Capitulo XXXIX

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—Entonces ¿me estás diciendo que obligaste a Sharpey a que te ayudará a matar ese chico? —preguntó Keller un poco dudoso.

—No, no me ayudó, yo la obligue. —mintió el pelinegro.

— ¿Y si tú lo mataste cómo llegaron sus huellas al arma? —interrogó teniendo en cuenta que las huellas eran de la chica.

—La obligue a esconder el arma con la que lo mate. —confesó mirando al oficial a los ojos, parecía honesto.

—Y ¿el embarazo es tuyo? —solo esperaba una inconsistencia en su confección, a decir verdad, no creía que ese chico fuera capaz de matar.

—No, nunca estuve con esa chica. El bebé es de Nicolás Stuart. —aseguró.

— ¿Entonces si estabas al tanto de que Sharpey y Trevor eran medios hermanos? —insistió el oficial.

—Si, es por eso que ella estaba en el lugar, intentó defender a su hermano, pero yo amenace con matar a ambos. — sonrió pareciendo psicópata. —El chico rogaba que la dejara con vida.

— ¿Y qué motivos tenías para matarlo? Entrecerró los ojos. —Ustedes eran como hermanos. —recordó haberlo visto juntos en muchas ocasiones, siempre riendo como los grandes amigos.

—Porque me debía dinero de un asalto, somos pandilleros y vivimos de eso. —obvió el pelinegro.

—Okey... —suspiró el oficial. — ¿Estás seguro de esto? —preguntó queriendo darle otra oportunidad.

—No estoy seguro, pero merezco el castigo por haber asesinado a Trevor Jones. —aseguró.

El oficial sin más remedio se puso de pie y lo miró fijamente. —Leopoldo Londoño quedas bajo arresto por el homicidio voluntario de Trevor Jones. —dicho esto último dos oficiales entraron para llevárselo a su celda.

Sharpey salió en libertad ese mismo día sin cargos en su contra ya que su confesión había sido igual a la de León. No porque tuvieran un plan b, o hayan planeado que sus confesiones sean iguales, sino que esa mujer le había echado toda la culpa a ese chico solo por salvar su propio pellejo.

Y León, el solo lo había hecho por su hijo, no quería que la peli rosa pasará su embarazo en una cárcel. Ese bebé no se merecía ser castigado por la locura de su madre, por eso le parecía justo que él asumiera toda la responsabilidad.

Keller caminó por su oficina y escuchó nuevamente la grabación, le costaba creer lo que aquel chico decía, pero tenía sentido y la declaración de Sharpey era irrefutable. La escuchó un par de veces hasta quedar completamente satisfecho y poder cerrar la carátula del caso de una vez por todas, ahora todo el trabajo quedaba para los jueces, fiscales y abogados.

Keller se sentó en su silla un poco frustrado. Resultaba que Sharpey estaba embarazada de Nick y sabía que su hija no estaba enterada, ni siquiera el mismo Nicolás. Esa noticia iba a ser una bomba que iba estallar justo en el rostro de su hija y él tenía que estar ahí para ella.

—Hola hija. —habló a través de su celular, quería ser él quien le dé la noticia.

—Hola papa. —habló la rubia del otro lado.

—Tengo que contarte algo, ¿dónde estás? —preguntó, aunque se imaginaba dónde podía estar.

—Con Nick papá ¿Que paso?

—Atrapamos al asesino de Trevor. —dijo esperando alguna respuesta de su hija, pero solo se oyó la voz de Nick de fondo preguntando si todo estaba bien. — ¿Mara estás ahí?

— ¿Quién fue? — podía notar lo débil en la voz de su hija.

—León. —soltó inseguro de sus palabras.

Después de que Keller le contara a su hija toda la historia desde el arresto hasta encarcelación de León corto la comunicación, dejando a una Mara completamente en shock.

No podía creer que León fuera capaz de algo así, mucho menos de amenazar a Sharpey ¿Con qué objetivo? No tenía ningún sentido.

Cuando le contó a Nick reaccionó de la misma manera, no entendía ni mierda nada.

Pero solo se dedicó a abrazar a esa mujer que ahora estaba devastada.

—Mara. —la habló buscando su mirada. —Te amo. — confesó logrando sacarle una sonrisa a la chica, luego plantó un beso en sus labios.

Mara paso una pierna por encima de Nick hasta quedar sobre su regazo y comenzaron a besarse cada vez con más pasión, y Nicolás parecía querer devorar a esa mujer. La deseaba con todo su cuerpo, alma y corazón, la deseaba más que a nada en el mundo, más que a cualquier cosa.

Jamás se había sentido de esa manera con nadie, ni siquiera con Sharpey y no entendía que tenía esa chica rubia que lo volvía tan loco.

Mara se sentía de la misma manera, con él podía olvidar el mundo a su alrededor. Y aunque le costaba decirlo también lo amaba y deseaba con todo su ser. Era una locura, pero estaba dispuesta a arriesgarlo todo por ese hombre que había tocado en lo más profundo de su corazón.

Viéndolos ahí en ese sillón se podía sentir la fuerte conexión que tenían, una conexión tan fuerte como el acero.

Nicolás le acariciaba la espalda mientras le besaba el cuello, en ese punto ambos se habían puesto de acuerdo en dejarse llevar.

La rubia con las manos temblorosas le saco la remera dejando a la vista su estructural abdomen cubierto de tatuajes. Le gustaba y admiraba todos y cada uno de esos dibujos hechos con tintas, era arte en semejante cuerpo.

Nick le quitó la blusa dejando a la vista solo su sostén negro, en ese momento sintió que iba a explotar. Lo que sus ojos veían no era la gran cosa, pero le gustaba, amaba que esa chica solo sea una chica común y corriente. No se comparaba para nada con Sharpey, pero eso ni siquiera se le cruzo por la mente. Sólo pensaba en las ganas que tenía de hacerle el amor a esa mujer, su mujer.

Sus respiraciones se volvieron agitadas y sus cuerpos emanaban calor, fuego, uno que los quemaba desde adentro hacia afuera.

El chico de ojos verdes la atrajo más hacia él, necesitaba sentirla de todas las maneras posibles. Este acto logró que un gemido se escape de los labios de la chica, cosa que hizo que Nick perdiera por completo el control.

Se puso de pie con ella en brazos y la acostó en ese sofá sin apartar sus labios. Se recargó sobre ella sintiendo todo su cuerpo debajo, se sentía en las nubes.

Se apartó un poco para mirarla a los ojos, esos ojos que brillaban de deseo le dieron a entender que ella también quería lo que él.

Pero antes de que cualquiera cosa pudiera pasar la puerta de entrada se abrió y por ella entró la mujer que se encargaría de destruir ese amor cueste lo que cueste.

Falling In Your LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora