Capítulo 40 (Él)

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-A la mierda Cristina – exclamo luego de unos minutos de escuchar mis desgracias.

No había que ser un sabio para ser cuenta de que podíamos continuar siendo amigos después de habernos revolcado durante meses.

-Y, ¿Qué estas esperando? – me pregunto y la mire desconcertado.

- ¿Para qué?

Abrió los ojos sin poder creerlo y estoy seguro de que me hubiera dado una cachetada de haber estado más cerca.

Frene ante el semáforo en rojo.

-Como, ¿para qué? Para mandar a la mierda ese contrato.

¿Cuántas veces por día pensaba eso?

Mire mis dedos sobre el volante nostálgico y nervioso. No había otra cosa en el mundo que me pusiera nervioso. Solo este tema.

-No es tan fácil.

Me mordí el labio antes de alzar la mirada para observarla. Se estaba terminando su batido y parecía molesta por eso.

-Jorge – me llamo. Deje de prestarle atención a su vaso y me centre en sus ojos -. Mírate, estas completamente idiotizado por esa chica.

Ni me lo digas.

- ¿Quién lo hubiera imaginado? El chico amante de las mujeres, alcohol y la noche que me dejó tirada hace unos meses... - susurro y yo reí ante su expresión -. ¿Cuántas citas tuvieron? – pregunto de la nada

Me desconcerté. Hice un esfuerzo para recordar las veces que habíamos estado juntos.

Centre mi vista en el semáforo y, antes la luz verde, acelere.

-Bueno, pasamos bastante tiempo juntos – pensé -. Paso a buscarla, ella viene a mi casa... me acompaño a la radio hace unos días. Vamos a Starbucks, a comer comida chatarra dentro del auto...

-No hablo de eso – me interrumpió -. Hablo de cuantas veces hicieron algo divertido juntos. Solos sin cámaras ni fans.

La miré como si estuviese diciendo una maravilla.

La verdad es que siempre la pasábamos bien juntos. Siempre nos divertíamos. Pensé en el día en que, recién llegamos a Buenos Aires, fuimos al bosque en las afueras de la ciudad.

Como olvidarlo.

Mi corazón empezó a latir más rápido de solo recordarla sobre mí, gimiendo en mí oído dentro de la camioneta. Le eché un vistazo al asiento, no muy disimulado. Mi buena amiga, Range Rover. ¿Incluso alguien podía preguntarse todavía por que la amaba tanto?

-Tomaré ese silencio como un nunca – hablo para recodarme que seguía a mí lado -. Aunque viendo la lujuria en tus ojos.... Estoy segura de que te acostaste con ella en algún callejón, una cancha de gol o incluso en esta camioneta.

Bingo, Ana.

-Eso tampoco cuenta

¿Cómo que no cuenta? Esta entre mis momentos preferidos.

-Entonces, sí... - planeó – el primer paso antes de romper en mil pedazos ese estúpido papel que no se aun porque motivo firmaste es olvidarse de todo lo que acabo de decir y hacer lo que se te dé la gana – sintetizo. Yo la miré maravillado -. Van a regañarte por eso luego o no. Si está fuera del contrato. Haz lo que quieras, como siempre.

Una sonrisa nostálgica apareció en su rostro.

La verdad es que siempre hacia lo que se me daba la gana. Pero cuando se trataba de Danna era complicado. Estando con ella todo parecía normal y hasta relajado. Pero el contrato nos involucraba a los dos. No quería que ninguna decisión que tomara encaprichado o enojado con Cristina la afectara a ella, a su trabajo y a su vida.

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