Capítulo 25

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-Acepto – dije en un susurro

- ¿Qué fue lo que dijiste? – pregunto con una mezcla de sorpresa y diversión

-Qué bueno, que acepto – repetí

Se abrazó así mismo mientras soltaba una carcajada. Lo hubiera tirado al agua de la impotencia, pero en serio hacía frío.

-Danna, ¡Estoy bromeando! – dijo entre risas y sentí como la sangre llegaba a mis mejillas.

Quería levantar la piedra más pesada del lugar, meterme debajo y pasar allí el resto de mis días. Darme la cabeza contra ella también podría ser. Me tomé unos segundos para mirar la cascada y considerar ahogarme una opción.

- ¿En serio me crees capaz de pedirte una cosa así?

Y yo aceptando el trato, ¿del uno al millón que tan idiota podía ser? Idiota él, con sus bromas. Idiota yo.

-Aunque, ahora que me dices que así... vamos – comenzó a hablar aun con la respiración entre cortada. Nunca lo había visto reírse tanto de mí, genial -. Voy a hacerte mía en cuanto lleguemos a la camioneta.

Se puso de pie y estiro su mano. ¿Cómo podía ser así? Ya ni distinguía si su tono era broma o no.

Tomé su mano aun con pavor, me sonrió cuando estábamos frente a frente. "A él todo le importa una mierda", repetí en mi cabeza.

-Dios, Danna, estás helada – exclamó cuando tocó mis brazos

Enseguida envolvió mi cuerpo con los suyos. Me pegó a su lado y caminamos unos metros así: él rodeándome con su brazo, mientras hacía caricias en el mío, y yo completamente idiotizada y muerta de vergüenza.

- ¿Y ahora qué pasa? – pregunté, era cómo la tercera vez que se frenaba a descansar.

Hacía un frío increíble, y todo estaba completamente oscuro. La luna se escondía detrás de una nube y su brillo casi ni nos alumbraba. No me había dado cuenta de todo lo que habíamos caminado.

-Estoy cansado – se limitó a decir.

Llevó ambas manos a sus rodillas y respiró hondo.

- ¿Abandonaste el gimnasio? – dije burlona, sentándome en el césped.

-Cierra la boca – susurró molesto. Se irritaba fácilmente cuando alguien golpeaba su ego. Reí, mirándolo desde mi lugar. Él levanto su cabeza, pero no movió sus manos de sus articulaciones -. ¿Qué es tan gracioso? – preguntó furioso.

-Me gusta molestarte – dije aun entre risas.

-Se me ocurren, al menos, tres cosas que puedes hacer con tu boca y, estoy seguro, son mejores que molestarme – se sentó en su lugar quedando de frente.

-Imbécil

¿Por qué siempre lograba ponerme incómoda? ¿Nunca podía salir invicta una vez? Bufe frustrada

Permanecimos unos minutos ahí. Sentados. Enfrentados. En silencio. Él cerro sus ojos y el viento golpeaba en su cara. Estaba cansado. Sonreí, aprovechando que no podía verme.

- ¿Qué miras tanto? ¿quieres una foto?

Idiota. ¿Cómo lograba hacer eso?

-Un autógrafo – agregué sarcástica -. ¿Puedes dedicárselo a esta mano, que en cualquier momento voy a estamparla en tu cara? – le dije levantándola en el aire.

-También se me ocurren cosas mejores para hacer con esa mano.

Me puse de pie harta. Me había olvidado por un momento, como lograba sacarme de quicio.

-Levanta tu culo, quiero llegar y estoy muerta de frío.

Soltó una risita mientras se ponía de pie. Comenzó a caminar y lo seguí. Por un momento pensé que estaba perdido, y que no sabía dónde diablos estábamos. ¡No podíamos haber ido tan lejos! Me relajé cuando vi que la luna reflejaba en la camioneta, muy a lo lejos.

Su celular sonó. El sonido me aturdió. Todo estaba tan vacío allí.

-Cristina – llevo su mano a su cabello y lo revolvió. Lo observé. Su humor también había cambiado de un segundo al otro. Perfecto, ahora éramos dos idiotas con mal humor. Nada podía ser peor -. Estoy llegando – mintió

Largué un suspiro cuando recordé todo lo que habíamos viajado hoy, tardaríamos más de una hora en llegar a su casa.

- ¿No puedo verlo mañana? Pensaba cenar afuera – rasco sus ojos con la mano libre y luego se agarró la cara mirando al cielo -. Bien, en una hora estoy ahí – cortó y guardo su celular en su bolsillo. Me miró -. ¿Qué?

Me encogí de hombros.

Su rostro cuando alguien lo molestaba o le hacía bromas, se transformaba, pero no de esta manera. Sus pupilas estaban dilatadas. Su mandíbula tensa. Respiraba entrecortado. Cada musculo de su cara se endurecía. Ni hablar de sus brazos y sus manos que caían al costado de su cuerpo con los puños cerrados.

Continuamos caminando en silencio. Cuando estuvimos a pocos metros de la camioneta estuvimos a pocos metros de la camioneta, saco la llave de su bolsillo, escuche el click y acelero su paso. Tenía muchas ganas de irse de ahí.

- ¿Todo por una cera fuera de casa? – pregunté graciosa, quería cortar ese incomodo silencio.

Me miró. La pregunta no le hizo gracia en un principio, pero luego su cara se fue relajando.

-Quería llevarte a comer a mi lugar favorito – respondió poniendo las dos manos en el volante

Aproveché la oscuridad para morderme el labio.

¿Estaba siendo muy dura con él?

-Podemos cocinar juntos – propuse en voz baja. Él giro la cabeza para mirarme y asentir muy lentamente. A la súper estrella no le agrado el plan -. Y después ver una película – continúe, esperando su falsa aprobación.

Suspire, que largo seria el viaje.

-Tengo un plan mejor – dijo apagando el motor de la camioneta.

De un ágil movimiento me cargo en sus brazos y me dejo sobre su regazo. Cuando quise asimilar todas las cosas que había hecho en tan solo segundos, sus labios ya estaban sobre los míos.

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