—Hola, Samanta.
Ese era el momento perfecto para que ocurriera un desastre natural, el mundo decidiera acabarse o simplemente pudiera despertar de una pesadilla, porque me costaba creer que aquello estuviera sucediendo en realidad. Sin embargo, seguía viendo a mi padre. No era ningún espejismo.
—¿Cómo estás? —preguntó.
Y aún no me atrevía a pronunciar ni una palabra.
Se levantó de su asiento, e inconscientemente di pasos hacia atrás. Al darme cuenta tensé la mandíbula y obligué a mis pies a estarse quietos donde estaban, aunque ya era demasiado tarde, había hecho una pequeña muestra de debilidad. No obstante, mi padre se abstuvo de mencionar algo al respecto, me observó con curiosidad y dijo:
—Veo que el señor Luc te ha tratado bien.
No quería hablar con él, no quería respirar en su mismo espacio, pero sabía que no podía irme. Me vería como una cobarde y se suponía que había dejado de serlo, o al menos ya no lo era frente a él. Me armé de valor y me enfoqué en algo, cualquier ancla que tuviera para demostrarle que no huiría, que él ya no tenía el poder de lastimarme.
—¿Qué haces aquí?
—Podría preguntarte lo mismo.
Pero nada podía hacer contra la ira.
Se acercó a una mesa cercana, tan desesperadamente lento que cada pisada me provocó pequeños respingos en la columna, tensándome los músculos. Odiaba que actuara como si no fuera para tanto el que nos hubiéramos reencontrado, haciendo caso omiso de las ganas que tenía de hacerle daño. Alcanzó una copa, tomó el vino y se sirvió una porción más que considerable.
—¿Gustas?
—Respóndeme.
—Esa no es la manera en que mi pequeña debería saludar a su viejo.
—Ya no soy tu pequeña —gruñí.
—No, veo que no —bebió un poco—. Sino el de muchos más. ¿Cuántos exactamente? ¿Uno cada noche desde que huiste? Eso es una gran cantidad.
—Deja de evadir la pregunta, ¿cómo diste con este lugar? ¿Quién te lo contó?
—Esperaba llegar a la parte del interrogatorio después —volvió a sentarse—. De verdad me hubiera gustado un recibimiento más cálido de tu parte.
—¿Cómo qué? ¿Un abrazo? —reí con ironía—. Aún recuerdo tú última muestra de afecto. Duró semanas para que el moretón desapareciera.
—Por favor, ¿en serio todavía me guardas rencor?
—No has respondido a mis preguntas.
—El señor Luc me pidió que viniera. No me dijo por qué, pero alguna razón tendrá —me examinó de arriba a abajo—. Algo retorcido incluso para mi propio gusto.
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Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]
General FictionSexo por dinero. Mentiras y secretos. Un amor oculto. Y una joven, que no se detendrá hasta conseguir su libertad. ¿O sí? Samanta huyó de casa cuando sufrió de violencia doméstica por parte de su padre. Desde ese día juró que solo ella tomaría las...