Capítulo 65

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Nunca nadie me había regañado tanto. Ese día me sentí, literalmente, una niña de seis años que había roto algo importante.

Y es que habíamos roto varias cosas importantes, entre ella, la nariz de Mikel. Todo se había roto menos el contrato, claro. Cristina y Abraham llegaron a un acuerdo, luego de mi representante lograra aflojarlo un poco. No íbamos a romper el contrato y continuaríamos todo como había sido en un principio. Como tendría que haber sido en todo momento. Como si a partir de ese día, en vez de controlarnos laboralmente, lo harían emocionalmente. Como si eso fue que se podría controlar.

Habíamos retrocedido.

Cristina pasaba a buscarme para llevarme a la casa de Jorge y que me fotografíen entrando. Jorge me llevaba a comer algún lado afuera, donde la gente podía vernos. Y luego, a mi casa. Así, todo el tiempo. Tres veces por semana. Compartiendo, como mucho, dos horas juntos. Por supuesto que lejos de los eventos y fiestas privadas.

Abraham se había instalado en Buenos Aires, al menos por unos días, y me había facilitado el trabajo. Se encargo de presentar cargos en el a revista y, por lo tanto, ya no trabajaba más ahí. Estaba cumpliendo la función de padre: todos los días venía a buscarme al departamento y, luego de comunicarme la agenda, me llevaba de acá para allá; de sesiones de fotos a entrevistas.

Mi mamá viajo solo por cinco días. Había hablado con ella, sobre todo. Sí, todo. La había puesto al tanto sobre lo que había sido mi vida últimamente. Para mi suerte, en lugar de regañarme, me acompaño. Era justo lo que necesitaba. Por supuesto, antes de irse no desperdicio tiempo rogándole a Abraham que, ante la próxima situación de gravedad, me suba a un avión y me envié de regreso a casa.

Fernanda había quedado libre de algunas materias. Tampoco había dado ningún examen final. Tendría que volver a recursar. Le insistí solo una vez que volviera y por cortesía: no estaba lista para quedarme sola una vez más. Me había entendido a la perfección y mando al diablo la universidad para quedarse conmigo.

Y así había pasado las últimas dos semanas.

- ¿Crees que Brad Pitt y Angelina Jolie se separaron de verdad esta vez? – preguntó mi amiga, ojeando una revista desde el sillón.

Cerré los ojos para regresar al mundo y dejar mis pensamientos atrás. Levanté una ceja antes de mirarla.

- ¿Qué le queda al mundo si ellos se separan?

En serio. ¿Qué sería del mundo sin Brangelina?

Fernanda rio, se encogió de hombros y, cuando pasó la página, hizo una mueca de disgusto.

-Falsa alarma. Acá dice que es todo promoción para la nueva película que estrenan juntos.

Respiré hondo. Esa relación era un sueño. O, ¿era solo por publicidad? Como la mía.

Pensé, por un momento, que hasta en un matrimonio de diez años con hijos de por medio estas cosas estaban involucradas. ¿Qué podía esperar?

-Deja de hacer la cabeza, ¿Cuándo es la entrega? – interrumpió, una vez más, mis ideas.

La miré aterrorizada.

-En dos días.

Íbamos a asistir juntos, por primera vez, a una entrega de premios. Y, claro, era la primera salida a un lugar con mucha gente del medio después del escándalo de Jorge y Mikel; que Abraham se había encargado de ocultar con mucho dinero, pero del cual todos en la farándula estaban enterados.

Ni siquiera tenía un vestido. Ni siquiera había hablado con Jorge sobre ello.

Digamos que nuestra relación ahora era... incómoda. Él estaba furiosamente enojado conmigo y no podía comprender mi decisión. Incluso después de que prácticamente su representante y el mío nos obligara a dejar todo atrás, menos el contrato, para él era una mala idea dejar de estar juntos.

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