Miraba la puerta atentamente, temblando internamente por los nervios que lentamente lo consumían.
El timbre estaba ahí, justo frente a su nariz, pero al parecer era más difícil que sólo extender la mano y tocarlo. Tendría que hablar con Argentina, pedirle perdón, quizás.
Dar explicaciones, intentar decir todo lo que le pasaba por la mente.
Incluso lo que quería guardarse con toda el alma.
¿Estaba listo para eso?
Miró a un costado, notando la ventana abierta, por la cual se podía oír la televisión prendida y una escoba barriendo el lugar. Seguramente es Italia.
Era claro que sabía que su hijo estaba mal. ¿Acaso sabe lo que pasó?
¿Si lo ve lo reconocerá?
¿Lo golpeará? ¿Le gritará? ¿Lo dejará entrar?
Sacudió la cabeza ante esos pensamientos, intentando alejar esas estúpidas ideas de su mente. No, debe hacer eso.
Debe.
¿Debe o quiere?
¿Quiere o necesita?
¿Necesita o desea?
Vamos, no debía dar más vueltas, sólo debe tocar.
Puede tocar el timbre o golpear la puerta, sería lo mismo al fin y al cabo.
Italia lo atenderá, lo llevará con Argentina y ahí podrán hablar tranquilamente.
Vamos, sólo toca la puerta.
Se sentará junto a él y le pedirá disculpas. Dirá que lo siente, que no debería haberse enojado con él.
Que comete errores, que es estúpido y que sintió celos injustificados.
Que no debió haber supuesto nada de lo que pasó con el maestro sólo por rumores.
Que no era una puta.
Que lo trató mal injustamente.
Maldición ¿Tantas cosas había hecho? Quizás su hermano tiene razón.
Quizás debería...
--¿Hola?
Se paralizó al instante que la puerta se abrió, miró su mano y notó que ya había tocado el timbre involuntariamente. Maldita sea.
Italia parecía cansado, lo miraba con una expresión calma y gentil, apoyado en su propia cadera mientras dejaba su peso en la pierna derecha. Esperando impaciente la respuesta del europeo.
--Buenos días ¿Puedo hablar con Argentina?
El italiano suspiró y se movió del lugar, dejando al europeo entrar.--¿Cómo te llamas, cariño?
--Ucrania.
El italiano lo miró con una ceja alzada durante unos segundos, haciendo al pelinegro temblar por dentro ¿Va a correrlo?--¿No te conozco?
--No lo creo, señor.
--Por favor, dime Italia. Argentina está al final del pasillo a la derecha, toca antes de entrar por favor. Cualquier cosa llámame ¿Si?
--Muchas gracias.
Se encaminó a la habitación lentamente, respirando profundo, intentando alejar todas las ideas escapistas que cruzaban su mente. El pasillo lo sabía casi de memoria, había ido a esa habitación al menos treinta veces, pero ahora se sentía casi interminable el camino hasta ella.
Respira, y simplemente toca la puerta.
Antes de caer de nuevo en sus ideas, tocó con algo de fuerza la puerta, esperando para oír la voz del rubio del otro lado.
--Pasa--Dijo una adormilada y algo seca voz del otro lado, haciendo que Ucrania trague saliva casi en seco.
Entró en silencio, sin decir absolutamente nada. El lugar estaba a oscuras, pero por la luz que él mismo dejó entrar por la puerta entreabierta, pudo notar que todo estaba bastante ordenado a excepción de la cama, en la cual había una bolita de mantas que rodeaban al rubio.
Se acercó lentamente y se sentó empezando a respirar algo agitado, quiso tranquilizarse y hablar pero le salió un apresurado:
--Lo siento.
El argentino sacó rápidamente la cabeza de entre todas las mantas para poder verlo, incrédulo. Sentándose en la cama, se acercó al mayor.
Ucrania se quiso acercar también para poder besarlo, pero contra todo pronóstico, lo único que recibió...
Fue un cachetazo.
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Lo que deseas // UcrArg
Short Story--Sé lo que realmente deseas.--Susurró el argentino desde detrás de él, un siseo en el oído, provocando que este se estremezca, pero aún así sin apartarse.--Si sólo queres un poco más de confianza intenta dejar de ser un fraude, Dios griego-- Pero e...