Sexo por dinero.
Mentiras y secretos.
Un amor oculto.
Y una joven, que no se detendrá hasta conseguir su libertad.
¿O sí?
Samanta huyó de casa cuando sufrió de violencia doméstica por parte de su padre. Desde ese día juró que solo ella tomaría las...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Me ha bajado la regla.
Wen me miró sin comprender, sacando una carpeta de uno de sus cajones y dándole una rápida ojeada.
—Hoy no concuerda con tus fechas asignadas.
—Por eso he venido a avisarte, ha ocurrido mientras estaba en el trabajo.
No sabría decir si descubrió la mentira o sencillamente omitió aclararlo, lo importante fue que lo aceptó.
—De acuerdo. Pero conoces las normas, si al cliente no le importa, todavía tendrás que ejercer en las horas activas.
—Lo sé.
—En caso contrario, le avisaré a Tiana que esta noche se abre el servicio de alimentos a la habitación. Para eso ya sabes qué usar.
Asentí, dispuesta marcharme.
—Sam —la miré por encima del hombro—. Yo... quería decirte que...
Esperé, pero lo que sea que intentó decirme, no terminó de pronunciarlo. Con un gesto de impotencia, recayó la vista devuelta a sus papeles.
Cuando me fui, pasé de largo la presencia del nuevo guardia que vigilaba su puerta.
Había llegado a la casa, yendo directo a su oficina. Era consciente de que cometía un riesgo al fingir que me encontraba en pleno periodo, pero albergaba la esperanza de que no tuviera que trabajar esa noche y poder digerir lo ocurrido de ese día, además de que desconfiaba que mi subconsciente no organizara una segunda broma, en la cual recreara el rostro de Derek mientras fingía que disfrutaba del toque de cualquiera de los clientes. Solo debía esperar unos días hasta que el efecto de lo sucedido se desvaneciera.
Si es que lo hacía, de lo contrario ignoraba qué más hacer.
La segunda cosa que hice fue ir a buscar a Anne. Sospechaba que continuaba estando en la habitación de Karla, pero me urgía saber lo que había encontrado esa noche. Si había hallado algún avance que girara alrededor del misterio de Halery o no, y sobre todo, si había encontrado una evidencia para entregarle a Helena. No obstante, dudaba mucho de esto último, puesto que de ser así ya me la hubiera enseñado.
Sin embargo, para mi mayor frustración, Anne no me respondió. Insistí, estuve tentada en derribar la puerta, pero no recibí ni una respuesta. Tomé mi cabello y me lo jalé con fuerza. ¡¿Qué más tenía que hacer?!
—¿Sam? —me giré. Liz cargaba con una mochila, el cabello sujeto en una coleta alta y su vieja ropa que utilizaba para actividades de jardín—. Al fin llegaste —le dedicó un vistazo a la puerta—. Anne y Karla se niegan a abrir. Hemos intentado sacarlas de allí sin éxito. No lo harán hasta que decidan hacerlo —formé una mueca de angustia—. ¿Sucede algo?
Me apresuré a llegar a su lado, permitiéndome pasar a su habitación.
—Me encontré con un contacto de Helena —su rostro se iluminó—. Lo sé, es una gran noticia, por eso necesito que nos reunamos todas para que les informe de lo que me dijo, además de ponernos al tanto de lo que Anne pudo recabar de la oficina de Wen. Nos urge dar con Halery, ¡y Anne ha decidido justo ahora no aparecer! No podemos darnos el lujo de perder más el tiempo, ¡tenemos que...!