CAPÍTULO 70

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No había nada bueno en la televisión a esa hora

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No había nada bueno en la televisión a esa hora.

—Anuncio, anuncio, más anuncio.

Su esposa bostezó, luego lo rodeó a él con un brazo sobre el estómago y se acurrucó como solo lo haría un gatito. Sintió la suavidad de su piel desnuda contra la de él, y aunque se vio tentado a despertarla, prefirió dejarla descansar. De acuerdo a lo que ella le había contado, esa semana sería de las más ajetreadas. Papeleo, puntajes y cartas de recomendación, entre otras cosas. Contempló su rostro y... sí, ahí estaba. Una arruga casi invisible en la frente debido a alguna preocupación. Ser la directora de su propia escuela de danza le comenzaba a dar factura. Tuvo el impulso de estrecharla entre sus brazos, pero se contuvo. De pronto, la sintió hacer un leve movimiento con los pies, algo muy frecuente mientras dormía. Hasta en sueños no dejaba de bailar. Muy encantadora.

Suspiró. En fin, tendría que aguardar a que llegaran las vacaciones para volver a disfrutarla. Retomó su vista en la televisión.

—Anuncio, otro anuncio...

—¿Por qué no te detienes en un canal y esperas a que pasen los anuncios?

Miró en su dirección. Ella tenía los ojos cerrados, pero con una sonrisa en los labios. A pesar de eso se sintió un poco avergonzado.

—Creí que estabas dormida.

—No puedo dormir si mi marido no deja de repetir la palabra "anuncio" cada que cambia el canal de la TV.

Apagó el televisor

—Lo siento.

—Tampoco he dicho que debas apagarla —ella tomó el control y la encendió de nuevo—. La luz me arrulla.

—¿La luz te arrulla?

—Eso he dicho.

El hombre frunció el ceño, pero no dijo nada. Esbozó una leve sonrisa y siguió cambiando.

—Anuncio, anuncio, más anuncio... —su esposa se desperezó y estiró los brazos hasta sentarse en la cama—. Puedo dejarlo en el canal de música si así lo prefieres.

Ella le depositó un pequeño beso y luego habló contra sus labios.

—No te preocupes por mí —se levantó, desnuda y permitiéndole un buen vistazo a su redondeado trasero—. De todas formas no tengo sueño.

—No te creo. Se aproxima una semana muy pesada para ti y no has dormido bien estas últimas noches.

Como respuesta, ella encendió la luz del baño para entrar a orinar.

No tuvo más remedio que dejarlo pasar. Si ella creía que podía con aquella carga no tenía caso insistir. Siguió pasando más anuncios, pero terminó por hartarse y decidió complacerla en busca del canal de música. ¿Cuál era el número? Ya ni lo recordaba.

Debía pasar canal por canal otra vez. Genial.

—Anuncio, otro anuncio, otro anuncio...

—Tienes razón.

Una sombra enorme le cubrió el rostro. Él se giró en su dirección. Su esposa se había recargado contra el marco de la puerta, con la luz del baño creando más sombras en las curvas de su cuerpo. Mantenía una expresión divertida. Ambos sabían que ella disfrutaba del poder que ejercía sobre él estando así.

Aún le costaba pensar que alguien como ella se hubiera fijado en algo tan feo como él.

—No he dormido bien, supongo que necesito cansarme más para caer rendida al sueño.

Todo dentro de su ser se encendió ante la anticipación.

Ella se acercó, despacio y seductora. Él se sentó con la espalda en la pared para esperarla con mayor expectación. Su mujer se puso sobre sus rodillas, con los pechos bailando cada vez que se aproximaba a él, con sus piernas abiertas en una sensual invitación, y cuando se encontraron a una respiración de tocarse, ella susurró:

—Cierra los ojos.

Lo hizo.

Sintió sus manos recorrerlo, tan delicadamente como los pétalos de una flor, dándose tiempo de despertar en él esas emociones que solo ella y su deleitante toque sabían avivar. Cuando sintió sus dedos aproximarse a su parte baja, estos se detuvieron.

Por largo tiempo.

—¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?

No recibió contestación. La expectación dio paso a la ansiedad. Si se trataba de una nueva broma no le parecía graciosa. Abrió los ojos, y vio con sorpresa que su esposa tenía la boca abierta, mirando con una extraña expresión a la televisión. No se había fijado en un canal en concreto cuando dejó de pasar los anuncios, pero en ese momento reconoció a la reportera y el canal de noticias.

—...las autoridades se reservan lo que saben al respecto, se cree que dos testigos pueden contener...

Pasaron fotografías de una enorme casa, casi una mansión. Vehículos de oficiales inspeccionaban la zona y una cinta amarilla rodeaba la entrada del edificio. Parecía haber pasado una tragedia, ¿un asesinato tal vez? Sin embargo, no fue eso lo que más le atrapó la atención, sino la reacción de su esposa. Ella estaba absorta en las imágenes, ida, como metida en trance.

—¿Halery?

Su esposa soltó un respingo. Lo miró un segundo, luego emitió un largo suspiro agotado.

—Cariño, me temo que tú y los niños deberán tomarse las vacaciones de este año sin mí.

—¿Qué sucede? ¿Qué es lo que piensas hacer?

Ella se levantó, se quitó la pequeña cadena que colgaba de su delgado cuello y se acercó a un viejo baúl que llevaba años sin abrirse. Su esposa nunca le había permitido hurgar en su interior, y él lo entendía, por ello se mantuvo en su mismo sitio cuando ella levantó la tapa y extraía un pequeño cajón, de donde sacó una carpeta con viejos papeles. Finalmente, levantó una fotografía. Era del colegio antiguo donde ella antes había trabajado.

Y tenía como logo una curiosa flor de cinco pétalos.

—Me temo que es hora de que arregle unos viejos asuntos con un viejo alumno mío.


FIN DEL LIBRO 1

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora