CAPÍTULO 35

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Existían tres cosas que Wen no soportaba pensar sobre todas las demás

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Existían tres cosas que Wen no soportaba pensar sobre todas las demás.

Número uno: no siempre tenía razón.

Número dos: no era la única mujer en la vida del señor Luc.

Y número tres: debía atender llamadas poco interesantes y aburridas.

Aunque, si era honesta consigo misma, escuchar la voz de un ser humano ajeno al mundo dentro de esa casa, en ocasiones le confería al asunto un tinte entretenido. Era la única de todas que tenía permitido utilizar un teléfono. Al principio se había sentido especial cuando el señor Luc le había concedido aquel privilegio, pero en vista de que sólo podía utilizarlo para aspectos del trabajo (como contactar a los clientes, estar al pendiente de las necesidades básicas de la casa o, como había sucedido recientemente, organizar eventos y llamar a los invitados), pronto tuvo que hacerse la idea de que él sólo le estaba dando una buena utilidad.

Y Wen amaba ser de utilidad.

Tal vez por eso siempre recurría a las habitaciones del señor Luc cuando ninguna de sus hermanas la notaba. Se escabullía a media noche de la cama, con la tremenda necesidad del calor y compañía que la presencia de ese hombre le proporcionaba. Era consciente que era un juguete para él, pero desde hace muchos años había olvidado lo que era tener una conciencia que le gritara que algo en su vida estaba yendo mal. Aquella voz de su interior se había apagado, y únicamente quedaban las inmensas ganas de agradar a su amo, que con sólo una mirada de esos ojos de azul intenso le hacía el cerebro papilla.

Y tal vez por eso también tenía miedo. No precisamente de él, sino de sí misma.

Sobre todo de sí misma.

Estos pensamientos no los había descubierto hasta hace poco. Hasta que se encontró cara a cara con el dilema que siempre se había temido enfrentar:

Entre su lealtad al hombre que ella amaba y su amor hacia sus hermanas, aunque nunca se atrevería a decírselos cara a cara.

No dejaba de reflexionar sobre ello, en especial cuando contemplaba aquel pedacito de plástico en forma de tarjeta de memoria.

Cuando Mirian se había marchado, el señor Luc le había pedido a Wen un historial de todas sus posesiones, un registro de todas sus pertenencias antes y después de que esta se fuera. Se trataba de un proceso rutinario, cerciorarse que no hubiera ninguna evidencia de su presencia dentro de la casa.

Y había encontrado esa maldita tarjeta.

Sin embargo, no sólo estaba eso. Cuando Sam y Lia habían asegurado haber encontrado la cámara y álbum de fotos de Miriam, se había mostrado tan confiada de que no hubieran encontrado nada fuera de lo normal. Y como si la vida disfrutara ponerla a prueba, descubrió demasiado tarde que había fallado en una cosa: la nota.

Afortunadamente había estado presente el tema de la mentirosa, lo que le ayudó a distraer a las chicas lo suficiente como para no pensar en la ausencia de la tarjeta. Pero por otro lado, por momentos había temido que tales notas se hubieran referido a ella, señalándola como la traidora.

Mentirosa | Bilogía Mentiras #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora