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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAMBIOS DE HUMOR
ENTONCES, cada una de las ventanas del salón de clases fueron cerradas con brusquedad, provocando algunos gritos de parte de los estudiantes mientras que una gran cantidad de objetos eran arrojados a las paredes. Los estudiantes observaron al chico Riddle con horror, notando cómo todo había sido causado por él, como Ares lo había hecho todo. Los preciosos ojos esmeraldas del chico Riddle analizaron al hombre que lo observaba, mientras que este tragaba saliva de una manera ligera, casi sin ser notable. El aire se volvió pesado, provocando que la oscuridad que se había creado comenzará a darle un aura de misterio al salón de clases. La pandilla de plata intentó detener a Ares pero, fallaron.
—Si usted cree...—Comenzó a decir este, con una voz notablemente más ronca, resonando entre las paredes gracias al inmenso silencio que se había creado.—Si usted cree que dejaré que me hable de esa manera, esta equivocado.—Musitó, apretando los labios gracias a la ira que sentía dentro de él. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza, mientras sus ojos esmeraldas comenzaban a brillar, convirtiéndose en blancos.—No somos iguales y jamás lo seremos, porque mientras que usted es un mísero profesor de pacotilla, yo soy él próximo Rey del mundo mágico. Yo soy Ares Riddle Blair, él legitimo heredero al trono y él único con la maldita capacidad de decidir si sigue o no respirando. No somos iguales, ¿Me entendió?
—Señor Riddle...
—¡Dije que si me entendió!—Musitó este, mientras que sus cabellos comenzaban a cambiar notablemente: El color castaño comenzó a quedar atrás, convirtiendo cada uno de sus mechones oscuros en blancos con cada palabra que decía.—Estoy cansado de tener que liderar con personas que creen que porque soy un niño de doce años tengo que ser estúpido y dejarme pisotear por adultos que se creen valientes e inteligentes.—Agregó, en el momento en que su aparecía había cambiado.—Se lo repetiré una vez más. Usted me entendió. ¿Verdad?
—Sí, Señor Riddle.—Respondió él hombre, manteniendo sus marrones ojos en él mencionado.
Este ladeó la cabeza, sin dejar que su cuerpo regresé a la normalidad.—¿Si qué?
—Si entiendo, Señor Riddle.—Corrigió este, antes de tragar saliva.—Lo siento... si entiendo, su majestad.
Ares sonrió, mientras que sus ojos blancos regresaban a sus preciosos tonos esmeraldas, antes de musitar.—Entonces recuerde el lugar al que pertenece.
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