CAPÍTULO 5

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Afortunadamente, Lucian nunca volvió a despedirse de mí

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Afortunadamente, Lucian nunca volvió a despedirse de mí.

Sin embargo, a la siguiente semana de despertar para ir al trabajo, Anne me golpeó la cara con la almohada tantas veces que por poco muero por asfixia.

—¡Apaga! ¡Esa! ¡Maldita! ¡¡Alarma!!

—¡Anne, déjanos dormir! —gritó Liz desde la puerta.

—¡¿Y qué crees que estoy haciendo?! —me dedicó una mirada asesina, se acostó de nuevo, pero no dudó en alzar el dedo medio hacia mí. Así lo sostuvo incluso cuando abandoné la habitación.

Estaba a punto de salir hasta que me llegó un delicioso aroma de huevos recién hechos. De alguna manera, Tiana había descubierto que no estaba desayunando nada antes de irme, porque en cuanto abrí la puerta salió corriendo desde la cocina para entregarme una bolsa con un pequeño refrigerio.

—No me importa lo que Wen diga, si no comes, te mueres —dijo sin un ápice de broma.

Resultó ser un buen comienzo.

La sensación de ir al exterior todavía me causaba emociones apremiantes. Aún temía que Lucian cambiara de opinión, que buscara una excusa para impedirme salir, pero desde mi primer informe no volvió a cuestionarme o parecer interesado en el asunto, aunque sabía que no bajaba la guardia. Su temperamento era muy versátil, y comprendía que recelara, pues tenía ante mí una oportunidad para escapar, así que era a la que más vigilaba de todas.

Y por lo tanto, a la que más intimidaba.

Sin embargo, presentía que él no tenía nada más de que preocuparse, pues mi propia culpa cumplía esa tarea por él, una huella marcada en mi memoria de la cual Lucian se encargó de sellar y que era imposible de borrar. Así que pensar en huir era la última de mis opciones, pues ambos sabíamos que conllevaba un precio mucho más alto, uno que no estaba dispuesta a pagar.

Al menos, ya no.

Por eso, buscaba disfrutar al máximo cada detalle, cada vez que subía al autobús parecía ser como la primera, con la excepción de que ya entendía lo que me aguardaba.

Con respecto a tal Derek, cierto era que me inquietaba su aparente amabilidad, pero con el transcurso de los días no volvimos a intercambiar una que otra palabra imprescindible, como "por favor, más café" y "gracias", por lo que albergué la esperanza de no volver a tratar con él nunca más. Además, la mayor parte del tiempo se encontraba tan sumido en la pantalla de su computadora que me ignoraba no solo a mí, sino a medio mundo. Era como ver a un robot automatizado con la única función de mover los dedos a velocidad constante.

Ese día la rutina no varió mucho, excepto que percibía a Wilma muy ida en sus pensamientos. Al encontrarnos la saludé como de costumbre, pero apenas se percató de que estaba allí. No dejó de checar su teléfono, por no decir que en varias ocasiones decía estar buscando alguna cosa para luego hacer algo muy distinto. Me sorprendió verla así, pues desde que la conocía me pareció ser una persona muy al pendiente y atenta; supuse que era algo que le pasaba seguido, aunque tampoco es que la conociera mucho. Incluso cuando llegaron los demás, ella no dejó de cometer pequeños errores, o debíamos hablarle varias veces hasta que por fin nos respondía. Nadie comentó nada y obviamente, yo tampoco.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora