CAPÍTULO 63

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—Tráiganlas

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—Tráiganlas.

—No, espere... —Lucian me lanzó contra el suelo (no sin antes arrebatarme la mochila), donde me encontré cara a cara con el reflejo de mi propio aspecto atemorizado en la pulida superficie.

Sus hombres no vacilaron en llevar a cabo sus órdenes. Solo esperaba que a ninguno de ellos se le ocurriera lastimarlas.

—Vas a contarme parte por parte cómo fue que se te ocurrió este estúpido juego de contactarte con esa tal Helena, —me sujetó por la nuca, y me apretó de tal manera que supe que se me formarían hematomas—. Te concedo un mérito, fuiste muy buena en ocultármelo, tan ingeniosa que si no fuera por un pajarito, te habrías salido con la tuya. Pero ¿eres tú sola así de buena? —Ejerció más presión y no pude evitar soltar un quejido—. No. Eso no me lo trago.

La primera a la que vimos traer casi por la fuerza fue a Lia. Siendo sujetada por el brazo, apareció desde el pasillo que daba a la cocina y la obligaron a arrodillarse en cuanto llegó a nosotros. Tenía el rostro manchado de pequeñas gotitas de pintura, pero destacaba sobre todo su expresión de desconcierto combinada con el miedo.

—Obtuviste un empujón de ayuda —prosiguió Lucian—. Y tengo mis teorías. Solo te pido un poco de cooperación de tu parte. ¿Quién más estuvo implicada? ¿Quién dio el primer paso?

—Ninguna, fui la única que sabía cómo...

Aumentó la fuerza de sus dedos, y me entró un miedo irracional de que me rompiera el cuello.

—Samanta, me decepcionas. ¿De pronto aprecias tan poco tu vida como para seguir mintiéndome a estas alturas?

Escuchamos un forcejeo. Desde la cima de las escaleras, vimos a Anne dando batalla a uno de los guardias, hasta que el hombre dejó escapar un gruñido y sacudió una de sus manos.

—¡Me mordió los dedos!

—¡Entonces suéltame, cretino infeliz! —despotricó ella.

—Siempre ofreciendo un espectáculo —suspiró Lucian.

Al ver que el sujeto no conseguía controlarla, otro de los guardias se aproximó a ellos. Entre los dos por fin arrastraron a una Anne que no dejó de soltar improperios y propinarles uno que otro puñetazo, siempre acompañado de una mirada asesina; sin embargo, una vez que ella recayó en la escena que nos rodeaba, conmigo sometida a la fuerza de Lucian, su cerebro pareció comprender cierto contexto de lo que acontecía. Afortunadamente, Anne fue lo suficientemente perspicaz como para adoptar una máscara de incomprensión en lo que dura un parpadeo, con tal de fingir que nada de aquella situación le sonaba de algo. No obstante, eso no impidió que mirara al hombre que todavía me retenía como si quisiera desmembrarlo parte por parte.

—Anne, nos complace contar con tu presencia.

—Hijo de... —uno de los guardias le amordazó la boca.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora