CAPÍTULO 67

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Lucian no se detuvo en lo que fueron las horas más largas de mi vida

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Lucian no se detuvo en lo que fueron las horas más largas de mi vida.

Pasaba de una pregunta a otra seguida de un golpe, bofetada, latigazo o quemadura, y solo se detenía hasta que reunía fuerzas para responder.

Lo curioso era que nunca volvió a preguntarme sobre Helena, ni tampoco quién había contactado con ella ni cómo. No es que ya estuviera dispuesta a hablar, pero me parecía confuso que dejara de insistir, sobre todo, porque las nuevas preguntas nunca cobraron sentido. ¿Quién era él? ¿Qué es lo que sabía? ¿Dónde había estado la semana pasada? ¿Qué es lo que hacía? ¿Dónde estaba yo? ¿Cuántas de nosotras éramos?

Yo me esforzaba por responder cada una, a pesar de que no era difícil dar con la respuesta que él quería escuchar, sino el tener la energía suficiente para hacerlo.

—¿Quién es Lucian Jones? ¿Qué es lo que sabes de él?

—No lo sé —lloré.

—En casa, hace una semana, ¿qué fue lo que pasó?

—No tengo idea, no lo sé...

—¿Cómo lograste salir?

—¡No lo sé!

No lo sé. No lo sé. ¡No lo sé!

Preguntas, eran demasiadas preguntas. Las hizo una tras otra sin permitirle un descanso a mi cuerpo maltrecho. Las únicas pausas que me dio, fueron los momentos en los que le respondía con un "No lo sé".

Probablemente en algún momento mi cuerpo no lo soportó más y acabó desmayado, o tal vez había muerto y resucitado, no obstante, nunca percibí el cambio, porque en cuanto sentí que abría los ojos todavía estaba sumida en la negrura.

Debido al dolor, mi cuerpo comenzó a sufrir de espasmos. Tenía frío, la garganta reseca y adolorida. Cada parte de mí aullaba por un poco de alivio.

Pero las preguntas y todo el interrogatorio de Lucian habían cesado.

Aun así, el hecho de haber recuperado el conocimiento y ser consciente de que había vuelto a despertar me generó un sentimiento angustiante. Probablemente había perdido la cordura, ya no conocía lo que era el tiempo y me encontraba incapaz de dilucidar si lo anterior había sido una pesadilla o la realidad. Podía intentar con decir algo al aire para escuchar, aunque sea mi propia voz, pero temía que eso reanimara aquel cruel interrogatorio, por lo que opté por guardar silencio.

En cierto momento tuve cierta noción del tiempo. Supe que había transcurrido demasiado cuando de improviso, acompañado por un sentimiento de vergüenza, tuve ganas de ir al baño. Hice un esfuerzo por soportarlo, sin conseguirlo, y acabé orinándome encima tal como estaba, llorando por la humillación y la impotencia, a pesar de que no había nadie por el cual avergonzarme.

En ese instante, deseé no vivir más.

En ese instante, deseé no vivir más

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Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora