Capítulo 22

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- ¿Qué va a pasar con la Range Rover? – pregunté

Estábamos en pleno vuelo con destino a Argentina. Jorge juraba que el jet no se movía, pero yo estaba increíblemente mareada. Todo era muy lujoso. Los tapizados eran de cuero claro y las cosas alrededor hacían juego con tonos neutros.

Habíamos tomado el vuelo muy temprano. Nadie nos había visto. Agradecí al cielo por ello.

Miré la hora en el gran televisor. Eran las 6:30 am. Sólo llevábamos una hora y media volando.

Bufé. Cristina dormía en un asiento más adelante, estaba alejado, pero no tanto, ¿Qué tan lejos podía ir ahí dentro?

Jorge miraba cómo el sol aparecía por su ventanilla.

-Estará esperándonos en el aeropuerto cuando lleguemos – dijo, sin quitar su vista del cielo.

¿Cómo? ¿Cómo su camioneta estará en Argentina antes que nosotros? ¿en qué la mandaban? ¿en barco?

-No entiendo tu vida – dije, casi sin pensarlo.

Sonrió levemente, sin mirarme.

-Ni yo – se limitó a decir.

Lo había notado nostálgico los últimos días, pero no lograba encontrar la excusa perfecta cómo para preguntar algo tan personal. Teníamos confianza, ¿sí o no?

Una luz se encendió dentro de mí.

-Así qué... en paz – comenté en un susurro, algo dudosa.

-Se me hacía raro que no preguntaras sobre eso antes, ¿Cuánto estuviste aguantando?

Por fin había logrado que me mirara. Giró su cabeza y luego su cuerpo. Se hizo una bola y apoyó su rostro en su hombro. Se rascó con el sin sacar sus manos de los bolsillos. Después de unos segundos, apoyó su cabeza en el respaldo y se acurrucó en el. Sí, todo un bebe. Y yo tenía el gusto de admirarlo.

-Nunca hay paz en mi vida.

Una sonrisa melancólica se asomó en él. Miré de reojo a Cristina. ¿tenía sentido que hablemos frente a él? Estaba dormido, pero, quien sabe.

Jorge me hizo una mueca de que no le importaba.

-Te importa una mierda – bromeé

Me mostró sus dientes. Nota mental: usar frases para verlo sonreír.

-Nunca hay paz en mi vida, pero, normalmente, yo siempre estoy en paz conmigo mismo – continuó hablando y me acomodé de tal modo para quedar igual que él, en espejo. Estábamos increíblemente cerca -. Y estos últimos días ni siquiera había podido lograr estar tranquilo por dentro. No podía ni dormir en las noches, estaba volviéndome loco.

Quería abrazarlo.

-Después de arreglar todo con Michael y luego de hablar contigo, lo logré.

Así que eso había logrado, estar en paz con él. ¿Qué tan loca y anormal podía ser su vida para nunca estar tranquilo?

Necesite decirlo, aunque no me creyera o sonara muy cliché:

-Todo estará bien.

Sonrió de lado y se encogió de hombros. "Le importa una mierda", pensé. Reí ante mis pensamientos.

Nos quedamos en silencio, mirando al otro por unos segundos.

Ere increíblemente tierno y lindo. Una parte de mí se relajó al conocer al Jorge dentro de ese cuerpo. Ese me gustaba más que la súper estrella.

- ¿Qué te preocupa? – preguntó, sacándome de mi momento de admirarlo. Lo miré desconcertada, ¿a qué se refería? -. Sientes que estás dejando de lado tus cosas para hacer esto, ¿no?

¿Por qué motivo, exactamente, tenía que tocar ese tema? Y, ¿Cómo era capaz de adivinar todo lo que pasaba por mi cabeza?

Había llegado hace poco más de un mes a Madrid con la esperanza de meterme en el mundo de la música y del espectáculo local. Lo estaba logrando muy de a poco. Después del contrato todo había sido mejor, no iba a negarlo. Las sesiones de fotos eran totalmente distintas ¡hasta me habían llamado para hacer una tapa de una revista estadounidense!

¿Y ahora qué?

Estaba volando hacia Argentina, con nada entre las manos. ¿voy a vivir de Jorge? ¿Dónde específicamente voy a vivir?

Ni siquiera Abraham viajaba conmigo. No tendría a nadie allí. Ni en Madrid, pero al menos no sentía que mi vida dependía de otro, de un contrato o una falsa relación.

-Apenas lleguemos y todos te vean te lloverán ofertas – dijo

- ¿Qué apostamos?

Reí, ¿es qué no podía parar ni siquiera dentro de un avión a miles de pies de altura?

-Cien dólares – dije solo para seguirle el juego.

-Aburrido. Cien besos – ladeó su cabeza para verme mejor.

Hice un esfuerzo para que no notará cómo me ponía ante sus palabras. Él siempre natural y yo siempre incomoda. Mi intento fue claramente en vano y él sonrió al notarlo.

- ¿Qué es tan gracioso? – renegué

-Descansa un rato – dijo más calmado. Cerré mis ojos sin moverme. Estaba cómoda. Podía sentir el calor de su cuerpo llegar al mío.

El "descansa un rato" significó dormir todo el resto del vuelo y que Jorge tenga que despertarme para abandonar el jet. La diminuta puerta se abrió y bajamos del avión directamente a la pista. Me tomé un segundo para observar los grandes aviones a lo lejos, cada uno con su manga,

Caminamos hasta entrar al edificio y comenzar con todo el papeleo.

Una vez finalizado, marchamos hasta la puerta principal y el solo hecho de escuchar griterío y ruido a cámaras me aterro.

- ¿Lista? – preguntó tomándome de la mano.

¿Íbamos a salir caminando juntos de la mano, por primera vez?

Bueno, esa vez en la entrada del boliche no contaba, porque él prácticamente me estaba arrastrando y yo estaba muy ocupada esquivando cámaras. Fue casi casual.

Miré nuestras manos por unos segundos. Levanté mi mirada para decirle que, por favor, camine lento. Acababa de levantarme.

No alcancé a hablar. Las puertas electrónicas se abrieron ante nosotros. Puse un pie fuera del lugar y todo se volvió nublado. Los flashes me marearon y los gritos me sacaron de dimensión. Se giró para mirarme.

-Toma – exclamó y me dio sus lentes.

"Oh por Dios, mira sus cejas"

"Les doy dos meses juntos"

"Me parece poca cosa para él"

¿Poca cosa? Ni siquiera me conocen, pensé mientras frenaba el paso para mirarlas.

-Permiso – pidió él y me volvió a traer al planeta -. Vamos, no sean cargosos con ella – se quejó.

Estaba completamente desorientada. Tomó mi mano más fuerte para que quedara su lado. Me pegó a su cuerpo, me abrazo y agarró mi cuello para llevar mi rostro a su pecho. Me sentía al menos un poco más protegida. Camine siguiéndolo, sin siquiera mirar el piso, por algunos segundos.

-De acuerdo, al menos déjenla subir a ella – apretó más su mano en mi cabeza

Sabía que estaba intentando que no escuchara los comentarios, pero los escuchaba todos.

"Ahora no tiene para nosotras"

Sentí como abrió la puerta y me acomodó en el asiento de su camioneta. ¡Era verdad, su Range Rover estaba ahí!

Me dio un suave beso en la frente antes de que me dejara sola ahí dentro.

Pasó aproximadamente treinta minutos sacándose fotos y firmando autógrafos. Lo miré desde la camioneta todo el tiempo: mí no-novio era toda una celebridad. Y con este viaje me terminaba de meter en su mundo.

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