CAPÍTULO 39

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Muchas semanas después del primer día de trabajo

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Muchas semanas después del primer día de trabajo.

Karla mantuvo una expresión indescifrable durante todo el tiempo que le confesé lo que había hecho. Su boca permaneció en una fina línea, sin atreverse a interrumpirme, pero en cuanto el último sonido de mis palabras se esfumó en el aire, dijo:

—Tú le ayudaste a convencerme que lo había imaginado e insististe en que se lo entregara, me obligaste a creer que era un sueño y... y también...

No terminó aquella frase. Se levantó, se llevó las manos a las caderas y se detuvo frente a una pared, sin que yo supiera qué estaba viendo realmente o si era algo que sólo ella podía imaginar. El silencio se hizo presente, tan pesado que casi podía sentirlo contra mis hombros.

—Sé que estuvo mal, y no sabes cuánto me arrepiento de lo que hice —dije con los ojos a punto de escocerme. De inmediato me recriminé a mí misma, yo tenía derecho de echarme a llorar—. Fui egoísta, desconsiderada y actúe sin pensar por un segundo en cómo te afectaría. Lo peor de todo es que te mentí, e hice como si no hubiera hecho tal cosa a costa tuya. Está bien si me odias, aceptaré cualquier veredicto que tomes contra mí. Tienes todo el derecho de juzgarme y condenarme. Yo lo hago todos los días y aunque no borra lo que hice, sé que debo...

—No —Karla se dio la vuelta, sin mirarme todavía—. No te juzgo, Sam.

—Karla, tú lo has oído, yo lo planeé todo. Te utilicé como si no valieras nada para mí, y cuando estuviste dentro de esa habitación, incluso hice... hice que tú...

Se mordió los labios, y como si ella también se hubiera estado conteniendo, agregó:

—Tenía una ligera sospecha, sólo que no estaba muy segura de fiarme de ella.

Parpadeé.

—¿Qué?

—Esa noche, todo me pareció tan real que desconfié de lo que me decías; era imposible que se hubiera tratado de un sueño. Y luego esa taza de chocolate que dejaste —un velo de tristeza se instaló en sus bonitos iris azules—. En fin, lo acepté.

—¿Lo aceptaste?

—No huiste —respondió—. Con ello estamos a mano.

La contemplé sin poder creer lo que le había escuchado decir. Karla regresó a sentarse a mi lado, y noté que sus manos temblaban ligeramente, pero no hice nada ni le pregunté si estaba bien.

—¿Lo sabías? Todo este tiempo, ¿sabías que había estado ocultándote algo así?

—No. Pero ahora que me lo has dicho, sé que puedo quedarme más tranquila o, como mínimo, me has ayudado a recuperar la cordura. Creí que de verdad me había vuelto loca —expulsó una risa falsa.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—¿En serio quieres que te responda esa pregunta? ¿Tú en especial? —bueno, era verdad que tampoco era la menos indicada para cuestionárselo—. Sam, no quiero que esto nos aleje.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora