Capítulo 59

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Crecí imaginando mi futuro como el de un cuento de hadas. Desde pequeña todos me fastidiaban porque "vivía en una burbuja".

Siempre creí que el amor era algo que te cambiaba la vida: que te hacía ver diferente. Y lo era. Era un ante y un después. Uno no es el mismo después de haberse enamorado.

A los diez años soñaba con tener veinte, vivir en un departamento con mi mejor amiga y tener un novio increíblemente guapo. Con el pasar del tiempo había priorizado otras cosas, pero la vida ideal e imaginaria con la que había crecido me hacía sonrojar.

Claro que cuando me mude a Madrid sola, muerta de miedo, pero llana de esperanza, nunca me qué Abraham entraría por mi puerta con una propuesta así. De hecho, nunca me imaginé que Abraham me hubiese propuesto algo así: tan personal y expuesto. Más aun conociéndome.

Tampoco tenía en claro cuando había sido el día en que había decidido empezar con todo esto. ¿Qué se me había pasado por la cabeza cuando firmé un contrato?

Había conocido a Jorge para entonces. Siempre me gusto y estaba dispuesta a conocerlo. A conocernos. A salir con él, a ir a eventos juntos. Podríamos haberlo hecho bien desde el principio. Podríamos haber sido genuinos desde el comienzo. No con los medios, no con la gente. Sino con nosotros.

El último tiempo había sido bueno. Muy. Pero ese papel seguía entre los dos. Jorge y yo éramos, oficialmente novios, por contrato. Y ni siquiera teníamos un rotulo fuera de el.

Desde que él que había salido de mi departamento el jueves por la madrugada, no había hecho otra cosa más que pensar. Pensar en todo lo que había estado haciendo últimamente. ¡Hasta le había mentido a mi mamá respecto a la relación! Es que, ¿Cómo podía reaccionar ella si se enterara?

Negué con la cabeza cuando recordé la reacción de Fernanda.

¿Qué pasaría si todo esto saliera a la luz? Quedaría como una autentica busca fama y dinero. Y es que, ¿Por qué había empezó todo?

Por eso.

Por fama. Por dinero. Por notas. Por tapas de revistas.

La piel se me erizaba de solo pensar en lo inhumano y sin corazón que eso sonaba.

Habían pasado cuatro días. Habían sido largos. Más bien, eternos.

Los dos primeros fueron tristes. Todas estas ideas no dejaban de girar dentro de mí. Si hubiese contestado las llamadas suyas, probablemente estaría de vuelta en Madrid en estos momentos. Mi celular decidió apagarse y no prender más. ¿Cómo no iba a tomar eso como una señal? Obtuve uno nuevo en la mañana del sábado. Con un nuevo número local. Y, por supuesto, en la agenda no tenía a nadie más que a Fernanda, mi mamá y Abraham. Me había reído en ese entonces por lo sola que estaba. Pero el sentimiento no era muy agradable que digamos.

Tenía en claro que ignorarlo no iba a ayudar en nada, solo me hacia extrañarlo más. Estaba dispuesto a verlo ahora. Si nos hubiésemos encontrado con mi cabeza hecha un completo desastre, probablemente le hubiese gritado en la cara que no quería verlo nunca más, que tanto él como su mundo me habían transformado en alguien que no quería ser. Alguien que ni yo reconocía.

Pero con el comienzo de la semana todo había cesado. Pasar tiempo con Fernanda me había hecho volver a la realidad. Estuvimos hablando sobre él. Había entendido a la perfección como ella se sentía con respecto a Jorge, más aún después de haberme asustado hasta yo misma pensando las cosas en frío.

Las dos habíamos llegado a la conclusión de que un poco de aire en lo que necesitaba. Y sí, en cuatro días había podido reflexionar más que en toda mi vida.

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