Capítulo 56

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Aire.

Eso necesitaba.

Había corrido unas buenas cuadras. La lluvia se había encargado de hacer todo incluso más dramático.

Necesitaba aire. Necesitaba ser aire.

Quería regresar, pero eso implica dar explicaciones. Y es que ni yo las tenía.

Nunca había tenido una actitud tan inmadura en mi vida. ¿Salir literalmente corriendo? Genial. ¿con que tupe luego culpaba a Jorge por esconder sus problemas en el alcohol?

Emprendí la vuelta a casa intentando no pensar. Estaba muy concentrada en abrazar mi cuerpo para calmar el frío. La estúpida casaca de Mikel pesaba toneladas mojada y no hacía más que helar mi piel.

Mi cuerpo se relajó un poco cuando llegué a la entrada del edificio y vi que no había nadie ahí, solo el portero observándome desde el lado de adentro con una sonrisa divertida. Me dejó entrar rápidamente me metí en el ascensor. Nada me apetecía más en ese momento que mi casa. Mi verdadera casa. No me había detenido un segundo a pensar en cuanto deseaba estar en mi sillón, con mi taza favorita, mientras mi mamá cocinaba o mi papá miraba televisión.

Permanecí un momento frente a la puerta, como si fuese una casa completamente desconocida para mí. Alcé la mano para golpearla. La abrieron de un tirón al instante.

La mandíbula casi me llega al suelo cuando vi a Jorge frente a mí y, detrás suyo, en el sillón a Mikel. Afortunadamente, los dos estaban igual de sanos que siempre.

Jorge me envolvió entre sus brazos al verme temblar. Temblé aun más cuando me di cuenta que no le importaba la presencia de Mikel ahí.

Me acurruqué solo un poco en su pecho y dejó un rápido beso en mi pelo.

Fernanda apareció por el pasillo sorprendida. Sus ojos salieron de sus orbitas al verme completamente empapada. Probablemente estaba pensando en que iba a tener que limpiar todo esto luego.

- ¿Qué mierda es todo esto? – gritó. Se acercó corriendo a mí -. Cuando te abrí la puerta, pensé que Danna venía atrás tuyo, no él – le recrimino a Mikel.

¿Por qué Fernanda le había abierto la puerta de nuestro departamento a Mikel? Y, ¿Por qué Fernanda seguía comportándose como una maleducada con Jorge?

- ¿Qué pasó para que salgas así bajo la lluvia? – continuó hablando -. ¿Quién de los dos tuvo la culpa?

-Él – dijeron al unísono, señalándose como dos niños.

Intenté contenerme, pero no pude evitarlo: revoleé los ojos

-Lo mejor va a ser que te des una ducha y que te saques esa ropa – propuso Jorge

Tragué saliva al ver como se había tranquilizado desde la escena en las escaleras. Me quité rápidamente la casaca de Mikel para dejarla sobre una silla. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Me senté en la silla para quitar mis zapatos. No le quité la vista un segundo de encima a Jorge. Parecía cansado. Había sido una larga noche para todos, pero más aun para él. El corazón se me estrujo de solo pensar que había estado dando vueltas por horas buscándome, mientras yo tomaba un café con Mikel y Fernanda.

Mikel se había portado increíblemente bien conmigo. Con las dos.

Me inundé de vergüenza de solo pensar que mañana tendría que verlo en el trabajo. Moría de pudor de solo saber que lo había llamado borracha, que nos había recogido por la fiesta y que había ayudado a que se me quitara la borrachera. Sin contar, claro que nos había traído a casa y se tuvo que aguantar una escena como la pasada.

Centré mi vista una vez más en la súper estrella, que se encontraba increíblemente molesta e intentaba disimularlo. Quería olvidar por un momento todo lo que había pasado en su fiesta. Olvidar a Ana, olvidar al chico que casi me había besado frente a él. Quería pedirle disculpas y rogarle que hagamos como que esta noche nunca había existido.

Pero no podía.

No podía dejar de lado todo lo anterior, como él seguramente tampoco podía dejar de lado mis pendejadas, y, mucho menos a Mikel.

Sin embargo, no hizo más que complicar las cosas cuando camino hacia mí.

-Jorge, será mejor que te vayas – le ordenó Fernanda interrumpiendo sus intenciones.

-Fernanda, será mejor que cierres la boca – le advirtió

Reí por dentro. Mi amiga podía sacarlo de sus casillas rápidamente. Y es que se había estado comportando como una idiota con él desde el primer día, incluso con todo lo que Jorge había hecho por nosotras.

No podía sacar mis ojos de encima de él.

Tenía un lío increíble en la cabeza, pero había algo de lo que estaba segura y no quería lidiar con ello un segundo más.

Deberías irte – dije aun mirándolo fijo, todas las miradas se posaron en mí.

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