Capítulo 36

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Luego de desinfectar mis pies, se encargo de desvestirme haciendo un poco de fuerza: estaba tan empapada que la ropa se había impregnado en mi piel.

Cuando estuve en ropa interior me echo un vistazo. Sus ojos se detuvieron en la parte alta de mi pecho y luego bajaron directamente hacia mis costillas. No quise ni mirarme. Sabía, porque me dolía y lo sentía, que tenía un gran hematoma ahí.

Estiro sus dedos y acarició muy suavemente la zona. Hice una mueca de dolor. No porque estuviera haciéndome mal, sino porque sus dedos realmente me quemaban.

Me tomó entre sus brazos y me dejo en la bañera. Apago el agua y se alejó. Se quitó la remera de un ágil movimiento, sin quitarme los ojos de encima. Ayudándose con el pie opuesto, quito una zapatilla y después la otra. Desabrochó su pantalón, este cayo en el suelo sin mucha dificultad.

Caminó en boxers hasta la bañera y me movió un poco, para acomodarse detrás de mí. La piel se me volvió a erizar al sentir sus piernas bordear mi cuerpo.

Me atrajo hacia él y me envolvió en sus brazos.

Suspiré. Ahora estaba completamente aliviada. ¿Qué podía ser más relajante que estar contra su pecho mientras mi cuerpo se adormecía en el agua caliente?

Tiré mi cabeza para atrás y él beso mi cabello mojado.

-Te voy a matar

Bufé.

-Perdón – dije en un susurro. No quería traer ese momento una vez más a mi memoria -. Solo queríamos salir un rato – me excusé, antes de que siga retándome.

- ¡Pero no ahí, Danna! estaban cerca de Harlem Crips – grito desesperado.

Jugué con el agua entre mis dedos: no tenía idea de lo que estaba diciendo. ¿Qué era Harlem Crips?

-Los Crips y los Bloods se enfrentan donde sea. No van a tener ningún problema de violarte, golpearte o incluso matarte. No se detienen a pensar si eres un niño, una mujer o lo que fuese. Esa gente es peligrosa en serio – me explico y yo asentí levemente -. Son las dos pandillas más peligrosas de todo Buenos Aires, ¡y justo fueron a parar ahí!

Noté como todos sus músculos se ponían duros debajo de cuerpo.

-Lo siento, ¿de acuerdo? – le pregunté dándome vuelta para mirarlo -. No va a volver a pasar – prometí antes de llegar a sus labios.

En serio tenía ganas de besarlo. Giró su rostro apenas un poco cuando estaba a punto de hacerlo.

- ¿Quién te hizo esto?

Y llevó sus dedos a mi cuello. Su tacto hizo que temblara.

- ¿Qué cosa? – indague.

Su cara estaba tan relajada que daba miedo.

-Tienes unas buenas marcas justo ahí – dijo y presionó sus dedos contra mi piel.

En ese mismo momento recordé al tipo que se había encargado de levantarme el top, luego de recibir un intento de puñetazo de mi parte, después que me besara mi cuello.

El recuerdo me hizo estremecer. Cuando abrí los ojos, Jorge me miraba confundido.

- ¿Qué fue lo que paso?

Se alejó un poco y supe que en su cabeza estaban pasando las peores hipótesis.

-Nadie me hizo nada, Jorge – aclaré "Bueno, nada tan grave"-. No quiero hablar de eso, por favor.

Me di vuelta para acurrucarme otra vez contra su pecho. Me abrazó con fuerza. Le agradecí por dentro.

Caminé con cuidado hasta el baño. Las vendad con las que Jorge se había encargado de envolver mis pies amortiguaban el dolor. Encendí la luz y me miré en el espejo.

Desee no haberlo hecho.

No me había echado un vistazo desde antes.

Mi cara estaba más inflamada de lo que pensaba e imaginaba. Una aureola algo verdosa bordeaba mi ojo derecho. Mi cuello tenía dos o tres marcas de lo que habían sido unos desagradables chupetones. Se me revolvió el estómago.

Bajé mis manos hasta el borde del polo viejo, con la que siempre dormía y la levanté muy de a poco para ver el golpe de las costillas.

Sí, no era con exactitud el estereotipo de una modelo.

Olvidé por completo las ganas de hacer pis que tenía y bajé la tapa del inodoro para sentarme ahí.

Subí mis pies para abrazarlo con mis manos y esconder mi rostro entre ellos. No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sentí el sabor salado contra mis labios.

Apestaba.

Me refregué el rostro. Cuando despejé mi vista, lo vi. Me miraba cauteloso apoyado en la puerta. Intentaba parecer relajado pero sus venas marcándose en sus brazos cruzados decían todo lo contrario.

-Pensé que dormías – dije y rápidamente se acercó.

Me encogí de brazos y bajé la mirada hacia el suelo.

Vi cómo se ponía de cuclillas para hacer que lo mirara. Buscó mis ojos ladeando su cabeza. Lo observé, mordiendo mi labio inferior.

-Nunca pensé en decirte esto a ti, pero... te ver como una verga.

Solté una risita mientras negaba con la cabeza.

-Estoy segura de que una verga no se ve tan bien como yo – continué la broma.

Era justo lo que necesitaban en este momento. Él arqueó una ceja divertido.

-Bueno, la mía sí.

Cómo no, celebridad.

Me mordí el labio para no festejarle el chiste. No podía estar riendo de las cosas que decía o hacía las veinticuatro horas del día.

-Volvamos a la cama – propuso mientras se ponía de pie y estiraba sus manos.

Las tomé. Baje mis pies del inodoro y me incorpore frente a él.

Me miro por algunos segundos antes de besar mis labios con suavidad. Normalmente era brusco y posesivo, pero ahora se sentía delicado. Una maldita tortura.

Cuando creí que iba a separarse, tomó mi rostro por ambos lados y sujetó mi nunca con fuerza. Abrí los ojos y lo vi. Nuestras narices se acariciaban. Sus labios aun rozaban los míos. Tenía los ojos cerrados con ímpetu.

Temblé.

Solo por el hecho de sentir que algo estaba cambiando entre nosotros.

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