CAPÍTULO 22

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Karla siempre nos había inculcado que, cuando se trataba del general, no debíamos perder el tiempo en comunicárselo

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Karla siempre nos había inculcado que, cuando se trataba del general, no debíamos perder el tiempo en comunicárselo. Todas sabíamos lo que la presencia de ese hombre significaba para nosotras la mayoría de las veces, en especial Tiana. El reloj aún marcaba una hora muy temprano, por lo que no dudaba que Karla me criminaría por despertarla de forma tan escandalosa, pero sabía que lo comprendería en cuanto le explicara de qué se trataba

—Karla, por favor, ¡necesito decirte algo! —toqué su puerta de nuevo, no dejaría de hacerlo hasta que me abriera.

Cuando por fin lo hizo, me dedicó una mirada totalmente airada.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué es tan urgente para venirme a despertarme a esta hora?!

—El general John —sus facciones cambiaron, del enojo a la comprensión.

—Mierda.

No tuvo que pensárselo dos veces. Me hizo a un lado con brusquedad, sin importarle que dejaba la puerta de su alcoba abierta, y con paso firme se dirigió a la habitación de Lia y Tiana.

—¿Hace cuánto que lo viste?

—Acabo de encontrarlo en la parte de abajo —respondí con respiración agitada—. Lucian salió a recibirlo y entonces el general preguntó por Tiana y luego...

—Está bien, no te alteres, lo bueno es que me lo has dicho justo a tiempo —se restregó los ojos—. Ese hombre, ¡nunca se le ocurre avisar para esto! —al llegar a la puerta, tocó dando enormes azotes—. ¡Ustedes, ya pasó su hora de dormir!

Lia apareció con expresión consternada. Karla la hizo a un lado y se acercó a una Tiana todavía dormida y enredada entre cobijas. Le arrancó las sábanas de encima y levantó los cortinajes de sus ventanas. Cuando la luz le dio en el rostro, Tiana tomó la almohada y la puso sobre su cabeza.

—Hoy no quiero hacer pan.

Karla se acercó hasta sentarse a su lado y hablarle al oído. Por el movimiento de sus labios, distinguí el nombre del general John, ante el cual, Tiana terminó por levantarse y la miró con un ligero signo de advertencia.

—¿Estás segura?

—Sam me ha avisado en cuanto lo ha visto.

Tiana me echó un vistazo.

—Preguntó por mí, ¿cierto?

Cualquier rastro de sonrisa, picardía o alegría infantil que le caracterizaba, no asomaba bajo ninguna en sus facciones.

—Lo vi buscándote.

Clavó su vista en sus sábanas, deteniéndose por un segundo en lo que sabía que era una parte de la zona de sus muslos.

—Bueno, entonces no deberíamos hacerlo esperar.

—Sabes que no es necesario que vayas a su encuentro sola —dijo Karla—. Podemos acompañarte. Podría acompañarte.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora