Tecleé en mi celular: Palermo
No había podido caer en la realidad todavía. La casa de Jorge en Argentina era increíblemente lujosa y enorme. Leí en mi celular que era el barrio más sofisticado del lugar. No había que estudiar mucho para saberlo, bastaba con salir a la puerta y mirar alrededor.
Bloqueé mi celular y me acosté en la cama aturdida. Todo para él era normal. Todo para mí era nuevo.
Jorge y Cristina habían discutido un rato atrás. Cuando logramos salir del estacionamiento del aeropuerto, condujo directo a su casa para encontrarse con él y enterarse que no había arrendado ningún departamento para mí.
Todavía estaba furioso cuando llegamos a su extraordinaria mansión. Me guio hasta su habitación para que tomara un baño y cambiara mi ropa.
Me senté en su cama para echar un vistazo.
Bueno, al menos este cuarto estaba habitado. Se notaba que alguien vivía allí, no como la habitación de Madrid. Así que supuse que Jorge pasaría la mayor parte de su vida acá.
-Danna – me llamó a la puerta y miré.
Me miré en el espejo frente a la cama. Estaba en ropa interior, con un top que no me tapaba mucho. ¿en qué momento tomado tanta confianza como para encerrarme en su cuarto a pensar por el tiempo que se me daba la gana?
-Ya salgo – la voz me tembló.
Me había puesto nerviosa con su tono autoritario. Lograba ponerme incómoda incluso sin verme.
- ¿Qué ocurre? – preguntó desde el otro lado.
-Nada – me limite a responder
-Voy a entrar – advirtió, sin pedir permiso y vi como el picaporte bajó.
-No, ni se te ocurra – chillé histérica.
Salté de la cama y me puse de pie para correr hasta la puerta e impedir que la abra. Llegué tarde. Y solo quede en paños menores frente suyo.
-Qué bueno que se me ocurrió – exclamó examinándome de arriba abajo. Revoleé los ojos. Hizo una cara divertida -. Soy un no-novio jodidamente suertudo.
Caminó a través de la habitación y se sentó en su cama. Me crucé de brazos. Me mordí el labio al verme tan expuesta frente a él.
- ¿Necesitas algo o puedo cambiarme?
¿Con que tupé me hacía la histérica en su casa, su habitación?
-No necesito nada y no, no te cambies – busco un par de zapatillas en una cosa rara que salía debajo de la cama. Levantó la mirada para mirarme de arriba abajo una vez más, antes de relamerse los labios -. Venía a avisarte que el vuelo de los chicos llega mañana.
Asentí. Me había dicho que Michael y Agustín pasarían unas semanas acá con él.
- ¿Cuándo llega tu amiga? – preguntó intrigado, mientras se ataba los cordones.
Alcé los hombros.
-Tenía un vuelo a Madrid.
Mi cara se transformó. No me había puesto a pensar un segundo en mi amiga, que tendría que cambiar todos sus planes a último momento.
-Yo me encargo de eso. Tendrán el departamento para cuando viaje – dijo firme, mientras se ponía la segunda zapatilla.
Yo observaba todos sus movimientos como si estuviese haciendo algo espectacular. Hasta me había olvidado que estaba en ropa interior.
-Perdón por lo de recién – exclamó -. Era lo único que le había pedido al idiota y lo olvidó.
Sí, confirmado: su relación con Abraham no era la mejor.
- ¿Te gusta la casa?
¿Cómo podía estar tan tranquilo, hablar de tantos temas y atarse las zapatillas al mismo tiempo? Yo no había logrado mover un musculo desde que vi sentarse en la cama.
-¿Bromeas? Es hermosa... y enorme.
Observe una vez más todo a mi alrededor. La habitación de Jorge, sin el baño incluido, era más grande que mi departamento en Madrid.
-Para vivir solo, que irónico – susurre.
Ese tipo de pensamientos estaban saliendo de mi boca casi de forma inconsciente y quería reprimirlos, Jorge iba a pensar que solo estaría tomándole el pelo.
Me tranquilice cuando una sonrisa apareció en su rostro.
-Si esa fue tu forma sutil de preguntar si puedes vivir conmigo: sí, puedes mudarte cuando quieras. Acepto -. Bromeó poniéndose de pie. Rodeé los ojos divertida -. Me encantaría que te quedaras toda la vida, pero quiero mostrarte un lugar así que cámbiate – ordeno
-Sí, señor.
Me mostro todos sus dientes cuando una carcajada salió de su boca. Nota mental: hacer el ridículo para verlo reír.
Salió de la habitación no sin antes silbarme. Corrí hasta la maleta para vestirme cuanto antes. Jorge me había dicho que acá hacía calor. Pero yo estaba muerta de frío, quizá por los nervios.
Opté por un jean, lo arremangué un poco para que se vean mis tobillos y me puse mis amadas zapatillas. Busqué una remera, pero ninguna me convencía. Terminé dejándome puesto el top que vestía.
Cepille mi pelo frente al espejo. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. Respire hondo intentado calmar mis ansias.
Bajé corriendo las escaleras y, a los pocos segundos, ya estábamos en camino.
-Bienvenida a la capital de las pandillas – exclamó señalando una pintada de la pared.
Rio divertido. Yo me limite a acomodarme en el asiento para poder observarlo mejor mientras manejaba.
No aguanté y tuve la necesidad de sacarle una foto. Enseguida giró su cabeza para mirarme.
-No puedes ni disimularlo – dijo divertido
Reí. La súper estrella inundaba la camioneta con su ego.
-Voy a subirla a mis redes – dije.
Alzó una ceja sorprendido. Me encogí de hombros.
Jorge me gustaba incluso más después de la conversación en el avión. Y teníamos que seguir mostrando nuestra "relación". Preferiría las redes sociales y no los fotógrafos.
- ¿Cuántos tipos de mujeres crees que hay? – pregunté guardando mi celular. Me miró confundido.
Estábamos parados en un semáforo y no podía dejar de observar la mezcla de gente que vivía allí. Había mujeres casi desnudas, otras muy elegantes. Unas pretendiendo ser serias, otras riendo a carcajadas mientras fumaban marihuana.
De sólo mirarlas podías ver que sus personalidades eran muy diferentes.
-No lo sé, supongo que hay un tipo por cada mujer en el mundo. Aunque hay mujeres seguras, otras no tanto, hay sexys por naturaleza, aburridas... todas son distintas – dijo pensativo.
Reí al darme cuenta de la extraña conversación que estábamos teniendo, y de lo metido en el tema que él estaba.
- ¿Cuáles te gustan a ti? – pregunté sin darle mucha importancia.
-No lo sé – pensó unos segundos -. ¿En qué grupo entras tú?
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Fake
RandomAmbos luchaban por lo mismo. Los diferenciaba una cosa: Él tenía el mundo a sus pies. Ella luchaba por tener el mundo a sus pies. Adaptación Créditos a la autora original.