CAPÍTULO 53

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—Sam, ya cálmate

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—Sam, ya cálmate.

—No puedo... yo... —moqueé otra vez—. En verdad lo siento mucho, no quería que te pasara esto. Hablaba en serio que no deseaba arriesgar tu salud pero al final todo se fue al garete y ahora... —hiperventilé—. Perdóname.

—Lo haré, ¡pero deja de llorar! —me restregué los ojos, pero los mocos seguían saliendo por mi nariz como la llave abierta de un baño—. No es la primera vez que recibo un castigo, y si hacemos las cuentas, comprobarás que llevo las de ganar a comparación de todas ustedes juntas en lo que respecta a mis visitas al sótano. Sé cómo afrontar esto.

—Cometí una estupidez.

—No serías tú si no lo hicieras con regularidad.

—Y creí que me odiarías.

—Lo haré si eso te hace sentir mejor.

Reí un poco.

—Anne, yo...

—Te dije que dejaras de llorar —se levantó y formó una mueca de dolor.

—No deberías moverte —quise aproximarme a ella, pero me lo impidió—. Anne...

—Estaré bien —se estiró y ahogó un quejido. Los músculos de su espalda se ondularon por el movimiento, con las recientes cicatrices torciéndose a su paso—. Ya se pasará.

—Hace tres días que perdiste la conciencia, no deberías...

—Sam, estoy bien. Ya sé qué hacer y puedo soportarlo.

Lo dijo con tal firmeza que a pesar de mis preocupaciones la dejé tranquila.

Anne hizo largos estiramientos mientras yo la observaba con la boca torcida, cerré los ojos con fuerza cuando ella se contorsionó. Aparecieron nuevas gotas de sudor en su frente tras sus movimientos, al mismo tiempo que apretaba los dientes y cerraba los párpados.

Pero no se quejó.

Aguanté verla en silencio, conteniéndome lo suficiente para no auxiliarla, o demostrarle cualquier indicio que ella pudiera considerar como lástima. Al final, Anne volvió a descansar sobre la cama sin acostarse del todo.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó.

—Tres días.

—Vaya, al menos no duró una semana.

—Anne...

—Si es para repetirme que lo sientes mejor cállate. No es necesario —no lo había dicho furiosa como el otro día después de lo de Wen, sino reconciliadora.

—Busqué la pomada que Helga me trajo esa noche —comenté en cambio—. ¿Recuerdas dónde la dejaste?

—No. La perdí de vista hace mucho tiempo. No sé si todavía le sobraba algo, puede que Wen haya... no importa.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora