Capítulo 50

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Me tomé un segundo para descifrar sus palabras.

Había estado tan metida en mi burbuja últimamente que no se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que alguien no se creyera lo nuestro. Y, es que al principio, no me hubiese asombrado.

Pero ahora sí. Miraba tan alucinada a Jorge cuando lo tenía en frente que se me hacía imposible que alguien no me creyera que él me volvía loca de verdad. Aunque pensándolo bien, pasábamos la mayor parte del tiempo encerrados o siendo nosotros. Y eso era lo que queríamos. Pero Cristina no. Abraham no. La gente, no. Estar encerrados y disfrutarnos significaba que la gente comenzara a pensar cosas como estas.

-Bueno, al parecer sí, en ese caso, lo lamento – dijo antes de que pudiera responder algo.

Sonrió. Pensé por un momento que eso solo dejaba más dudas que certezas.

-Estamos juntos y muy bien, así que me temo que no puedo salir contigo.

No quería pasar a ser yo la que se sintiese incomoda cuando él, el primer día de trabajo, me estaba invitando a salir.

-Tranquila – levantó las manos divertido -. No me pareció muy verdadero el cambio tan repentino de él.

"Ni a mí", pensé.

Pero yo lo conocía. Yo dormía con él cuando se me daba la gana. yo pasaba el rato con él viéndolo muerto de miedo. Yo no él. Él no tenía idea de quien era Jorge en realidad. Y me encontraba bastante enojada intentando defender a la súper estrella.

-Pero ahora que me lo dices, te creo. Les creo.

"Como si lo necesitáramos"

Bueno, sí. Lo necesitábamos. Pero ahora estaba enojada.

-Sí te parece bien, voy a irme – me moví incomoda.

-Sí, esto está muy bien – asintió con las hojas en la mano -. Te felicito.

Su tono cambio enseguida. Como si ahora se hubiese puesto es modo jefe otra vez. Moví la cabeza haciéndole un gesto de agradecimiento.

-Y, Danna, una vez más, perdón. No quise sonar tan rudo.

Le sonreí falsamente y salí de la oficina dejándolo solo. Me escabullí en el ascensor algo aturdida. No me había dado cuenta lo nerviosa que me había puesto.

Mi cuerpo se relajó cuando las puertas del elevador se abrieron y la camioneta apareció ante mis ojos. esta vez, estaba esperándome con los brazos cruzados y, como no, sus lentes de sol, apoyado sobre la puerta del acompañante.

Salí del edificio y, cuando giró la cabeza para verme, soltó una sonrisa y no pude evitar correr a sus brazos desesperada. El calor de su cuerpo me rodeó mientras escondía mi rostro en el hueco de su cuello.

Ahora sí.

Me sentía segura y tranquila en mi lugar favorito.

Él me rodeó la cintura con fuerza y, al cabo de unos segundos, subió una de sus manos a mi nuca para presionar sus dedos allí y separarme de él.

- ¿Alguien te hizo algo? – pregunto preocupado. Negué con mi cabeza mientras su rostro se relajaba -. No sé qué está pasando y me gustaría que te quedaras prendida a mí cintura toda la vida, pero hay un fotógrafo en la esquina y no me hace mucha gracia – dijo, tomando mi rostro entre sus manos y mirándome con ternura.

Asentí.

Dejó un beso en mi cabeza y nos corrió a ambos para abrir la puerta del acompañante. Me subí de inmediato para dejarme caer en el asiento.

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