CAPÍTULO 64

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—¿Que quieres qué?

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—¿Que quieres qué?

Wilma se detuvo. Debió haber continuado su camino directo a la mesa cinco, pues a pesar de que la cantidad de gente dentro del café había disminuido, seguía habiendo trabajo por hacer. Sin embargo, toda la mañana había estado al pendiente de nuevas noticias de Sam, pero desde que esta y Derek se habían marchado no recibió ni siquiera una llamada, ni mucho menos la respuesta a sus mensajes.

De eso habían pasado varias horas y conforme estas transcurrieron, la pequeña tarjeta de memoria que tenía guardada en su bolsillo le quemaba más la tela de los pantalones. Por otra parte, no dejaba de vigilar a su alrededor, buscando interceptar a la mujer con la que Sam le suplicó que hablara. No entendía de qué iba todo ese asunto, ni siquiera había sido consciente de que entre esa mujer y Sam hubiera algo más allá de lo normal, solo había aceptado unos billetes a cambio de otorgarles un rato a solas; aunque... bueno, sí, en esas contadas ocasiones le pareció que Sam actuaba demasiado raro después de tales encuentros. Pero Sam siempre actuaba raro.

Sin embargo, esa mañana se había comportado más espeluznante de lo normal. Jamás la había visto tan asustada desde lo del accidente con la computadora de Derek. ¿De qué iba todo aquello? ¿Qué es lo que no estaba viendo?

Así que, momentos más tarde cuando vio regresar a Derek y este traspasó la puerta de entrada, el corazón le dio un vuelco y estuvo a punto de asaltarlo con preguntas.

Entonces se fijó en su expresión.

—Derek, ¿qué...?

Él pasó de largo, ignorándola, y ella solo alcanzó a seguirle con la mirada aturdida mientras él se adentraba a la pequeña oficina de Jesper. Quiso detenerlo y exigir que le aclarara qué era lo que realmente estaba pasando, que había hecho lo que él le había pedido de solicitar la ausencia de Sam por tiempo indefinido al señor Jesper, que tenía derecho de enterarse de todo lo que había averiguado, pero el trabajo y la llamada de unos clientes se lo impidieron.

Furiosa y con una histeria que le picaba el cuerpo, atendió lo más rápido que pudo. Cuando le faltaba una última orden, antes de entregárselo al cliente pasó cerca de la puerta de la oficina de su jefe, y fue allí que captó la acalorada discusión entre Derek y el señor Jesper.

—Jes, no tengo tiempo para explicaciones, —ella reconoció ese tono controlado en la voz de su amigo, ese que utilizaba cada vez que algo lo desesperaba tanto que debía obligarse a mantener la calma.

—Pues más te vale dármelas porque no pienso darte las llaves de mi auto.

"¿Qué?"

Wilma frunció el ceño. Pero, ¿no se suponía que...?

—¡Wilma!

La voz de uno de sus compañeros la sacó del trance. Se dio cuenta que seguía sosteniendo la charola con otra orden de la mesa cinco, y el cliente en cuestión le dedicaba gestos de reproche con la boca torcida en desagrado.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora