Epilogo

7.5K 335 37
                                    

7 años más tarde.

Cansada, enojada, aburrida, dolida, de esa forma y mil más se sentía Jade. Odiaba aquel sentimiento, odiaba que Adam fuera así y sobre todo que él tuviera un control sobre ella.

Pero no más, que hiciera lo que le diera la gana estaba cansada y agotada, no sabía por qué seguir luchando, el rose estático de sus bocas al besarse, era lo único,  además del hecho de compartir a un pequeño hijo, ¡oh! ¡Max! Que haría el pequeño con esta decisión. A pesar de tener sus cuatro años de vida, era consciente de quien era su padre y aunque quisiera, no sería capaz de negárselo.

Refregándose la cara con sus manos Jade se tiro hacia atrás en su silla, no podría trabajar, al menos no hoy, la imagen de Adam besándose con esa nueva enfermera se repetía una y otra vez en su cabeza, burlándose de ella.

Y ya no podía, no podía consigo misma, ¿Lo que más la hacía enojar? Ni el divorcio podía pedirle, ¡Tenía 30 años y Adam nunca le pidió matrimonio!

 Al nacer Max, ese tema se le había olvidado centrándose en su pequeño, de ojos verdes claros y cabello negro, tan parecido a Adam y a la vez cerrado como ella.

Haber dado a luz a los 26 años, fue sin duda su mejor logro, luego de un embarazo delicado, la preocupación de Adam y el amor reflejado en sus ojos, no deseaba nada más.

¿Lo irónico? Habían terminado ya dos veces, pero su magnetismo era tanto, que volvían sin antes darse cuenta. La última vez, todo obra de su pequeño Max.

Pero no podía, no lo perdonaría, ¿Hacia cuanto tiempo la llevaba engañando? ¡Y con una rubia! Claro ella había ganado peso con su embarazo, pero según ella seguía teniendo su encanto.

¿Es que ahora de madre no le parecía atractiva? ¡Oh, a la mierda! ni siquiera se dio cuenta cuando ella estaba ahí, estaba tan centrado en mantener su boca a la rubia que ni la noto en las urgencias.

Bueno, no era normal de ella vomitar, con una baja de presión tan rápida, asustada la llevaron a urgencias pese a sus alegaciones, el paramédico que estaba realizando la practica con ella se había asustado tanto, y exagero más de lo que debía, llevándola en sillas de rueda hacia las maquinas.

Exacto, sí no fuera por él, no habría visto a Adam y a rubia compartiendo saliva.

No se sentía bien, nada en realidad, detestaba que su cuerpo y mente estuviera mal a causa de alguien que ni debe pensar en ella.

Agobiada, se dirigió donde su jefe, le comento su malestar y este la dejo marcharse. Claro, luego de que se dejara hecho unos exámenes, a muy mala gana Jade acepto, la política del lugar decía que como médicos, cada 15 días debían tomarse exámenes, y aunque alego que solo habían pasado cinco desde el último no tuvo escapatoria.

Decirle a Adam no paso por su mente, si estaba tan encantado con la rubia, mejor que aproveche el tiempo con ella.

Por tal motivo salió por la puerta trasera, opuesta al ala de urgencias, Iría por Max y ¿Por qué no? Por Marcus, su ahijado, el hijo de los mejorcitos. Aquellos niños solían hacerla tan feliz, además de esa forma ganaba tiempo para la cena que tendría esta noche.

Jade había vuelto a su pueblo, se había radicado en una casa no tan lejos de la suya, los demás se quedaron en la misma ciudad de estudio, sin embargo su comunicación seguía siendo demasiado buena.

Anna y Eli seguían viniendo, así como Gabriel y Matías, aunque este último, ya no como novio de la pelirroja. Pero por las miradas significativas que se daban, era posible que volvieran. ¿Qué los detenía? El hijo que Anna traía en su vientre de otro hombre.

En modo de defensa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora