Capítulo 32

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Mi culpa

Desesperación. Esa era la única palabra que podía definirme en ese momento. No pude pensar en nada. Ni siquiera podía respirar ...

- Sé que será difícil al principio ... pero debes pensar en tu salud ...

- ¡No! ¡No! - grité, con lágrimas en mi rostro - ¡Tiene que haber una manera!

- ¡Dulce! ¡Cálmate! - dijo el ángel sosteniendo mi brazo.

- A mí tampoco me gusta dar esta noticia. Pero comprenda su situación. Estas hemorragias aumentarán cada vez más, las lesiones en sus órganos, incluido el cerebro, ocurrirán y empeorarán.

- Pero Dr., ¿Cómo evitará estos recuerdos si suceden sin que ella quiera?- Preguntó el ángel.

Ni siquiera me había dado cuenta. Incluso si trato de dejar de recuperar mi memoria, los recuerdos seguirían llegando.

- Si es verdad. Pero las posibilidades de que tengas uno de tus recuerdos son menores si dejas de buscarlos. Y si lo hace, le aconsejo que le dé un teléfono celular. La advertencia de recaída es la única forma de evitar algo más grave.

No creo que lo haya hecho bien. Además de no poder recuperar la memoria, ¿seguía en peligro de muerte aunque dejara de buscarla?

- Bueno, quiero verte de nuevo en un mes. Sólo para un chequeo Christopher, te pido que la vigiles, al menos por un rato más. Continúe haciendo informes, tanto de los recuerdos que aún tendrá, como del estado de salud.

Asintió y se puso de pie a modo de saludo. Seguí sentada allí, paralizada por todo lo que escuchaba, hasta que Christopher me tomó de la mano y me ayudó a levantarme. Caminamos hacia el coche en silencio.

En el camino a casa, me di cuenta de que estaba tratando de seguir adelante con algo, pero estaba fuera de allí. Realmente no quería hablar ... No pasó mucho tiempo antes de que llegáramos. Fui directamente a mi habitación y me acosté en mi cama, ahogando mi cara en la almohada.

Las lágrimas brotaron de mi rostro. Cuando imaginaba que nunca podría ver a mi familia, que nunca podría recuperar mi vida, que todas esas preguntas que me rodeaban no tendrían respuesta, me enojó mucho. Le grité a mi cara en esa almohada. Quería entender por qué me estaba sucediendo esa injusticia. ¿Qué había hecho tan mal para merecer ese castigo?

En ese momento, para mí, ya no había razón para vivir. Sería algo que existía, pero que estaba vacía, incompleta, sin alma ... La muerte me parecía atractiva ... Nada más me importaba, nada más tenía sentido. ¿Cómo sería mi vida ahora?

Escuche unos pasos desde la puerta. No reaccioné y seguí llorando en mi almohada. Fue entonces cuando sentí que alguien ponía sus brazos en mi espalda y comenzaba a llorar.

- Dejalo ir... lo siento ...

Era la voz de Christopher ...

- Todo es culpa mía ... ¿qué diablos soy yo? ¿Cómo podía dejar que la situación llegara a ese límite? Estás sufriendo por mi culpa ... - continuó llorando - Perdóname ... perdóname ...- me decía.

Memoria PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora