Capítulo 67

386 41 4
                                    

-Si te mira el escote apenas entramos, aflojara pronto – dijo mi amiga apenas bajamos del taxi.

Miré con nervios la puerta de la enorme casa de Jorge. Abraham se había comunicado conmigo para avisarme que debíamos ser vistos juntos cuantos antes, para apagar las llamas de las fotos de Jorge con Ana que habían encendidos las redes.

Había decidido traer a Fernanda conmigo, para hacer parecer todo más normal y genuino. Aunque, claro, ella había aceptado solo para besuquearse por algún rincón con Agustín.

Michael abrió la puerta con entusiasmo. Lo saludamos con un beso y rápidamente nos adentro en la casa, casi actuando sorprendido cuando los flashes comenzaron.

Jorge salió de la cocina caminando rápidamente. Con Cristina que lo seguía, casi pisando sus talones. Los dos se detuvieron en cuanto nos vieron. Su representante se acerco hacia nosotras para saludarnos pretendiendo ser amable.

Idiota.

Jorge se limitó a mirar mi escote y, una vez más, sin mirarme a los ojos, ignorarme. Me relaje al ver que también ignoraba a mi amiga, que tampoco era una santa de su devoción. Subió algunos escalones. Cristina lo siguió. Desaparecieron en la planta alta.

-Digamos que el horno no está para pasteles – agregó Michael, intentando distender el ambiente

Me hizo una mueca sincera y asentí.

Y, ¿ahora qué? ¿Cuánto tiempo tenía que permanecer dentro de esta casa para que la gente creyera que pasábamos tiempo juntos?

Engañar al público era incluso más fácil de lo que pensaba. No necesitábamos besarnos, no necesitábamos andar de la mano, ni incluso ir a algún lugar juntos. El solo hecho de aparecer en la casa del otro les hacia creer a todos que todo era felicidad puertas para adentro. Me tensé al pensar en cuantas falsas relaciones me habrían vendido de esa forma.

Probablemente muchas.

Cuando deje mis pensamientos a un lado, Fernanda ya estaba con Agustín y Michael en el sillón mirando la gran pantalla. Como siempre.

Me sobresalte con un ruido. Disimulé en cuanto vi que los otros tres ni se habían percatado del hecho. Me acerque incluso más a la escalera para escuchar una pelea en susurros.

-No te mereces ni que te de una respuesta. Todo esto lo hago por ti. ¡Ni siquiera tendría que estar hablándote ahora! No merecer que esa buena gente se moleste en invitarte a este tipo de eventos. No mereces nada, absolutamente nada de lo que tienes.

Me tense. ¿Cómo todos podían estar tan acostumbrados a esto?

No podía verlo y casi que tampoco lo escuchaba, pero sentía la respiración agitada de la súper estrella en mi oído. Como si estuviese a mi lado.

-Tienes razón – dijo después de unos segundos.

-Ya lo sé – continuó Cristina -. Me voy a ir y vas a dejar de arruinar las cosas, aunque sea por un día, ¿puedo? ¿o no puedo dejarte solo?

Tragué con fuerza. Me alejé rápidamente de la escalera para evitar ser descubierta. Fernanda levanto la mirada para observarme. Levante mi pulgar y ella se volvió a relajar.

Cristina bajo las escaleras, casi tan apurado como Jorge las había subido. Despareció por la puerta de entrada dando un portazo. Agustín hizo un sonido que Michael le festejo. Acto seguido, pauso el juego y, luego de recibir un golpe de su amigo por ello, me hizo una seña con la mano, incitándome a subir.

Asentí, casi como si me hubiese obligado. Subí las escaleras en silencio, deseando no ser escuchada. Fijé mi mirada en el final del pasillo. Me quedé unos segundos parada frente a su puerta. Acaricie la madera como si fuese su rostro. Y, justo cuando estaba por retroceder y volver abajo, escuché un sollozo ahogado.

El pecho se me cerró de un segundo al otro.

Me acerqué lentamente a la puerta, una vez más. Escuche como tomaba aire por la nariz con fuerza, luego de sonar su garganta.

Estaba llorando.

No es posible.

Deje de lado toda mi suavidad para abrir la puerta de golpe. Estaba sentado en la cama, con su mirada gacha y su cabeza entre sus manos. Parecía un niño al que acababan de regañar.

Bordee la cama para llegar a él. cuando lo hice, sin saber que hacer, lo llamé.

-Jorge – intenté apartarle las manos de la cara. Se resistió -. Mírame – suplique

Ya había estado buscando sus ojos por un buen rato. Me quedé sin aire cuando lo hizo. Tenía los ojos rojos y las mejillas mojadas.

-Ándate – dijo irritado

Sus ojos iban a explotar si seguía acumulando sangre en ellos.

-Ya sabes que no me voy a ir a ningún lado

Sostuve su rostro entre mis manos para evitar que bajara su mirada.

-Tenerte tan lejos y a la vez tan cerca me esta matando. Es peor de lo que alguna vez pude imaginar – susurro cerrando sus ojos.

Todo mi cuerpo se alivió, porque él acababa de descubrir el sentimiento tan extrañado que llevaba adentro ni yo podía adivinar. Apenas deje caer mis manos, volvió a esconder su rostro entre las suyas.

Tragué saliva. Era, con exactitud, la sensación extraña que me corría por dentro. La de tenerlo, y a la vez no.

-Prefiero no tenerte a esto – siguió respirando forzosamente -. Ándate, por favor

Y supe, por su tono, que, aunque me lo pedía, me estaba obligando.

-Te prometo que voy a intentar estar menos distante de ahora en más. Pero en este momento, necesito estar solo, por favor – rogo una vez más, levantando su cabeza para observarme y partirme en dos.

Asentí levemente, mientras ponía todas mis fuerzas en mis ojos para no llorar. Di un paso atrás, porque había sido tan increíblemente egoísta con él que, al menos, merecía espacio. Y, si me lo pedía, se lo iba a dar.

Cerré la puerta dejándolo atrás, solo una vez más.

Pensando en que no sabía si podría aguantar una más.

FakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora