CAPÍTULO 27

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Un día antes de que la vida regresara a su rutina, empezó a llover a cántaros

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Un día antes de que la vida regresara a su rutina, empezó a llover a cántaros.

—¿Segura que podrás asistir con este clima? —cuestionó Wen en el almuerzo—. Si yo fuera el señor Jesper, te prohibiría entrar con semejante aspecto.

Por comodidad, habíamos instalado una pequeña mesita cerca de uno de los ventanales frente al jardín trasero. Sentadas en el suelo, sintiendo el aire fresco y escuchando el repiqueteo de la lluvia, le propiné una ligera patada en su trasero.

—Un poco de agua no me impedirá disfrutar de los beneficios de mi trato.

—¿Cuáles beneficios? Si ese lugar está para tirarse a la basura.

Hice caso omiso de su comentario, pero lamentablemente, en contra de lo que me gritaba el orgullo, Wen tenía una parte de razón. Poco después la lluvia arrasó con todo. A pesar de ello, no pudimos seguir disfrutando de ella, porque cerca del mediodía Lucian fue fiel a su palabra. Wen nos informó de su pronta llegada, y esperando una a lado de la otra en el centro de la gran sala de estar, reapareció calado de agua desde los pies a la cabeza.

Su camisa blanca había quedado adherida a su torso. Sostenía su saco sobre el hombro y el cabello rubio se le había oscurecido. No escatimó en evaluarnos a cada una nada más cruzar la entrada.

Barb apareció detrás de él con una sombrilla que le confería un aspecto más grande de lo normal, un juguete para niños bajo sus enormes manos. Me pregunté dónde había pasado toda la semana, pues a pesar de ser conscientes de su presencia, nunca se había dejado ver.

Lucian examinó hasta el más mínimo detalle, analizó su alrededor y verificó que todo lo que abarcaba su vista estuviera en su sitio. Al comprobar que, en efecto, todo se encontraba en orden, asintió conforme y permitió que cada una regresara a sus asuntos, sólo para después pararnos en seco y preguntar con exigencia:

—¿Dónde está Elizabeth?

Wen se adelantó a nosotras.

—Se ha encontrado muy delicada de salud en estos días, señor Luc. Me temo que ha tenido pocas energías para venir a recibirlo.

—¿Desde cuándo exactamente? —comenzó a desabotonarse la parte superior de la camisa.

Escuché que Wen aspiraba aire, y sus mejillas se encendieron de golpe.

—Gwendolyn...

—Desde que usted, partió, me temo, señor Luc.

Lucian se adentró más a la sala, dejó rastros de sus zapatos mojados por el suelo, y finalmente nos hizo un ademán de cabeza para permitirnos marchar; no obstante, antes de que me escabullera con las demás, ordenó:

—Samanta, he de hablar contigo.

Lo había dicho sin mirar en mi dirección. No le era necesario comprobar que lo había escuchado, lo había hecho perfectamente. Lucian se alborotó el cabello, y lanzó pequeñas gotitas de agua a todas partes, salpicando su alrededor.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora