Capitulo XXIX

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León no era el tipo de persona que se conformaba con migajas, él lo quería todo. Desde chico había tenido esa personalidad y no paraba hasta conseguir lo que él quería. Si bien sus padres le habían enseñado valores, había veces que se olvidaba de ellos con tal de complacer a su amada o lograr su objetivo.

Charlie lo quiso acomodar, pero León siempre fue una persona ambiciosa y egoísta. Había hecho trabajos que lo llevaron a la cárcel, pero aun así no aprendía la lección, simplemente no quería.

En el fondo sólo era un niño con grandes ambiciones, no pensaba en las consecuencias de sus actos y se dejaba influenciar fácilmente, así fue como terminó haciendo un trato con narcotraficantes.

Sharpey lo había inspirado a pensar en grande, robar tiendas no le dejaba lo suficiente, sin embargo, un trato con Juan Pérez, un narco de mala muerte, era justo lo que necesitaba.

Había cargado toda la droga en el maletero del auto, eran aproximadamente 50 kilogramos de cocaína. Emprendió el camino desde Saranac Lake hasta Harrietstown, eran aproximadamente 3 horas de viaje y su única compañía era la radio del automóvil.

Lo que León no había hecho antes de partir fue medir las consecuencias, y siendo un novato confiado cualquier cosa podía pasarle. El chico tampoco tuvo en cuenta que había gente esperándolo en la próxima parada, gente contratada por el propio Juan Pérez, con la intención de robarle la droga, esa misma droga que él mismo le vendió. Así era como ese tipo mexicano se manejaba, de esa forma solo él ganaba.

Cuando los matones mandados por el narcotraficante lo acorralaron él intentó huir, aceleró el auto lo más que pudo, pero era gente chunga y tenían armas, lo primero que hicieron fue dispararles a las ruedas del auto para que se detenga.

En los primeros intentos fallaron ya que León tenía habilidad para conducir, esa era una de las ventajas de haberse criado en las calles. Ahí en su coche manejando a toda velocidad se sentía como Toreto de rápidos y furiosos, solo que en él existía una posibilidad mínima de sobrevivir.

Al frustrarse intentando desequilibrar el auto comenzaron a disparar sin objetivo, solo le dispararon sin importar que un tiro le dé en la cabeza, ya había colmado la paciencia de aquellos matones.

Fueron varios kilómetros los que recorrieron a una velocidad suicida. Cualquier obstáculo a esa velocidad podría matarlo y no dejar más que cenizas de ese coche que había comprado hace unos años en un tiradero de chatarra y había armado con sus propias manos.

Una curva que lo obligaba a bajar la velocidad fue la ventaja para aquellos matones que lograron acercarse a la ventanilla de León y le dispararon. El aprovechó la oportunidad para dar un volantazo que logró dar con ese coche, haciendo que este se descarrile, no sin antes dar una vuelta en el aire.

Pero aún quedaba uno más que iba detrás disparándole como si fuera un puto blanco. Y fue entonces cuando apretó el freno logrando que este impacte con el suyo. El coche color naranja pasó encima del auto de León y cayó a uno metros prendiéndose fuego. La bolsa de aire de León se activó salvándolo de romperse la cabeza.

Luego de toda esa adrenalina, siguió manejando intentando llegar a su destino, pero un pulsante dolor en su costilla izquierda lo hizo frenar.

Cuando observó su camisa Blanca, estaba empapada de líquido rojo al igual que el asiento, había perdido una considerable cantidad de sangre

Comenzó a sentirse débil y cansado, ya no podía seguir conduciendo y se quedó dormido al costado de la ruta mientras se desangraba.

Cuando abrió los ojos lo primero que pudo escuchar fue un bip que lo aturdía. Le costó adaptarse a la luz por lo que abrió y cerró los ojos un par de veces hasta poder acostumbrarse. Echó un vistazo a su alrededor y a las agujas enterradas en sus brazos.

—Tuviste suerte jovencito —dijo un médico que estaba a su lado controlando las máquinas.

— ¿Qué fue lo que pasó? —le preguntó con la voz débil.

—Te encontraron al costado de la ruta con un disparo, casi mueres desangrado— contó el médico tomándole la presión —Los policías de afuera quieren hablar contigo, necesitan saber cómo una bala llegó a tú costilla, casi te perfora un pulmón. —dijo el doctor señalando a los hombres que esperaban detrás de la puerta de vidrio.

Cuando León los vio ingresaron a la habitación, el médico asintió con la cabeza dándoles autorización para hablar con su paciente y se fue para que los hombres hicieran su trabajo.

—Creo que me estaban siguiendo unos tipos —dijo, pero se arrepintió al instante que recordó la droga en la cajuela de su coche.

—Encontramos dos coches volcados a metros del lugar donde te encontraron —informó uno de los policías —Solo había gente en uno de ellos. Dos murieron y uno quedó en terapia intensiva.

León estaba tratando de formular alguna excusa creíble pero no era capaz de pensar ya que le dolía mucho la cabeza.

— ¿Por qué te perseguían? —preguntó el segundo oficial bigotudo que lo miraba de mala manera.

—No tengo idea —suspiró el chico de cabello negro —Solo sé que me querían matar y no fue hasta que pude escapar que me di cuenta de que me habían dado. —la historia del chico era consistente con la escena por lo que pensaron que decía la verdad.

Después de todo no habían encontrado la droga en la cajuela ya que los dos sobrevivientes del otro auto la habían sacado sin saber que el tipo que supuestamente estaba muerto en realidad seguía con vida.

Esa era una de las muestras de que León era capaz de todo, a pesar de ser un buen chico en el fondo, su ambición lo llevaba a realizar acciones extremas a tal punto de casi perder la vida, y no había cambiado mucho, sigue igual de testarudo y hasta había sido cómplice de un asesinato solo para demostrarle a Sharpey que lo que ella le pida él lo iba a cumplir sin Importarle perder la vida o su libertad por ello.

Falling In Your LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora