CAPÍTULO 54

111 28 24
                                    

Los nervios no tardaron en hacerse presentes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los nervios no tardaron en hacerse presentes.

El frío del clima convertía nuestras respiraciones en vapor. Lucian no vestía su traje de ejecutivo, sino un abrigo hecho a medida. Por mi parte, yo tuve que cubrirme con los brazos para evitar morirme de frío.

—Buenos días —mostró una sonrisa cerrada—. ¿Sorprendida?

Miré en dirección a los guardias. Ellos no parecían querer apresarme, ni siquiera noté la presencia de Barb cerca del auto.

—Buenos días.

Me ofreció su mano al tiempo que abría la puerta del copiloto del vehículo.

—Me he dado la libertad de ser yo el privilegiado de llevarte. Espero que no eches de menos a nuestro viejo amigo. Solo será por el día de hoy.

El dibujo de Lia ardió allí donde lo tenía escondido, dentro de mi calzado.

Me quedé en mi sitio, contemplando el auto como si este cobrara vida y estuviera a punto engullirme. Si no fuera porque Lucian estaba presionándome con la mirada a que tomara asiento, no habría podido moverme.

Mis instintos me gritaron que me pegara lo más cerca posible de la puerta. Sin embargo, la columna de mi espalda se mantuvo recta al igual que un palo contra el asiento.

Lucian accionó el auto, y me echó un breve vistazo antes de arrancar.

Mantuve la vista al frente, consciente del ardor de mi pie derecho donde tenía guardado el dibujo de Lia.

El trayecto fue silencioso, lo único que se distinguía eran los árboles y la carretera a cámara rápida mientras intentaba adivinar lo que su presencia podía significar. Lucian solo me había acompañado al trabajo una vez, y no había sido precisamente porque disfrutara de mi compañía. Sin embargo, a diferencia de esa ocasión, esta vez no parecía molesto o irritado, más bien animado, lo que en términos estrictos podría significar cualquier cosa menos buena, al menos para mí. No dudé en mantener una cara de lo más inexpresiva.

Cuando llegamos a la ciudad, Lucian no maniobró por las concurridas calles que estaba acostumbrada ver con Barb o en el autobús. Con el corazón al galope, contemplé cómo se desviaba en diferentes direcciones que daba la impresión que las tomaba al azar. No me atreví a formular ni una pregunta, podía ver que le divertía verme tan perdida.

—Es bueno variar la rutina de vez en cuando —lo escuché decir—. Mantiene lo interesante de lo cotidiano.

Comencé a pensar que no había otro propósito más rebuscado que simplemente llevarme a un sitio, tal como ese día en el que me impidió la libertad; sin embargo, al poco rato descubrí con verdadero estupor que por fin nos deteníamos en una calle que no tardé en reconocer. Se trataba de una de las desviaciones que se ubicaban cerca del café. Lucian había variado el trayecto, pero el destino había sido el mismo.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora