.

Continuó su búsqueda en una pequeña caja rosada que estaba arriba de un mueble, ahí solo había papeles. Le dio una ojeada por encima y se detuvo en uno en particular, este era una nota con fecha reciente, a nombre de un tal Leopoldo, Clarie no dudó ni un segundo en guardarla en su bolsillo.

Quiso seguir buscando, pero los pasos de Sharpey bajando las escaleras la detuvieron en seco. Para cuando la peli rosa entró al cuarto donde había dejado a su cuñada, la vio mirándose en el espejo fingiendo acomodar su maquillaje.

— ¡Muchas gracias Sharpey! Voy a imprimir las copias y te las devuelvo, quería hacer un collage —mintió y salió de la casa lo más rápido posible.

En la esquina la esperaban expectantes su amiga Mara y su guardaespaldas casi amigo JP. —¿Cómo te fue? —preguntó la rubia impaciente.

—No encontré la pulsera, solo logré sacar esto —contestó mostrando la nota, en ella una carta de amor que decía:

"Quédate con quién te bese el alma, la piel te la puede besar cualquiera ¡Te amo"
                                                                                                                                                    Leopoldo  

Falling In Your LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora