Estábamos sentados en una mesa del patio de un lindo restaurant terminando nuestros bocados. Todo estaba tan tranquilo en esa zona. No tenía idea de dónde estábamos, Michael se encargó de todo.
-Y bien... – dije cuando me di cuenta de que ya estábamos acabando la comida y aun no me había dicho nada, sólo que en estos días tenía que devolver el auto que había alquilado cuando llego a Madrid.
-Oh – comentó dándose cuenta de lo impaciente que estaba. Tomó un sorbo, se limpió la boca y dobló la servilleta sobre la mesa. Observé todos sus movimientos. Era tan tranquilo -. Quería hablarte de... ayer.
Lo miré expectante. Centró su mirada en su vaso. Sonrió a medias.
-Danna... yo...
Diablos, ¿Cuánto iba a tardar? Me estaba poniendo nerviosa. Hice una mueca para que continuara. Él río ante mi desesperación.
-No tengo intenciones contigo, sí eso es lo que estás pensando.
Oh.
-Perdón, que descortés sonó eso. Eres hermosa, nadie puede negarlo. Pero no me interesa avanzar si lo de Jorge va en serio.
¿De qué hablaba?
-El primer día me comporté como un idiota, realmente me arrepiento de haberte coqueteado – río. Solo quería aclararte eso. No voy a meterme en ese terreno. Jorge me cortaría el pene...
Reí por dentro por el vocabulario que usaba conmigo, no quería espantarme.
-...Y lo necesito para muchas cosas – finalizó la idea y reímos juntos.
-No tienes que preocuparte, al menos por mí. Me alarmaba el hecho de que Jorge pueda pensar que estoy ocultándole algo, nada más.
Levantó una ceja divertido.
-Ayer me tiró su trago encima porque no dejaba de mirarte.
¿Qué hizo qué?
-Estuvo un poco perdido últimamente. Bueno, todos los estamos...
Agradecí que se haya incluido con Agustín. Los dos estaban tan desesperados por la noche y las mujeres cómo Jorge. Lo decía Google, y Google era la Biblia.
-Supongo que es raro para él pasar tanto tiempo con una misma chica – carcajeó, ¿Qué era lo gracioso?
Se levantó de la mesa y yo lo seguí. De pasada, dejó el dinero en la mano de la moza no sin antes regalarle una sonrisa. Sí, estos chicos no podían controlar sus hormonas.
Caminó hasta el auto y, antes de poner marcha, preguntó:
- ¿Y tú como lo llevas?
Gracias a Dios, creí que nadie iba a pensar en mí.
-Bueno, no es muy agradable encontrar todos esos comentarios sobre mí en las redes – dije con una sonrisa fingida.
-Oh, chica valiente, ¿Cómo te atreves a subir una foto a Instagram?
Hice una mueca. Jorge había dicho que haga lo que se me dé la gana.
El viaje hasta mi departamento fue agradable. Michael era un gran chico. El hecho de que haya venido a buscarme para aclarar las cosas antes de que empeoren hablaba muy bien de él.
Su auto había frenado en el frente del edificio hacía unos minutos, pero estábamos muy divertidos hablando de la situación de la foto.
Pasamos un rato ahí hasta que la situación se puso tensa.
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Fake
RandomAmbos luchaban por lo mismo. Los diferenciaba una cosa: Él tenía el mundo a sus pies. Ella luchaba por tener el mundo a sus pies. Adaptación Créditos a la autora original.