Capítulo 66

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Abraham me había recogido después del arranque de locura, ahora habitual en mí. Por supuesto, me había regañado como mi padre lo hubiese hecho y me había dejado en caso haciéndole promete que intentaría mejorar mi relación con Jorge. Todo era más fácil sin los otros dos entre nosotros. Cualquier charla resultaba más genuina sin Cristina y su representado de por medio.

En dos días teníamos que caminar por una alfombra roja juntos. Y ni siquiera podíamos permanecer en el mismo lugar más de diez minutos, él sin despreciarme y yo sin llorar.

Genial.

Me encerré en mi habitación casi rogándole a mi amiga que no me interrumpiera, ni siquiera por un incendio en el edificio. No tenía ganas de hablar ni relacionarme con nadie.

Dormí por un millón de horas.

Abrí los ojos sin entender a qué dimensión permanecía. Manoteé mi celular de la de luz y me desperté con el.

Revisé mi e-mail. Me habían enviado las últimas fotos que había realizado para una campaña de jeans. Me distraje editando una para subir a mi Instagram. Había dejado atrás las redes sociales, y se sentía genial.

Subida con éxito.

Apreté el único botón para echarle un vistazo a mí estúpida y favorita página de chismentos.

Las fotos de él saliendo del local aparecieron en la primera página. Su rostro estaba relajado. Me desespere un poco al pensar que, quizá, me habían fotografiado a mí corriendo por ahí. Me relajé cuando vi que afuera era casi de noche. Arquee una ceja, ¿había pasado el día en esa zona?

Una puntada atravesó mi corazón cuando vi a Ana a su lado. Comencé a pasar las fotos.

Él estaba feliz.

No podía dejar de mirarla con una sonrisa en su rostro. En serio, parecía que se le iban a salir los dientes si no dejaba de abrir su boca.

Una mezcla de sentimientos me envolvió de repente. Básicamente, porque sentí una increíble envidia hacia esa rubia tan natural a la que él miraba de esa forma. Sin embargo, no era una envidia mala.

Me daba envidia lo feliz que parecía con ella. Lo que parecía disfrutar su compañía. Me daba envidia la forma en la que ella lograba que él sonriera. Me mataba lo cómodo y radiante que Jorge estaba a su lado.

Y me era imposible no compararme con ella. ¿Qué le había dado yo las últimas semanas a él? solo dolores de cabeza, sufrimiento y preocupación.

Ella era sus sonrisas. Yo era su rostro fruncido. Ella era relajación. Yo era incomodidad.

Arroje el celular al otro lado de la cama.

Iba a intentar despejar mi mente cuando unos golpes en mi puerta me sobresaltaron.

-Fernanda, te dije que no quería hablar con nadie – grité y mi voz se quebró.

Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba al borde del llanto. Cerré los ojos. Golpeo la puerta una vez más. Me levanté de la cama con fuerza para agarrar el picaporte y abrirla.

Me paralicé.

- ¿Q-que haces acá? – tartamudee

Él permaneció quieto frente a mí. Parecía tan sorprendido de verme como yo a él.

-Yo... te traje algo – dijo y estiró una bolsa negra.

Arquee una ceja mientras la tomaba. Jorge aclaró su garganta antes de mirar al piso.

-Perdón – exclamé sin pensarlo

-Está bien, supongo

Se encogió de hombros. Ni siquiera me estaba mirando. Su rechazo me hacía temblar.

-M estoy acostumbrado a tus arranques, creo

Ouch.

-Solo quería decirte que tenemos una reserva en el hotel Hilton para los premios. Esta casi en frente al Gibson, el anfiteatro donde serán.

Asentí buscando sus ojos. Me importaba una mierda lo que tenía para decirme. Aunque, claro, quería abofetearme por lograr que se presente en mi casa solo para comunicarme cosas sobre el "trabajo"

-Oh, y, claro, quería traerte eso.

Volví a mover mi cabeza de arriba, abajo mirando la gran bolsa negra.

Me tomó solo un segundo aclarar mis pensamientos y darme cuenta que probablemente, estaba acá solo para que lo fotografíen entrando a mi departamento.

Todo muy natural y poco actuado, ironicé por dentro.

Cuando dejé de hablar conmigo misma me di cuenta de que ya no estaba. Se había ido. Tal cual había venido. Sin saludarme, sin siquiera mirarme.

Maldición.

Vi como Fernanda abría la puerta de su habitación luego de escuchar la de la entrada. Me hizo una mueca con sus labios e hice un esfuerzo por sonreírle. Volví a encerrarme en la habitación.

Deje la bolsa sobre la cama para hacer callar mi celular. Me distraje un segundo para ver que era lo que pasaba entre mis notificaciones.

Tuve que contener el aire. Todos estaban como locos por el comentario que él había hecho en mi última foto, algunos minutos atrás. Incluso, antes de aparecer frente a mí.

"Tú quieres volverme loco". Hice un esfuerzo por no emocionarme, como todas las chicas que locamente comentaban.

Sí, solo supieran...

Volví a poner mi atención sobre la bolsa. Me acerqué a ella y, sin vueltas, la abrí.

De nuevo, hice un esfuerzo para no desmayarme. Pero, esta vez, uno mayor.

Porque era imposible no emocionarme.

Tenía el increíble vestido frente a mis ojos.

Él lo había comprado sin mí. Había vuelto a la tienda, incluso después de la estúpida y dramática escena que yo me había encargado de montar. Y, para colmo, me lo había traído él. A mi casa. A mi puerta.

Y, como si aún estuviese observándome, mi celular vibró y su nombre apareció en la pantalla. Lo desbloquee rápidamente para leer:

"Es mi forma de disculparme, porque dije un montón de estupideces, hoy, pero se me olvido decir que te veías hermosa"

Seguro ya morí.

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