Capítulo 31

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-No te creo – repetí, por cuarta vez.

No, claro que no. El departamento que observaba alrededor no costaba claramente lo que Abraham había descontado de mi cuenta bancaria.

-Es tu problema

Se encogió de hombros y cerró la puerta de la habitación. Puse ambas manos en mi cintura para mirarlo, a él se le hizo gracioso.

-No me hace gracia, Jorge

Rio una vez más.

-A mi sí

No podía permitir que él pagara el alquiler de ese enorme y lujos departamento. No tenía idea de por cuánto tiempo íbamos a permanecer allí, pero creía haber trabajado lo suficiente en los últimos años para pagar uno, dos o tres meses de renta allí.

- ¿Por qué te preocupas tanto? – preguntó, tirándose en lo que ahora era mi cama.

- ¿Por qué te importa toda una mierda? – retruque.

Sí, no quería quedar ahí como una extrema preocupada cuando el anormal despreocupado era él.

Revoleo los ojos y estiró su mano, aun desde la cama. Lo tomé en el aire. De un rápido movimiento me acostó sobre su cuerpo, presionando sus dedos en mis caderas con fuerza.

Bien, después de retar tanto a Fernanda y Agustín, hasta a mí me habían entrado dudas de como estábamos haciendo todo esto tan natural.

- ¿Qué hay de Cristina? – pregunté apoyándome en mis manos para mirarlo.

Había pasado conmigo toda la tarde, ayudándome a acomodar mis cosas en mi habitación y las de mi amiga en la suya, mientras ella y Agustín solo miraban televisión.

- ¿Por qué te importa tanto Cristina?

"Quizá porque la ultima vez que lo vi, volviste llorando a la habitación", pensé. Me encogí de hombros, simulando desinterés.

-No sé, creo que no me gusta que te regañen, nada más.

-Tranquila – sonrió solo un poco -. Puedo con él.

Permanecimos en silencio por unos segundos. Él sostenía mi cuerpo como si estuviese hecho de plumas. Yo me sentía increíblemente pesada sobre él. Intenté zafarme de su agarre, pero no me lo permitió.

Eché un vistazo a mi alrededor. Sí: esta habitación era más grande que mi departamento en Madrid

- ¿Por qué un departamento con dos habitaciones? – indagué bajando la mirada para verlo.

Su vista no había salido de mi rostro un solo segundo, y era incómodo.

-Con las hormonas alborotadas que mi amigo maneja, no querrías tener una cama al lado de la de tu amiga, creme – explicó divertido -. ¿Cuáles son tus planes para hoy, novia? – preguntó cambiando de tema como si nada, dejándome la idea de Fernanda y Agustín rebotándome de un lado al otro.

-Mmm, Fernanda pretendía tener una recibida por estos lados.

Él levanto una ceja mientras enganchaba ambas manos atrás de mi cintura.

-Creí que podíamos... ya sabes, salir por ahí solas – finalicé en un susurro.

Sus ojos me habían puesto nerviosa. ¿Por qué siempre hacía eso? Me intimidaba. Rio de lado, algo irónico, apenas terminé de hablar.

-Creíste mal – dijo mientras besaba mi mandíbula -. Pensé que te había dicho de lo peligrosa que puedes llegar a ser la ciudad si te metes en el lugar equivocado.

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